Esta lucha es del pueblo

 

 

Lo que ocurre ahora con la educación pública de Puerto Rico y su magisterio se parece tanto a lo que ocurrió en las primeras décadas del siglo XX, luego de la invasión estadounidense.

Los invasores utilizaron la educación para comenzar el proceso de asimilación de los puertorriqueños, a esos que consideraron inferiores. En el intento, trajeron maestros desde los Estados Unidos; crearon la Escuela Normal para formar maestros, con el modelo de las escuelas de Pennsylvania y Virginia utilizadas para la asimilación de indígenas y de estudiantes negros, respectivamente; y enviaron a un grupo de maestros a New York a americanizarse, entre otras tácticas.

Más de 120 años después, arrecian la lucha, no logran eliminar lo puertorriqueño en nosotros. Pensaban que los maestros, utilizando un currículo colonial, educarían para lograr un puertorriqueño dócil, enfocado en seguir instrucciones, fácil de manipular, y deslumbrado por la fuerza dominante del imperio. Pero no ha sido así.

Aun teniendo a gobernantes electos al servicio del Congreso, el pueblo puertorriqueño repudia los abusos del sistema colonial. Son cientos de miles los boricuas que toman las calles para protestar. En menos de dos décadas, sacaron de Vieques a la Marina de Guerra de los Estados Unidos y de Fortaleza, a Ricardo Rosselló. Son los mismos que con simples convocatorias en redes sociales se movilizan a Rincón, a Ocean Park, a donde sea necesario, para defender el acceso público hacia nuestras playas. Son los que han dicho basta ya de colonialismo. Los que no aceptan que no se haya auditado la deuda de la quiebra y mucho menos, que hayan dejado a miles de empleados públicos sin retiro, y con salarios de miseria.

La Junta de «Destrucción» Fiscal impuesta por el Congreso, donde está aprisionada la soberanía de Puerto Rico, tiene entre sus objetivos reformar la educación del país. Para eso trajeron a Julia Keleher en el 2017, quien recomendó derogar la Ley Orgánica de Educación de 1999 y creó una nueva que permite la privatización de las escuelas, entre otras barbaridades. Esta nefasta ley fue aprobada por la Legislatura en el 2019. Keleher no logró completar su misión, terminó presa por corrupta, pero la reforma sigue viento en popa, de la mano de la Junta, con el visto bueno del Congreso y de su marioneta, Pierluisi.

Ya la Junta hizo su parte, dejar a los maestros sin retiro y con un salario de miseria, para que se vayan. Han provocado que se endeuden comprando tiempo para acelerar sus renuncias, mientras otros, se irán del país. La meta es que se vayan, que dejen el espacio libre para que otros, que sí estén dispuestos a arrancarle la puertorriqueñidad a los estudiantes, asuman el rol.

En fila, preparando el terreno para invadir, percibo a la empresa «Teach For America». Es uno de los brazos operativos de las corporaciones que manejan la trillonaria industria de la educación en los Estados Unidos. Ellos, en tan solo un mes, preparan a universitarios, sin certificación de maestro, para trabajar como tal en escuelas públicas, con un contrato de dos años. A cambio, estos universitarios cuentan con la promesa de posibles becas para continuar sus estudios graduados en la materia que les interese, en prestigiosas universidades del norte. No son miembros de sindicatos, no exigen retiro y mucho menos, salarios justos. Son, lo que dirían por ahí, un contratista ejemplar, sin mañas, domable y al servicio de la empresa.

Todo está concertado, desde provocar la quiebra hasta dejarnos sin maestros. La guerra nos la desatan con pequeñas batallas. No dan el frente. Nos apuñalan por la espalda. El propósito es dominarnos porque así funciona el capitalismo salvaje y racista del imperio.

La lucha del magisterio necesita del apoyo de todos. Esta batalla hay que ganarla. Es demasiado lo que está en juego. Esta lucha es del pueblo.

La autora es organizadora comunitaria y sindicalista.

 

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