Al cierre de esta edición de CLARIDAD, cientos de misiles teledirigidos desde Irán caen como un aguacero sobre el territorio de Israel, en lo que podría ser la antesala ominosa de una Tercera Guerra Mundial, esta vez con todos los principales actores en posesión de un vasto arsenal de tecnología bélica y armas nucleares. Israel promete represalias, lo que no sorprende a nadie que conozca el proceder habitual del estado sionista.
En toda la historia de este drama bélico en la región del Medio Oriente, el cual puede culminar en una tragedia sin precedentes para la humanidad, Israel ha sido el principal agresor, alzado con el poder que le otorgaron irrestrictamente los dos imperios que lo fundaron hace 75 años – Gran Bretaña y Estados Unidos- y el respaldo militar incondicional de los gobiernos Republicanos y Demócratas en Washington, con la complicidad de los principales gobiernos de Europa. De Estados Unidos nada más, Israel recibe miles de millones de dólares anuales en subvenciones militares y armamento. Desde el 2023, han sido múltiples las apropiaciones de fondos del Congreso de Estados Unidos para armar a Israel y financiar su ofensiva genocida en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania.
Desde el principio, el proyecto expansionista de Israel incluyó la anexión de toda la región que ahora comparten con Palestina, y también lo que es hoy Jordania. Por eso, la más reciente ofensiva genocida israelí en Gaza, y el aumento vertiginoso de los bárbaros asentamientos de nuevos colonos en Cisjordania son parte de esa estrategia. Un «Gran Israel» sin palestinos, y lo más lejos posible de Irán y de otros pueblos y etnias árabes e islamistas es el sueño perfecto del sionismo, el estado ideal por el cual consideran indispensable limpiar de dichas tierras todo trazo de quienes no sean judíos y sionistas. La idea del «pueblo escogido», nada más ni menos que por un dios, no dista mucho de los delirios del supremacismo blanco que nos trajo las tragedias de la ideología Nazi en Alemania, el apartheid en Africa del Sur o la segregación en Estados Unidos.
La escalada de las hostilidades en la región, con continuos ataques armados al territorio nacional de El Líbano y específicamente contra las fuerzas de Hamás y Hezbola, son parte del plan perverso de Israel. Los grupos armados de palestinos y libaneses que le hacen frente a la ocupación y el expansionismo israelí y defienden la soberanía e integridad de sus naciones son, por supuesto, el blanco principal de la furia sionista.
En semanas recientes, Israel ha desatado su ataque más feroz fuera de sus fronteras en largo tiempo, en su acariciado objetivo de «eliminar de la faz de la tierra» al liderato de ambos grupos islamistas, cuyo principal apoyo logístico y militar les llega desde Irán. Ya se atribuyen haber asesinado a varios dirigentes de la cúpula de Hamás y la semana pasada cayó de un disparo de misil, Hasán Nasrallah, el máximo líder de Hezbola. Todo esto forma parte del plan maestro del movimiento sionista, que toma como pretexto el ataque armado de Hamás dentro del territorio de Israel, el 7 de octubre de 2023, para desatar una revancha sin freno, de tal virulencia que ha costado la destrucción total de la Franja de Gaza y 50,000 vidas de civiles alli, además de las miles de acciones de robo y expropiación de propiedad y arrestos ilegales en Cisjordania. Toda esta barbarie ha ocurrido ante los ojos atónitos de la comunidad internacional, sin que nada ni nadie alcance a detenerla. Toda una Organización de Naciones Unidas, compuesta por cerca de 200 países, totalmente incapaz de detener la furia genocida de Israel ni de garantizar un mínimo de ayuda humanitaria de alimentos, medicamentos y condiciones mínimas de vida a una población de millones de palestinos abandonados a su suerte.
A un año del inicio de la ofensiva genocida en Gaza, la incursión terrestre en El Líbano es el capítulo mas reciente del plan de conquista y ocupación sionista que ha sido el objetivo real desde la fundación del estado de Israel en 1948.
La ley de la dialéctica dicta que cada acción tiene su reacción. Y las acciones de Israel han provocado la furia de Irán, principal potencia islamista en la región y fuente principal de recursos y asilo de los grupos armados que se enfrentan al estado sionista. De ahí la respuesta balística de Irán que, sin duda, también traerá su cola, y así seguirá, de un lado y otro, en espiral, sucesivamente hasta que todo vuele en pedazos.
Ante un tranque que parece insalvable, solo el gobierno de Estados Unidos tiene el poder para desescalar el conflicto. Una decisión firme de detener el envío de armas a Israel, sería un primer paso contundente que seguramente sentaría al gobierno sionista en la mesa de negociación.
Pero el gobierno de Estados Unidos está vacilante, ambivalente. Dice querer un cese al fuego y que se detenga la escalada, pero no consigue la atención del gobierno de Israel. Frente a un Israel envalentonado, Estados Unidos luce debilitado, declinante su influencia y defectuosa su inteligencia ante el monstruo que crearon y dejaron suelto desde hace 75 años. ¿ Será acaso el miedo a perder el respaldo millonario del » lobby» judío para sus campañas políticas? ¿ O será que la Mossad, agencia de inteligencia israelí, más dura y despiadada que la CIA, les chantajea con divulgar información sensitiva en su poder? ¿ O será simplemente que el gobierno de Estados Unidos coincide con la estrategia expansionista de Israel porque le conviene a sus intereses? Como quiera que sea, la administración Biden luce tan fuera de control como su pupilo, realmente una imagen tétrica de un imperio en decadencia.
Israel hoy no es una nación victimizada. El holocausto, que ocurrió y fue un horror, ya no puede seguir sirviéndole de excusa para sus tropelías. El estado sionista es el principal victimario del pueblo palestino y una amenaza temible para los países vecinos y para toda la humanidad. Urge un consenso y una acción global urgente para impedir que se desate una tercera guerra mundial con consecuencias inimaginables.