Una de las características que definen la literatura es la intertextualidad, es decir, la relación de un texto con otros mediante varios procedimientos y el uso de esos textos en una obra literaria. Éste es el caso de la novela Ilión (2024) del escritor puertorriqueño Max Resto que desde su título hace referencia a la ciudad de Troya de la epopeya clásica La Ilíada atribuida tradicionalmente a Homero. Ilo es el fundador mítico de esa ciudad (Ilión/Troya) que se convierte en la capital de los troyanos, una ciudad anatolia de Turquía situada en el emplazamiento hoy conocido como la colina de Hizarlik (colina dotada de fuerza en turco). Todas estas referencias se hacen eco en la novela de Resto en este lado épico, paralelo a La Ilíada, mediante el cual se establece el marco del conflicto entre una fuerza policial corrupta como la unidad de operaciones tácticas de la policía militar y el mundo del narcotráfico en la Isla de Puerto Rico con la política de “mano dura contra el crimen” de la década de los años 90 durante la gobernación de Rafael Hernández Colón (1985-1993) y Pedro Roselló (1993-2001).
Hasta cierto punto recuerda la emblemática novela La guaracha del Macho Camacho (1976) de Luis Rafael Sánchez y su relación con el cuento «La autopista del sur» de Todos los fuegos el fuego (1966) de Julio Cortázar en su dimensión intertextual. Así como Sánchez sigue de cerca el cuento de Cortázar en su novela, Resto relee y recontextualiza la tradición épica de una manera lúdica en su novela Ilión, de unas 310 páginas, publicada en la Colección Narrativa Breve “Susodinho Araujo DaSilva” de Yagunzo Press International con ilustraciones tomadas de The Story of Iliad de Alfred John Church hechas por John Flaxman y una última imagen de la muerte de Aquiles hecha por Alexander Rothaug en Alemania. En otras instancias de la narración se retoman técnicas narrativas del Boom hispanoamericano reescribiendo la icónica primera oración de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez donde el Coronel Aureliano Buendía recuerda la tarde en que su padre lo lleva a conocer el hielo: “Muchos años después frente al umbral de la muerte, el adorado cacique Héctor había de recordar aquella tarde remota en que Príamo lo llevó a conocer el hielo” en el momento en que llega el primer encargo de droga para ser distribuida: “varios bloques de dos kilogramos de una cocaína que le hacía brotar pelo a los pectorales más lampiños”.
Ilión es ese “impenetrable lugar fuertemente fortificado”, epicentro del tráfico de drogas, de la París pura (cocaína) codiciada por todos (“la más pura de todas las puras jamás pensada”), lugar al que deben invadir y desmantelar las fuerzas del gobierno para aparentar el “triunfo” fallido contra el crimen y apoderarse del negocio de la cocaína para continuarlo de modo clandestino dominado por las fuerzas del poder en la isla. En un acto de narrar que copia y continúa el lenguaje formular de la épica, así como la técnica de catálogo de las Naves, donde se detallan las fuerzas que participan en el conflicto, y el narrador se embarca en una historia que hace una excelente radiografía de los dos ejércitos o fuerzas enfrentadas en esta lucha por el control del poder y el narcomenudeo. La geografía de una ciudad llamada San Juan, entre la ciudad amurallada, el Barrio La Perla, los caseríos o residenciales de la zona de Santurce, el antiguo barrio Cangrejos durante la Colonia, está el escenario en el cual los personajes con nombres de héroes y dioses griegos, muchos con apellidos criollos, se desenvuelven a sus anchas: Doña Hécuba, Elena Pardo de Gracia, Don Poseidón Náter Plaza, Aquiles Flores, Ulises Parés-Iriarte (el periodista), Don Atreo Gracia, Menelao Gracia, Héctor, Antíloco Crespo, Hera, Atenea, Néstor Pérez, Agamenón Gracia, etc.
La estructura de la épica (inicio, desenlace y fin) como estipuló Aristóteles en su Poética se cumple a cabalidad en los cuarenta y siete capítulos de Ilión. Los veinticuatro cantos de La Ilíada de Homero se reescriben desde la perspectiva isleña y sus conflictos modernos en los capítulos de la novela desde la peste y la cólera hasta el rescate del cadáver de Héctor pasando por el sueño de Agamenón y la Beocia, los juramentos y Helena en la muralla, la violación de esos juramentos y revista de las tropas, la gesta de Aquiles, la gesta de Agamenón, el combate en la muralla, el engaño de Zeus, la gesta de Patroclo y la gesta de Menelao, entre otros sucesos claves. Cada una de estas historias clásicas se recuentan y reescriben en el escenario del Viejo San Juan, el Barrio La Perla (Ilión) y la zona metropolitana de la capital en sus espacios de comunidades especiales llamadas residenciales o caseríos con nombre ficticios de corte mitológico, como Las Briseidas (de Briseida, viuda de Tróade que fue raptada durante la guerra de Troya por Aquiles) o Los Licios (de Licio, el Aquiles romano) así como otras barriadas aledañas como Barrio Bermejo. Y en este sentido, el espacio de la ciudad es también uno de los personajes centrales de la trama.
Con una maestría excepcional Max Resto restaura para el imaginario boricua la época de conflictos políticos de los años 90 que marcaron lo que fue la política puertorriqueña hacia finales del siglo XX sin necesariamente hacer una novela histórica documentada sino una especie de épica novelada de nuestra formación como nación fracturada por la colonia y sus secuelas. La invasión de Ilión es la metáfora del poder consolidado de las autoridades que participan de la corrupción en el juego sucio de la política que promueve lo que prohíbe y, en una hipocresía atroz y mezquina, disfraza las supuestas fuerzas de la ley y el orden apoderándose de los márgenes para mover los hilos por detrás como si nada hubiera pasado. La redada final es una farsa para recibir “las bondades del perdón cuando se le cumplan las breves promesas del olvido” en esta preclara reescritura criolla de La Ilíada de Homero que es Ilión de Max Resto.