La poesía visual y violenta de John Wick: Chapter 4

 

 

Especial para En Rojo

Hace unas semanas, el crítico de cine del New York Times, A. O. Scott, anunció que se retirará del periódico. He seguido el trabajo de Scott desde hace años. Sus videos cortos producidos por el New York Times analizando clásicos del cine, que pueden encontrar en YouTube, son maravillosos. La noticia me sorprendió no solo porque no lo podré leer más, sino también porque es relativamente joven. A sus 56 años, ha tenido una carrera que para muchos de nosotros es un sueño. Pero Scott no pudo más. En una entrevista en The Daily, el podcast del New York Times, Scott admitió que él se considera a sí mismo un acompañante de cada espectador que lo lee. Él participa de una conversación con sus lectores que, aunque no los oye, los imagina. Sin embargo, en los últimos años, Scott ha sentido un creciente resentimiento agresivo en contra de sus opiniones. El dominio de los poderosos estudios de Hollywood, que se han adueñado de las salas de cine, ha empujado películas más personales a exhibirse en pocos teatros o en plataformas de streaming. A Scott no solo lo afecta este monopolio de los espacios, sino también el monopolio del pensamiento que lo persigue cuando despotrica en contra de alguna superproducción de Marvel o en el más reciente bombardeo visual de CGI. Acepto la ira sonsa de algunos en enfrentar el pensamiento crítico o perspectivas opuestas en cuanto al arte. Aunque entiendo a Scott, no estoy de acuerdo con su rechazo a Hollywood. Nuestra experiencia como espectadores continúa evolucionando al igual que las maneras en que se filman y se exhiben las historias. Recordando la búsqueda de la poesía entre líneas de Quentin Tarantino, tanto el mundo de una niña silenciosa en Irlanda como el que trata de salvar el más reciente superhéroe de DC siempre reflejan el potencial poético. Y si no, se pudrirá en el olvido. Escribo porque me consta que cada lector/espectador, independientemente de sus desacuerdos conmigo, puede considerar la poesía de las ciudades coloridas y violentas de John Wick: Chapter 4 (dir. Chad Stahelski, EEUU y Alemania, 2023).

En John Wick: Chapter 4, Wick busca su libertad del High Table, la autoridad máxima del bajo mundo. El Marqués, un villano caricaturesco actuado deliciosamente por Bill Skarsgård, puede liberarlo, pero prefiere erradicar la idea que representa John Wick. Por esto, no solo destruye el Hotel Continental y deja a Winston (Ian McShane) excommunicado, un estado en el que queda desprotegido del High Table; sino que también obliga a un honorable asesino ciego, Caine (Donnie Yen), y a un hábil rastreador que se identifica como Nobody (Shamier Anderson) a matar a Wick. Aunque la película puede sentirse algo pesada ya que dura casi tres horas, los recovecos de ese mundo que se expande por todo el globo, las actuaciones sólidas y las extendidas peleas tan únicas son elementos suficientes para hacer de este capítulo el mejor de la tetralogía. Me parece que John Wick (dirs. Chad Stahelski y David Leitch; EEUU, Reino Unido y China; 2014) es la más directa en cuanto a su dirección narrativa. Esta se puede resumir de una manera muy sencilla: a Wick le matan el perro, lo único que le queda de su esposa que murió, y este sale a buscar venganza. Esta simple premisa abre las puertas a un mundo que se esconde en los intersticios de nuestra realidad. Ese bajo mundo de asesinos casi inmortales existe a las sombras del nuestro. Por eso es que nadie se da cuenta cuando un hombre sin techo en la estación del tren ayuda a desaparecer a Wick en John Wick: Chapter 2 (dir. Chad Stahelski; EEUU, Italia, Hong Kong y Canadá; 2017). Aunque el capítulo más reciente peca de tener una trama innecesariamente complicada, su magia está en la expansión de ese mundo que no cesa de maravillarnos.

La influencia de The Good, the Bad, and the Ugly (dir. Sergio Leone; Italia, España y Alemania Occidental; 1967) es clara en la película. John Wick tiene tres personajes que chocan constantemente a través de la historia. La experiencia de Chad Stahelski como stuntman es evidente en sus roles de director de la película y de coreógrafo de pelea. Stahelski sabe cómo filmar las largas secuencias de pelea que localiza en espacios que brillan con una oscuridad romántica. Desde una pelea en medio de una calle con mucho tránsito a pasos del Arco de Triunfo en París hasta una confrontación en unas escalinatas donde los enemigos van cayendo escaleras abajo, cada majestuoso encuentro es una joya visual. Inclusive, Stahelski sabe desde dónde mirar cada enfrentamiento. Una de las secuencias más alucinantes es cuando Wick va de cuarto en cuarto disparando una escopeta con balas explosivas y la cámara lo captura todo desde arriba. Además, cada batalla lleva una coreografía de violencia tan bella como tan destructiva. Stahelski le da a cada personaje movimientos singulares que reflejan sus particularidades. Mientras Wick pelea como un tren, tirándose en contra de sus contrincantes sin titubear, Nobody usa su arma desde lejos o pelea a puños en un estilo callejero. Sin embargo, la estrella de la película es Donnie Yen que, a sus 59 años, pelea con una energía y una precisión impresionantes. Su trabajo físico en la tetralogía de Ip Man (dir. Wilson Yip, Hong Kong y China, 2008-2019), ligeramente inspirada en la vida de Yip Man, el maestro de artes marciales de Bruce Lee, demuestran la delicada caligrafía corporal con la que Yen también se mueve contra cada adversario en John Wick: Chapter 4.

Tanto como A. O. Scott, imagino a mi lector como un espectador con el que dialogo sobre el potencial poético de cada película. Por esto, tengamos desacuerdos. Una película que no lleve a la discusión o que sea imposible de problematizar, no merece nuestra atención. De hecho, una obra de arte tiene que ser interpretada de diversas maneras, aunque muchas de estas se contradigan. Si usted está convencido que John Wick: Chapter 4 no es lo suyo, la vida es muy corta para perder su tiempo en ella. Pero si tiene ganas de experimentar con una excelente superproducción de Hollywood, dele una oportunidad a John Wick: Chapter 4 ya que la violencia de su poesía visual merece su atención.

 

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