La soledad urbana de los amantes en In the Mood for Love

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Especial para En Rojo

 

 

“It is a restless moment. She has kept her head lowered to give him a chance to come closer. But he could not for lack of courage. She turns and walks away. Hong Kong, 1962.”

 El epígrafe de la película, In the Mood for Love (dir. Wong Kar-wai, Hong Kong y Francia, 2001), que también uso para abrir mi artículo, resume en unas líneas la profunda relación entre la señora Chan (Maggie Cheung) y el señor Chow (Tony Leung). La inquietud entre ambos nunca amaina, ni con un abrazo mientras ella llora ni cuando se encuentran bajo una ventana en una noche lluviosa. La señora Chan no siempre lleva su cabeza baja, pero sus trajes impecables son la colorida armadura que mantiene sus emociones a raya. La vulnerabilidad se esconde de las miradas imprudentes. El señor Chow puede haber carecido de valentía por proteger la reputación de ella, o quizás la suya y la de su esposa, o quizás su posición social. No está del todo claro, pero esa incesante tensión entre ambos hace de In the Mood for Love uno de los romances más maravillosos del cine.

La película tiene una poesía visual despampanante. Christopher Doyle, que ha trabajado como cinematógrafo de Wong Kar-wai en la mayoría de sus proyectos, sigue a la señora Chan. En uno de sus encuentros delicados, ella lleva una fiambrera en la mano que contrasta con un regio vestido verde de cuello alto enfatizando su elegancia. En cámara lenta, la señora Chan anda al ritmo del emotivo “Tema de Yumeji,” compuesto por Shigeru Umebayashi. Al doblar una esquina de la callejuela oscura, comienza su descenso por unos escalones. El señor Chow, en su traje gris de corbata oscura, viene subiendo. Se cruzan, se miran por menos de un segundo y continúan su camino. Pero Wong Kar-wai no nos permite seguirlos. Ellos no se conocen bien todavía. El director mantiene nuestra vista en la lámpara junto a la escalera, un tipo de pausa que nos avisa que algo está por venir. Y llega la lluvia.

Cómo no enamorarse de una película donde los retraídos señora Chan y señor Chow, cada uno casado con su respectiva pareja, se encuentran en una pensión de Hong Kong tan solo para acompañarse. Sus parejas tienen un romance secreto entre sí. Pero la señora Chan y el señor Chow no son como ellos. Quizás no están dispuestos a traicionar su amor por su pareja o puede ser que obedezcan firmemente su contrato matrimonial. Esa incertidumbre perdura, pero no es lo importante. La relación entre la señora Chan y el señor Chow se desarrolla entre miradas, toques furtivos de dedos, en las ideas que ella le da a él para sus publicaciones, en el consuelo que él le brinda a ella por la traición de su esposo. Su amor carece de una expresión física, despertando la angustia en ambos. Sin embargo, el momento en el que el señor Chow le añade un poco de mostaza picante al plato de la señora Chan y ella la prueba, demuestra una intimidad insondable con una sensualidad única.

Ese Hong Kong del 1962 es el pasado idealizado en el que creció el director, Wong Kar-wai. En una entrevista con Michel Ciment, que pueden encontrar en Criterion Channel, el director habla de la inmigración china de la postguerra a Hong Kong donde el lenguaje dominante era el cantonés. El lenguaje de los inmigrantes era el mandarín, que definió una burbuja cultural en Hong Kong donde sus miembros tenían su propia comida, costumbres y teatros donde se presentaba solo cine en su lengua. Wong Kar-wai comenta que la soledad de los protagonistas refleja la alienación cultural de la comunidad emigrante y él quiso retratar este periodo histórico en el que se crió. El tema de la soledad también es el centro de su película previa, Happy Together (Hong Kong, Corea del Sur y Japón; 1997). En esta, Lai Yiu-fai (Tony Leung) se encuentra atrapado en Argentina por una trastada que le jugó su novio, Ho Po-wing (Leslie Cheung). Por una serie de giros, Ho vuelve a Lai y ambos reviven su pasión en una cocina. Las paredes de la cocina están cubiertas de losetas blancas algo sucias y ollas olvidadas sobre una larga estufa. En el centro, Lai y Ho bailan un tango. La coreografía, algo torpe y sumamente sensual, transforma la cocina, un espacio cotidiano, en un escenario de ensueño. Asimismo, el Hong Kong que habitan la señora Chan y el señor Chow, de callejones oscuros y edificios viejos, deviene en una expresión de la profundidad romántica de su relación. La señora Chan viste sus bellísimos trajes con un moño que acentúa su cuello largo siempre cubierto por el vestido. Por momentos, el espacio urbano choca con la ropa colorida de ella, acercando la imagen a las almas solitarias y elegantes que pueblan la ciudad en la pintura New York Movie de Edward Hopper. El mundo exterior es una extensión de la turbulencia interior de los protagonistas. En el hotel donde el señor Chow la espera para escribir, la señora Chan transita lentamente un pasillo angosto con cortinas de rojo sangre, el mismo color de su vestido. La cámara, desde un punto bajo, se mantiene estática al principio del pasillo mientras ella se aleja, tal vez imitando las miradas juiciosas de los vecinos o quizás un reflejo del miedo de los protagonistas. Pero el rojo exterioriza los volcanes internos de cada personaje. William Chang, que funge como director de arte y diseñador de vestuario, crea un mundo tan romántico y oscuro, repleto de texturas y colores, que solo brilla entre el humo del cigarrillo y bajo la tenue iluminación interior de un cuarto de hotel.

Cerca del final, la señora Chan se guarece bajo un alero por un aguacero que enchumba la noche. Su vestido de flores coloridas esconde la tristeza del final de la relación. El señor Chow se acerca. Ambos intercambian algunas palabras. Pero la cámara se enfoca en sus manos, en cómo el señor Chow la suelta y se va, y en cómo la señora Chan aprieta su brazo, casi enterrándose las uñas, para exteriorizar el dolor de la despedida. Aunque parece que he dicho mucho sobre la historia, realmente nada de lo que he escrito se acerca a la experiencia de ver In the Mood for Love. Hay tomas que me llevan a las lágrimas por su sutileza y más si están acompañadas por el ”Quizás, quizás, quizás” y el “Aquellos ojos verdes” de Nat King Cole. La película la presentarán en Fine Arts el 25 y 26 de octubre junto a una selección de películas de Wong Kar-wai. Aunque pueden alquilar In the Mood for Love en cualquier plataforma online, no la dejen de ver en el cine para que sientan la magnitud de un clásico.

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