Las cartas de Gramsci a Einstein

 

En Rojo

 

«El viejo mundo está muriendo; el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos».

Esta cita de Antonio Gramsci hace referencia a su análisis de la crisis del sistema capitalista y la transición hacia una nueva forma de sociedad. Gramsci argumentaba que en momentos de transición histórica, la vieja forma de sociedad entra en crisis y pierde su capacidad para mantener el orden social existente. Al mismo tiempo, la nueva forma de sociedad que está emergiendo aún no tiene el poder suficiente para reemplazar completamente al sistema anterior.

Tengo la certeza de que el viejo mundo está muriendo. Por eso escribo poemas, novelas sobre guerras olvidadas o ejecuciones de policías imperialistas. Hoy pienso en esa cita de Gramsci, por alguna razón misteriosa. Me digo que lo que tarde el nuevo mundo en aparecer es relativo. A fin de cuentas, el tiempo es relativo. Imagino a Albert Einstein, ese pacifista genial, enviándole cartas a Gramsci del mismo modo en que se carteó con Sigmund Freud. En esa carta imaginaria, el físico le diría que el tiempo es relativo. Postularía en una fina letra de profesor de los de antes, que el tiempo y el espacio son dos aspectos de una sola entidad llamada espacio-tiempo, y que es una estructura dinámica que puede ser afectada por la gravedad y la velocidad.

“Antonio, el tiempo no es un concepto absoluto, sino que puede variar según la posición y el movimiento del observador. Esto se debe a que la velocidad a la que se mueve un objeto puede afectar la percepción del tiempo, lo que se conoce como la dilatación del tiempo. En otras palabras, el tiempo se ralentiza a medida que la velocidad aumenta, lo que significa que dos observadores en diferentes posiciones y movimientos pueden medir tiempos diferentes para un mismo evento.

Además, la relatividad también sugiere que el tiempo se ve afectado por la gravedad y la curvatura del espacio-tiempo. Por ejemplo, el tiempo en la superficie de un planeta es ligeramente diferente al tiempo en el espacio exterior, debido a la diferencia en la fuerza gravitatoria” escribiría Einstein.

Gramsci le contestaría pero el físico recibiría la carta en Princeton, en 1954, cuando ya el italiano habría fallecido. “Molto interessante. Devo spiegare, per continuare il dialogo” escribiría Gramsci en su carta y que paso a traducir para beneficio de los lectores: “el tiempo no es un concepto abstracto e inmutable, sino un fenómeno histórico y socialmente construido. Es un elemento fundamental de la lucha política y cultural en una sociedad, y considero que la comprensión del tiempo histórico es esencial para el análisis de las relaciones de poder y la transformación social”.

Einstein limpiaría sus gafas de lector y continuaría extasiado cada línea del filósofo. “Le adjudico mucha importancia a la «historia presente», es decir, a la comprensión de cómo el pasado ha dado forma al presente y cómo el presente está configurando el futuro. El presente no puede ser entendido sin una comprensión de la historia, y los movimientos políticos y sociales deben estar arraigados en la realidad histórica si quieren tener éxito.

Además, el tiempo es un elemento clave en la construcción de la conciencia de clase y la formación de la hegemonía cultural. Como usted sabrá, señor Einstein, la clase dominante no sólo mantiene su poder a través de la fuerza, sino también a través de la construcción de una visión del mundo que es aceptada y asumida por la mayoría de la sociedad. Esta construcción cultural de la hegemonía se fundamenta en gran medida en la manipulación del tiempo y la creación de narrativas históricas que justifican la posición de la clase dominante en la sociedad”.

Lamentablemente, no existen tales cartas. Pero uno puede imaginar lo que quiera. Puede uno como lector quedarse saboreando la palabra “claroscuro” y si será posible que en ese uso de contrastes de luz y sombra de este momento histórico uno pueda determinar de manera precisa lo que es la ilusión e profundidad, volumen y textura. La metáfora de Gramsci se refiere, obviamente, a un período de transición histórica en el que se producen contrastes y tensiones entre las fuerzas que buscan mantener el orden establecido y las fuerzas que buscan instaurar un nuevo orden; el espacio intermedio entre la vieja y la nueva sociedad. Es en ese “intermezzo” -interludio, que es más lindo que “intermedio” y es del universo metafórico musical- pueden surgir «monstruos», como movimientos políticos extremistas, que buscan llenar el vacío de poder dejado por la crisis del sistema anterior.

Ciertamente, Gramsci creía que, para superar esta crisis y construir una nueva sociedad más justa y equitativa, era necesario el surgimiento de una nueva clase dirigente, una «intelectualidad orgánica» capaz de articular las demandas y necesidades de las clases subalternas y liderar la transformación social. Esta intelectualidad orgánica debía surgir a partir de una educación popular y una cultura crítica, que permitiría a las masas tomar conciencia de su situación y organizarse para luchar por sus derechos.

Pero, tómenlo con calma. En este claroscuro, interludio, “surgen los monstruos». Durante estos períodos de incertidumbre y cambio, la lucha por el poder puede volverse especialmente intensa y peligrosa, y que la falta de un liderazgo claro y un proyecto político coherente puede dar lugar a la aparición de líderes carismáticos y movimientos políticos radicales y autoritarios. Y los monstruos no son aterradores todo el tiempo. Quiero decir, El «monstruo» no es por obligación un dragón o un minotauro, o como el monstruo de Frankenstein o Godzilla.

Sin embargo, en el contexto de la cita de Gramsci, «En este claroscuro surgen los monstruos», la palabra «monstruos» se utiliza en un sentido más metafórico. Se refiere a personas, grupos o ideologías que, en tiempos de crisis y transición histórica, buscan llenar el vacío de poder dejado por el sistema anterior y que pueden tener una influencia negativa en la sociedad.

Estos «monstruos» pueden tomar muchas formas: pueden ser líderes autoritarios, movimientos políticos extremistas, grupos violentos o cualquier otra fuerza que busque imponer su voluntad sobre la sociedad y restringir la libertad y la igualdad de las personas.

En este sentido, la palabra «monstruo» se refiere a la idea de que estas fuerzas pueden ser peligrosas y destructivas para la sociedad, y que es importante estar atentos a su surgimiento y trabajar para prevenir su influencia negativa en la sociedad.

Por lo tanto, la frase de Gramsci «En este claroscuro surgen los monstruos» sirve como una advertencia sobre los peligros que pueden surgir durante los períodos de transición histórica, y la necesidad de construir una nueva forma de sociedad más justa y democrática, liderada por una intelectualidad orgánica comprometida con los valores de la igualdad y la libertad.

El término «monstruo» se refiere comúnmente a una criatura imaginaria, aterradora y fuera de lo común. En este sentido, un monstruo puede ser una figura mítica o legendaria, como un dragón o un minotauro, o puede ser una creación de la literatura o el cine, como el monstruo de Frankenstein o Godzilla. Estos «monstruos» pueden tomar muchas formas: pueden ser líderes autoritarios, movimientos políticos extremistas, grupos violentos o abogadas canónicas que pueden ir al Vaticano a postular o artistas carismáticos cantando en la frontera de Colombia y Venezuela, o cualquier otra fuerza que busque imponer su voluntad sobre la sociedad y restringir la libertad y la igualdad de las personas.

¿Tendría que nombrarlos? No. Mejor imagino un epistolario. ¡Qué se yo! ¿Y si Mary Wollstonecraft Shelley le escribiera también sus cartas a Gramsci en una noche lluviosa?

 

 

 

 

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