Los que realmente levantan a Puerto Rico

A ,tres meses del paso del huracán María por Puerto Rico, la evaluación de la mayoría de los puertorriqueños de dentro y fuera de la isla, y de la comunidad internacional sigue siendo la misma: ni el gobierno federal ni el local han sabido –han querido– atender la emergencia nacional desarrollada a raíz del fenómeno atmosférico.

Las primeras semanas luego del embate, mientras los y las puertorriqueñas hacían largas filas con la esperanza de calmar alguna necesidad básica, se hacía obligatorio el tema del manejo de la situación en Puerto Rico por parte del gobernador y las autoridades pertinentes.

Tras días de espera, cuando por fin llegaban suministros de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) a algún pueblo de la isla, la gente reaccionaba con molestia porque no se le podía llamar alimento a los productos altos en sal o azúcar que repartía esa agencia. El sentir se repetía a diario, más cuando a la tercera semana de María los avances en telecomunicación (44%), electricidad (11.70%), agua (56.24%) y distribución de comida eran más lentos de lo esperado.

El país se encontraba sumergido en el desánimo y el sentimiento era general: malestar por las acciones del presidente Donald Trump a su llegada a la isla, por la inacción de FEMA respecto a los toldos azules, por la decisión unilateral del Departamento de Educación de mantener las escuelas cerradas aunque ya contaran con servicio de electricidad y agua potable, por el tiempo perdido en las largas filas para realizar cualquier diligencia necesaria, por la merma en la distribución de artículos a los supermercados…

Sin embargo y para contrarrestar esa crisis social e ineficiencia del aparato gubernamental, decenas de iniciativas de base comunitaria apostaron –muchas de ellas continúan con el esfuerzo– a la solidaridad para contribuir a la redirección de la isla. Durante todo este tiempo, estos colectivos han trabajado arduamente abriendo caminos, podando árboles, llevando suministros, preparando alimentos, dando fortaleza emocional, limpiando fincas, poniendo toldos, ofreciendo experiencias educativas y culturales, entre otras ayudas.

Aunque no bastaría este escrito para reseñar todas las organizaciones que se han gestado tras María, sí alcanza el espacio para destacar la labor de algunas de ellas. En el oeste de Puerto Rico, por ejemplo, dos proyectos que han estado trabajando son la Brigada Solidaria del Oeste y el Instituto Universitario para el Desarrollo de las Comunidades, adscrito al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). El primero fue organizado luego de María; el segundo cuenta con años de experiencia en el quehacer comunitario.

“Sabíamos que lo que venía no iba a estar fácil, pero sobre todo que la inacción del gobierno estatal y federal para atender los problemas del oeste iba a ser una realidad. Así que, ante este panorama, nos empezamos a organizar en una iniciativa que ha identificado las necesidades en los sectores más remotos del oeste, en barrios de Las Marías, Maricao, Mayagüez, Añasco, Aguada, Cabo Rojo, los ha visitado y llevado alimentos”, expresó una de las portavoces de la Brigada Solidaria del Oeste, Raquela Delgado-Valentín. Además, esta brigada ha apoyado económicamente y con personal a diferentes comedores sociales que se han autogestionado por y en las mismas comunidades.

Por su parte, la directora del Instituto Universitario para el Desarrollo de las Comunidades, Luisa Seijo-Maldonado, expuso que este proyecto universitario involucra a profesores, profesoras y estudiantes del RUM. Hace años este instituto ha vinculado la sala de clase con experiencias de colaboración en distintas comunidades a través de toda la isla. De los esfuerzos del Instituto se han beneficiado más de 500 familias de sectores como Añasco playa, El seco y La salud en Mayagüez, Corozo en Cabo Rojo, Naranjales en Las Marías, y Las indieras en Maricao.

De otro lado, a través de la iniciativa Plato Caliente, Rafael Rodríguez tuvo la intención de repartir comida caliente gratuita a deambulantes y personas de escasos recursos residentes de municipios o sectores como Carolina, Hato Rey, Cataño, Río Piedras, Bayamón, Canóvanas. Para confeccionar los alimentos, que llegaron a ser 2 mil servicios de almuerzo diarios, Rodríguez reunión un grupo de voluntarios, solicitó donativos y utilizó las cocinas de los restaurantes el Grillón y el Psycho Deli en la calle Cerra en Santurce, Di Palma en Condado, Agua Viva en Viejo San Juan y Flor de Parcha en Río Piedras.

Igualmente, a partir del Centro para el Desarrollo Político, Educativo y Cultural (CDPEC), iniciado en 2011, se han formado varios proyectos de comedores sociales y de centros de apoyo mutuo que han estado al servicio de distintas comunidades durante estos tres meses tras el paso de María. En ese sentido, la misión del CDPEC es generar experiencias de autogestión educativa, cultural y política que faciliten un mejor entendimiento del mundo, desarrollando en los involucrados e involucradas sus habilidades de análisis, trabajo colectivo y empoderamiento social.

Desde Vieques, la iniciativa Finca Consciencia ha aportado al restablecimiento de la Isla Nena antes del paso del huracán. Mediante tres proyectos, trabajan con una agricultura resiliente de base comunitaria, que produce alimentos de forma saludable y accesible para todas y todos, y que tiene la firme intención de eliminar las inequidades existentes a través de la soberanía alimentaria. Luego de María, han aportado a las comunidades viequenses con un comedor social, actividades educativas, clínicas de acupuntura, entre otros.

Por su parte, en la coyuntura del huracán, el Museo de Arte Contemporáneo con su iniciativa “El Mac en el Barrio” logró impactar a diferentes comunidades de Santurce y Río Piedras como Machuchal, Tras Talleres, Los Lirios, San José, Buenos Aires e Hipódromo. A principio de octubre y por tres semanas consecutivas, el MAC sirvió de centro de servicios para la comunidad con la ejecución de un programa educativo y cultural de emergencia que trabajó con tres componentes principales: un programa escolar de corta duración dirigido a 70 estudiantes de 4 a 16 años; un programa de apoyo psicosocial para adultos mayores y sus familiares, y una fase de actividades artísticas y culturales para el disfrute del público general.

Según piensa Marianne Ramírez, directora ejecutiva del MAC, “en todo este proceso las fundaciones sin fines de lucro y de base comunitaria han dado cátedra en términos de su agilidad. Son los líderes comunitarios los que tienen el conocimiento de las necesidades de la gente. Yo creo que una cosa importante que se ha dado es la organización comunitaria. El gobierno tiene que contar con este tipo de organizaciones para que, si vuelve a surgir un fenómeno natural – de esta magnitud – pueda responder con más efectividad”.

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