Nueva mirada a la novela Semillas amargas

[Tras la esperanza del oro negro]

 

Nellie Bauzá Echevarría

Especial para En Rojo

“El hambre es violencia. Es una jauría de perros salvajes

que todos los años devora a tres millones de niños.

El aborto clandestino es violencia. Es una jauría de perros salvajes

que todos los años devora setenta mil mujeres.

La pederastia es violencia. Es una jauría de perros salvajes

que todos los años devora a miles de niños.

Eddie Ferraioli

 

Ya lo dijo uno de mis cantautores preferidos, el español Luis Eduardo Aute, en su canción Sin tu latido, del disco Cuerpo a cuerpo: “Hay algunos que dicen que todos los caminos conducen a Roma.” Eso fue lo que me sucedió cuando me sumergí en las páginas de la novela Semillas amargas: Tras la esperanza del oro negro del escritor Eddie Ferraioli.

Prometí leer Semillas amargas porque en el 2018, obtuvo el premio a la mejor novela histórica y de ficción, en el International Latino Book Award. Estos premios reconocen los mejores libros de escritores latinos, en español o portugués, publicados en los Estados Unidos. Se originaron en el 1997, por la Latino Literacy Now, fundada entre otros, por el actor y activista Edward James Olmos. Sin embargo, la novela recibió una reseña crítica no favorable en Puerto Rico. Por eso vino a mi mente el viejo refrán que dice: “Nadie es profeta en su tierra.” Resulta lamentable, que esta obra se haya alzado con tan prestigioso galardón, que Ferraioli fue a recibir en California, y que muchas personas desconozcan este dato tan importante. Por otra parte, es risible querer encasillar a una persona como artista del vitral y del mosaico, orfebre, no así, como un novelista. Con ironía pregunto ¿Qué haríamos con un Leonardo da Vinci? ¿El ser humano tiene que limitarse a una sola faceta? Mi respuesta es un rotundo y contundente NO.

Así fue como decidí comprar el texto en Amazon, porque el autor me indicó que adquiriera la nueva edición del 2020, de Caligrama, ya que fue seleccionada para participar por el Premio Talento 2021, que otorga esta editorial a las novelas que considera sobresalientes. Desconocía que había dos impresiones totalmente diferentes. Por causalidad, mi hermana Nydia Bauzá, vino a visitarme unos días en Semana Santa y trajo la primera edición autografiada por Eddie Ferraioli, a quien conocemos por décadas. Cuando observo con detalle ambas novelas me dije: “aquí sucedió algo y el escritor tomó la decisión de cambiar por lo menos estéticamente su texto.” ¿Qué puede hacer que un autor decida reemplazarle elementos a su creación? Obviamente, que el libro no recibiera una buena acogida como ya mencioné.

En este punto quiero enfatizar, que jamás haría un ensayo de crítica literaria, si la historia no me atrapara; tiene que haber una conexión entre escritor-texto-lector. La versión que manejo del 2020 apenas tiene cuatrocientas noventa y cinco páginas, incluyendo las obras que hasta ahora Ferraioli ha escrito. Mientras tanto, el texto de 2017, que es una obra de arte, cuenta con seiscientas diecinueve páginas numeradas. También observé que, en esta nueva publicación, los agradecimientos se modificaron; incluso se eliminaron los dibujos y viñetas del artista Rigoberto Quintana. Es decir, que hubo un nuevo trabajo de edición para quitar elementos que quizás, alguien le dijo al autor, que no debían estar. Pero Aute, termina su canción con una afirmación: “lo que pasa es que este mundo no lo entiendo.” ¡Confieso que yo tampoco!

La historia está inspirada en la familia del autor y en los relatos que de niño contaba su padre, sobre la vida en el pueblo italiano de Rivello (Alciello en el texto) en la región de Basilicata, al sur de Italia. Ferraioli por décadas, guardó en su mente los cuentos que escuchó en su infancia, y quiso plasmarlos en un libro como tributo a sus antepasados italianos. Sobre la novela, el escritor me confesó en una entrevista que le hice en su casa, el viernes, 4 de junio de 2021, que: “Es la saga de los Ferraiolli que habitan mi mente… le doy vida a un abuelo y abuela que no conocí.” Me indicó que estaba muy claro cuál sería el leitmotiv de su texto: “la emigración de sus abuelos a tierras puertorriqueñas en el 1898 y de trasfondo la Guerra Hispanoamericana.” Los protagonistas del libro son los hermanos gemelos Alessandro y Nicola Ferraiolli Florenzano, alter egos del autor, por eso llevan sus apellidos. Quedé sorprendida cuando me contó que comenzó a escribir el libro en el 2010; tardó dos años en hacerlo, y tres en editarlo, porque lo redactó a mano, ya que no sabía usar una computadora. En ese momento se levantó de su asiento y me trajo con mucha humildad, el manuscrito original, escrito en letra cursiva con todos sus legajos. ¡Me emocionó tener esta increíble oportunidad! Junto a sus gemelos, tan diferentes en actitudes y personalidad, deambulé mentalmente, por los caminos amargos que tuvieron que recorrer desde Alciello, para culminar con su encuentro en Roma, la Ciudad Eterna de Octavio Augusto. Alessandro convertido en un famoso empresario del café u oro negro y Nicola, en el ayuda de cámara del Papa León XIII que, como Alessandro, tiene visiones.

Ambos textos son diferentes y Eddie Ferraioli me confirmó que él editó el de Caligrama; este es de tapa blanda y en la portada tiene un mosaico sobre el tema del café. El escritor me explicó, que una prestigiosa familia de caficultores puertorriqueños, le pidió esa obra por encargo. En una combinación de tonos azules, lilas, verdes y rojos, puede apreciarse la imagen de un árbol de café con las semillas en plena maduración; de ahí que sean rojas. Además, sobre el cafeto, reposan felices unos hermosos sampedritos. Por su parte, la primera edición de 2017 es de tapa dura (así es que me gustan los libros) con una sobrecubierta que tiene el mismo dibujo de la portada, realizado por Roberto Quintana. Atrajo mi atención, que cuando uno abre la novela, se encuentra con una obra de arte exquisita como su autor. Esto quiere decir que la dualidad que existe internamente en Ferraioli como artista del cristal, no puede separarse de su yo escritor. Ambas facetas interactúan en esa primera edición, ya que la novela venía en una caja de madera, con el tope de cristales cromados. Ese viernes, 4 de junio de 2021, tuve la oportunidad de obtener una de esas hermosas cajas, con tonos naranjas. Eddie me aclaró que el artista plástico Roberto Quintana, para realizar la portada y los dibujos del interior, se inspiró en pasajes de la novela.

Ahora bien, ante tanto color que prevalece en esa portada original, aparece la enigmática figura de un cuervo negro. Mi mente retrocedió al capítulo VI, cuando Alessandro ya se encuentra en el monasterio de Santa María del Poggio y tiene una de sus visiones, ya que este personaje cuenta con varios dones entre ellos, la capacidad de controlar su sombra e interpretar las sombras de los otros. Al llegar al monasterio, el padre Silvano Malatrassi no le inspiró confianza y el narrador señala: “El cuerpo del padre Silvano arrojó una plumífera oscuridad sobre aquel fangal… adoptó el contorno de un inmenso cuervo… Con sus afiladas garras, el cuervo se lanzó sobre los niños llevándoselos uno a uno…” (Caligrama, p.84). De acuerdo con Juan Eduardo Cirlot, el cuervo tiene varias simbologías: “Por su color negro, asociado a las ideas de principio (noche materna, tinieblas primigenias, tierra fecundante). Por su carácter aéreo, asociado al cielo, al poder creador y demiúrgico, a las fuerzas espirituales.” (Diccionario de símbolos, p.164). En Semillas amargas, este animal reaparece en el capítulo XII, cuando Nena Paoli, que como Alessandro se dirige a la isla de Puerto Rico, en el buque de vapor Antonio López, construido en1852, ve que se aproxima una bruma muy oscura; son pájaros negros, cuervos desorientados, que invaden el barco, se estrellan en cubierta y hasta llegan a atacar a un tripulante.

Los cuervos oscilan por las páginas de la novela y en la visita que le hice en su casa, le pregunté ¿Por qué usas tanto la figura del cuervo? Incluso, hablas de unas sirenas que tienen cuerpo de pájaros. Sonriendo me contestó que los cuervos son aves carroñeras, que se alimentan de los despojos y las vio mucho en su estadía en España, donde escribió su libro de haiku. Argumentó que le gusta el lado oscuro de las cosas porque no puede desprenderse de su hemisferio artístico que ve el mundo de colores. También manifestó que le gusta mucho la obra Trigal con cuervos de Vincent Van Gogh y como si fuera poco, le encanta la película de suspenso de 1962, The Birds, de Alfred Hitchcock. Es decir, Semillas amargas como diría el crítico francés Genette Gérard está poblada de referentes intertextuales. Una vez abrimos el libro de 2017, encontramos la famosa imagen que, para algunos lectores muy sensibles, ha resultado demasiado fuerte y explícita. El propio autor compartió conmigo que algunas de sus amistades no pudieron ni con el dibujo y mucho menos, con la descripción de ese primer capítulo. Hay personas que se alarmaron con la imagen hecha a carboncillo por Rigoberto Quintana, porque en ella observamos a un recién nacido gritando desgarradoramente, mientras es acosado por una jauría, de perros famélicos: “la fiera se abalanzó sobre la criatura con la saña de un verdugo y le clavó los colmillos en el cuello. Se sacudió con frenesí, como había hecho antes con el perro que se había atrevido a retar su jerarquía, hasta desprender la cabecita del cuerpo. Mientras el perro terminaba de destrozar aquella pequeña masa sanguinolenta con sus potentes mandíbulas, la jauría corrió, ladrando y gruñendo, tras la cabecita de la pequeña, que rodaba con determinación, como si todavía la vida fluyera a borbotones dentro de ella” (Caligrama, p.17).

En la mencionada visita que le hice en su hogar, pude ver el dibujo de Quintana colgado en una pared, y lo retraté para poder deleitarme con cada uno de los detalles que contiene. En la lectura, el narrador en tercera persona omnisciente explica, que el bebé, es una niña de nombre Clarita, y que su madre Clara, había querido abortarla, por ser el fruto de la violación sexual que cometió su padre. Resulta ilógico que haya personas tan sensibles, que no pueden ver el dibujo, y mucho menos leer el capítulo, por considerarlos demasiado gráficos, pero les fascina la mitología griega, y no tienen reparos o se alarman con la historia de Cronos devorándose a sus hijos.

Semillas amargas mezcla historia y ficción, muy al estilo del realismo mágico de García Márquez; por ese motivo, el personaje de Nena Paoli y el sincretismo con la religión yoruba, me recordó la novela Del amor y otros demonios y a su protagonista Sierva María de Todos los Ángeles. No debe perderse de perspectiva que ningún escritor está exento de las relaciones transtextuales y Ferraioli no es la excepción. De manera acertada, trabaja con una variedad temática donde examina la política puertorriqueña de finales del siglo diecinueve. El autor se distancia del narrador en tercera persona, para observar a Puerto Rico como la colonia española que fue. Además, indaga en todas las repercusiones negativas que ese hecho tuvo en la mentalidad del puertorriqueño. El lector encuentra en sus páginas, referencias históricas como la fundación en 1887, del Partido Autonomista, y la llegada a la isla ese mismo año, del General Romualdo Palacio.

Su figura marca un hito terrible en la historia de nuestro país porque implementa el llamado Componte, una política conservadora, de persecución y tortura hacia los autonomistas, que se oponían a que Puerto Rico siguiera como colonia de España. Detalladamente, el escritor Eddie Ferraioli, menciona los abusos cometidos por este tirano: “entre otras cosas, la más temida de las torturas ideada por la mente perversa de los carceleros: los palillos. Al encarcelado, presunto implicado en actos contra el estado, se le introducían unos filos maderos entre las uñas y la carne hasta levantarle el casco para desprenderlo de la cutícula” (Caligrama, p.334). En Semillas amargas también encontramos los intentos fallidos de independencia, por eso las referencias al Grito de Lares, por medio de los personajes Nena Paoli Ajaccio y el Dr. Antonio Gallisá (apellido que el novelista utilizó para honrar al reconocido líder, luchador incansable de la independencia de Puerto Rico, el Licenciado Carlos Gallisá Bisbal q.e.p.d.). En la novela se describe minuciosamente, la invasión norteamericana: “Alessandro llegaría a la isla justo cuando el almirante Sampson se preparaba para bombardear la capital amurallada de San Juan…” (Caligrama, p.248). Por su parte, los buques estadounidenses están descritos como águilas en busca de una nueva presa: “lo cierto fue que aquella escuadra de aves voraces no estaba allí para garantizarles la independencia ni libertad a nadie” (Caligrama, p. 422)

La novela aborda, con mucha seriedad, los temas de las enfermedades psicológicas, porque Eddie Ferraioli me relató, que su padre sufría de bipolaridad y eso lo afectó mucho en su niñez, al grado de no poder expresarse verbalmente, y mucho menos por escrito. Soy de esas lectoras poco tradicionales que empiezan por el final del libro. Cuando leí lo que Eddie escribió sobre sí mismo, pude entender por qué en los ’80, cuando nos conocimos, no hubo conexión entre nosotros. El autor afirma: “Dejé de ser escritor cuando como resultado de una crisis emocional paralizante perdí el verbo, precisamente durante esa etapa de mi niñez. Pero hace quince años, tras casi cinco décadas de silencio, comencé a recuperar la palabra” (Caligrama, p.613). Esa revelación me dejó perpleja y quise abundar más en el asunto, porque él se expresa a través del arte, y la literatura, es otra manifestación artística. Resulta mágica su afirmación de que: “Soy simplemente un interlocutor de las musas; de algo que está fuera de mí y lo hago mío… solo lo transmito” (Caligrama p.613). Reconozco que estas palabras me erizaron la piel porque solo una persona conectada con su yo espiritual puede aseverar algo tan profundo. El autor de Semillas amargas precisa que: “Escribo como escribo por la nomenclatura de quien soy… siempre presente en mi dualidad de la vida … lo bueno y lo malo” (Caligrama, p.613). Es importante saber que los humanos somos seres duales, todos tenemos la capacidad inmensa de construir y al mismo tiempo, el potencial extremo para destruir. A propósito, Ferraioli exclama, que pertenece a dos mundos, por lo tanto, no podemos limitarlo a que simplemente sea un artista plástico, porque las personas tenemos la capacidad de ser multidimensionales: “me he nutrido de la herencia de dos naciones: Italia, de donde provienen mis abuelos paternos, los Ferraioli D’Marco, y Alemania, de donde descienden mis abuelos maternos, los Weyland Fleischman” (p. 614). Esta información es importante porque ya vamos comprendiendo el dualismo que hay en el autor; se debe a dos mundos culturalmente totalmente diferentes. Es por eso que sostengo, que Alessandro y Nicola, son sus alter egos, porque Eddie Ferraioli tiene muchas características de sus dos personajes.

Como se ha expuesto, el escritor revela la bipolaridad de su padre y sus consecuencias. En la página # 420, retumban en la mente del almirante Sampson, las oscuras palabras que su figura paterna le decía: “El hijo necio es pesadumbre de su padre” (Caligrama, p.420). El novelista retoma el tema de la demencia precoz y la esquizofrenia que sufre el personaje Nina Paoli, de quien Alessandro se enamora. Ella oye voces y es perseguida por el demonio africano Sakarabrú: “el milenario dios de la locura en la religión de los yorubas” (Caligrama, p. 310) que no la deja tranquila, porque está metido en su mente. La joven acepta que no se toma las pastillas que el Dr. Gallisá, su psiquiatra, le receta, pero luego descubrimos que había sido abusada sexualmente por Celedonio, el hijo de Romualdo Palacio, y por el sacerdote Carlos Romero Guardioli, que la lleva a que le practiquen un aborto. Asimismo, encontramos en el texto, el sincretismo religioso muy bien manejado. Ferraioli combina a perfección conceptos religiosos del catolicismo como el exorcismo y los despojos de la santería. El africano Yuroakisto entendía lo que le sucedía a Nena Paoli y le aseguró a Alessandro: “que la única forma de liberarse era que Nena se hiciera un despojo con una mezcla de hierbas y de especias que podría conseguir en los muelles de la bahía de San Juan a su llegada a Puerto Rico” (Caligrama, p.341). Al unísono se mezclan en este libro, el catolicismo, el judaísmo (porque Ferraioli desciende de judíos), la religión yoruba y la santería. El autor trabaja con temas sociales como la pedofilia por parte de algunos curas, la lascivia, la violación, el aborto, la demencia, el abuso de poder, la trata humana, la prostitución, con el personaje de la adolescente africana Marula, quien inicia a Alessandro en los placeres sexuales.

Para ser la primera novela de Eddie Ferraioli, puedo reafirmar que Semillas amargas es una novela excelente y a mí me atrapó desde la primera página, hasta la última. El autor supo manejar a la perfección diferentes técnicas narrativas como son: la intertextualidad religiosa, artística, mitológica, literaria, histórica. Lo onírico a través de los sueños y visiones que tiene Alessandro, el Papa León XIII y Nena Paoli. La técnica epistolar por las cartas que encontramos en el texto y, la caja china, una historia dentro de otra, porque conocemos a sus personajes y sus vidas; un ejemplo es la historia de Vicente, padre de Vittorio que: “había sido contratado para reparar los majestuosos mosaicos de la catedral de Monreale” (Caligrama, p. 49). De igual forma, Vicente introduce a su hijo Vittorio Ferraioli Riccardi en el arte del mosaico, porque lo lleva a la catedral para que lo ayude. Lamentablemente, para el padre de los gemelos: “Fue en la catedral de Monreale, en la <<casa de Dios>>, que Vittorio conoció a la serpiente que se escondía bajo el amparo de la sotana, el párroco Narciso Malavassi” (Caligrama, p.49) aquí tenemos una clara alusión a que el sacerdote cometió algún tipo de acto lascivo contra el niño. Esta novela por la temática puede resultar muy fuerte, para lectores conservadores que se niegan a ver la realidad que está frente a sus narices.

En resumen, la crítica literaria es una de las diversas ramas que conforman la Ciencia de la Literatura, unidas a la Teoría Literaria, la Historia de la Literatura y la Literatura Comparada, así lo afirma Demetrio Estébanez Calderón en su Diccionario de términos literarios, primera edición de 1996. La palabra crítica proviene del griego juzgar y precisamente, eso es lo que hace un crítico literario; lee un texto, lo analiza, desmenuza, pero tiene que predominar la imparcialidad y objetividad. Un buen crítico literario no puede permitirse, que creencias de cualquier tipo, afloren en su percepción de la obra literaria. Debe partir de la objetividad cuando lo hace, y no permitir que pensamientos subjetivos, se apropien de la obra que está juzgando. Contrario a un lector que lee por placer, la lectura del crítico tiene que escudriñar a fondo el texto que tiene en sus manos, porque puede destrozar a un buen escritor y convertir a uno mediocre, en excelente, con su escrito. Según Estébanez Calderón: “El crítico es, pues, un intérprete del texto y un mediador entre el autor y el público receptor” (p. 235). De ahí la importancia en mantener la imparcialidad porque el crítico puede influir positiva o negativamente en los lectores.

Un crítico literario no puede perder de perspectiva que la obra es un todo y así tiene que ser el acercamiento que se le hace, porque el texto, como bien plantea Estébanez Calderón, en la página 236 de su diccionario, tiene múltiples componentes: “(gráficos, fonológico, morfosintáctico, léxico-semántico, estilístico, temático). Decir que un libro no es bueno porque mezcla historia y fantasía no es correcto. Señalar, que un texto no es bueno, porque cuenta historias inverosímiles, donde se combina lo fantástico y lo histórico, no es una apreciación justa para el autor y mucho menos, para posibles lectores que como a mí, esa combinación supuestamente descabellada, nos gusta. Ahora solo me resta esperar las secuelas de esta interesante historia: Semillas amargas: la desesperanza y Semillas amargas: el nuevo (des) orden.

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