Rebeldes y perseguidos. Cristianos y cristianas en Puerto Rico y su lucha por la por la liberación, el ecumenismo, la justicia y la paz

 

Buenas Noches.

Muchas gracias por ofrecerme esta singular oportunidad. Constituye de veras un gran privilegio y una enorme muestra de confianza y afecto la invitación que me fuera cursada por mi querido amigo y compañero José Enrique Laboy Gómez, para participar en la presentación de este valioso libro. Es a su vez un privilegio sin par compartir desde aquí con la Reverenda Eunice Santana, amiga y compañera a quien tanto queremos y respetamos.

Les ofrezco para su consideración algunos comentarios e ideas, en apretadas líneas, con alguna que otra redundancia o exabrupto, quizá provocativos, con toda la intención buena de que generemos entre nosotros y nosotras algunas inquietudes y pensamientos relacionados de una u otra forma con el contenido del libro –Rebeldes y perseguidos— que consideraremos esta noche.

Debemos reconocer, primero que todo, que este libro reivindica la importancia de la recuperación de la historia nacional, en este caso de valientes y arrojados religiosos y religiosas de Puerto Rico en las postrimerías del siglo veinte. Afirma el valor de conocer personajes y sus ejecutorias, grupos y sus desafíos, perseguidos y perseguidores, en una colonia como Puerto Rico en la que, como tal, no se supone que se haya forjado o se forje una historia propia, ni de religiosos ni de nadie; que se supone que no tenga héroes o mártires; en la que no se supone que se sea alguien, un sujeto histórico individual y colectivo, sino meramente algo, una cosa de la que se puede disponer al antojo del dominador. En ese sentido mayor, este libro es una victoria de la Nación, que existe, que se construye cada día, que enfrenta, resiste, conspira y triunfa.

El autor ha liberado del anonimato y la invisibilidad a un valiosísimo conjunto de protagonistas de nuestra historia, los cristianos y cristianas que han sufrido persecución y discrimen por haber cometido el pecado de comprometerse y luchar por la libertad y la justicia social. A través de quinientas noventa páginas, les hemos conocido y admirado, y han contribuido a fortalecer nuestro espíritu y nuestra auto estima individual y colectiva.

Es igualmente significativo el reconocimiento que se hace a la vinculación del desarrollo ideológico y el compromiso social de estas personas y organizaciones con lo que acontece en América Latina y el Caribe, es decir, la latinoamericanización del compromiso religioso y social liberador puertorriqueño. No somos una ínsula pequeña e insignificante, perdida en el mar océano. Somos hijos e hijas de una inmensa y maravillosa América Nuestra, que se esfuerza por avanzar dignamente hacia el porvenir.

Resulta particularmente valioso el reconocimiento del rol de la mujer religiosa, progresista y militante, organizadora, dirigente y personaje principal de las luchas libradas durante los años estudiados. Todo ello diferente y contrario a la visión de sumisión y silencio de la mujer, tan estereotipada a través de la historia, por esa religión tan pronunciadamente patriarcal y machista.

Llama la atención la complejidad y los riesgos de reivindicar espacios religiosos progresistas y comprometidos socialmente desde una iglesia Católica institucionalmente verticalista, conservadora, represiva e intolerante, convertida ella misma en perseguidora y en cómplice de otros perseguidores.

Asimismo, es relevante el valor del compromiso social de sectores progresistas de diversas iglesias protestantes que, no lo olvidemos, fueron traídas a Puerto Rico por los invasores de 1898, con el objetivo calculado de afianzar el colonialismo y la asimilación, todo ello en nombre de Dios.

Merece atención especial el ecumenismo promovido por los diversos grupos de religiosos y religiosas rebeldes, es decir, la capacidad de forjar la unidad o la alianza en la acción concreta, por ejemplo en la lucha por la paz de Vieques, en defensa del ambiente y por la liberación de nuestros presos políticos. La nuestra, nos enseñan con su ejemplo, deberá ser una Nación ecuménica en todos los sentidos, si aspira a avanzar en la ruta de la libertad y la justicia social.

Inevitablemente –y como debe ser– la lectura de este libro provoca inquietudes, genera preguntas y obliga a una reflexión que va más allá de la información, los datos y la narración contenida en el mismo, sobre lo cual el autor, confiamos, deberá profundizar en un futuro proyecto literario e investigativo. En ese sentido, este libro debe considerarse un paso necesario hacia una reflexión y análisis abarcadores, una interpretación histórica exhaustiva y una indispensable profundización, sobre eventos y protagonistas diversos que marcan decisivamente –lo hemos constatado aquí– nuestra historia nacional.

Preguntémonos, entonces, ¿quiénes son los rebeldes y perseguidos y quiénes los perseguidores?

¿Contra qué o quién se rebelan estos rebeldes? ¿A favor de qué? ¿Su rebeldía es sólo contra el proceder de las iglesias institucionales o va más allá, contra modelos políticos, económicos y sociales responsables de la pobreza y la desigualdad y la injusticia social? ¿O contra ambos?

¿Acaso son delincuentes; quizá subversivos?

¿Por qué les persiguen los perseguidores? ¿Qué han hecho o dejado de hacer para merecer la persecución de la que han sido objeto estas personas tan comprometidas con el bienestar y la felicidad humana? ¿Por qué se ha llegado al extremo de la persecución y la intolerancia? ¿Por las ideas, por los principios, por las utopías, por las aspiraciones y sueños que, después de todo, sólo encarnan bondad y solidaridad?

¿Es este un conflicto trascendido o se mantiene en la actualidad?

¿Mantiene vigencia hoy lo expresado por nuestro querido Samuel Silva Gotay cuando indicaba hace cuatro décadas, que “…los cristianos optaron por el instrumental socio analítico del marxismo para la crítica social y optaron por el proyecto histórico del socialismo frente al carácter opresor y explotador del capitalismo”, o vamos a suscribir la idea retrograda del fin de la Historia? (p. 41)

¿Se trata de un asunto estrictamente religioso? ¿Tiene que ver con la justicia en la Tierra, con la salvación del alma en el cielo, o con el atrevimiento de ver lo uno y lo otro como una misma cosa?

¿Es que existe diferencia entre un educador rebelde, un obrero rebelde, una artista rebelde, una ambientalista rebelde, y un religioso o religiosa rebelde, sobre todo en lo que tiene que ver con su comprensión de la realidad, con cómo es la vida y particularmente con cómo debe ser y cómo deben ser las relaciones humanas?

¿No son una y la misma cosa, después de todo, componentes, materia prima, de un pueblo rebelde? ¿No es acaso el mismo objetivo de la rebelión, en sus causas y consecuencias?

¿Qué alternativa ofrecen los religiosos y religiosas que levantan como bandera la opción por los pobres (y los desafortunados); la misma bandera que ofrecen otros rebeldes quienes, sin ser religiosos reivindican valores y aspiraciones similares? ¿Cómo compagina con la doctrina social de la Iglesia? ¿Esa era, según la tradición, la opción de Jesús, aquel que prefería reunirse e identificarse con los enfermos, los desvalidos y marginados?

La hermana Carmen González Arias responde sin titubeos: “Un subversivo es quien se rebela ante las cosas que no son justas para el bien común. En ese sentido, se puede decir que Jesucristo fue subversivo”. (p. 560)

¿Por qué rebeldes y no revolucionarios? ¿O es que, al menos una parte de ellos y ellas sí lo son? ¿También Jesús?

¿Qué alcance tiene la así denominada opción por los pobres? ¿Qué implicaciones tiene?

¿Sólo los religiosos rebeldes y perseguidos afirman la opción por los pobres? ¿Los perseguidores no?

¿Quiénes son los pobres?

¿Es sólo a la pobreza material a la que se refiere ese objetivo o hay algo más?

¿Se conforma con ser una concepción asistencialista, caritativa, que colinda con la mendicidad, una suerte de discurso populista sobre los pobrecitos pobres, descamisados del alma, a quienes no les queda otra alternativa existencial que padecer su condición de pobres; o va mas allá? ¿No se corre el riesgo de rendir, alguna manera, culto a la pobreza, más  bien, a la “cultura de la pobreza”? ¿Una suerte de fetiche abstracto y fantasmal, omnipresente  e insuperable? ¿Una identidad más que una condición material y espiritual?

¿Por los pobres o contra la pobreza? ¿Por los pobres o por la transformación radical de la sociedad en una superior en la que prevalezcan la justicia y el amor?

¿Seres humanos pobres y ricos, o seres humanos empobrecidos y enriquecidos? ¿Pobres o explotados; pobres y explotados?

¿La pobreza –no los pobres—es una condición en sí misma, o es consecuencia de una situación económica, política, social, cultural y humana históricamente dada? ¿Se puede hablar de la “civilización de la pobreza”?

¿Se quiere acabar con la riqueza, o se quiere acabar con los privilegios de los  ricos y la injusta y desigual distribución y disfrute de la riqueza material? ¿O es posible la coexistencia o cohabitación armoniosa entre unos y otros?

¿Qué posición asumimos, entonces, ante la explotación económica, la desigualdad en el acceso a la riqueza, y la infelicidad de quienes no son precisamente pobres pero tampoco ricos?

¿Existe o no existe la lucha de clases? ¿Cómo concilia la visión cristiana rebelde y perseguida con la Teología de la Liberación?

¿Qué espacio queda para los ricos en el reino de Dios y para alcanzar la salvación eterna? ¿Tienen que renegar de su riqueza o podrán ir al “cielo de los ricos”? ¿O van al infierno? Las almas de los perseguidores, ¿a dónde irán a parar?

¿La pobreza y la desigualdad, la injusticia social y la persecución, el odio y la explotación, son parte de la creación divina; como el amor y la bondad?

Escuchemos lo que nos dice Samuel Silva Gotay:

“El Dios de la tradición hebrero-cristiana no es un Dios imparcial. Es un Dios parcializado a favor de los pobres y oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de los que no tienen pueblo, de los enfermos, de los débiles. En los textos bíblicos este Dios está en contradicción, conflicto y antagonismo con los ricos y los poderosos que oprimen”. (p. 199)

En su carta pastoral  ofrecida en 1975, el obispo episcopal Francisco Reus Froylán puso el dedo en la llaga, al expresar allí de forma contundente que,

“Somos un pueblo pobre dentro de un mundo del despilfarro más atolondrado que ha conocido la historia. No dudamos en calificar este despilfarro como un pecado colectivo de las clases pudientes contra el Dios que toma partido con las clases desposeídas… Existen pobres porque existen ricos; y existen pueblos subdesarrollados porque existen pueblos súper desarrollados. La pobreza de los muchos  es creación de los pocos, que controlan y poseen los medios de producción… Debemos traducir la expresión evangélica del Reino de Dios en una utopía concreta e históricamente realizable: el Reino de justicia y paz. La opulencia de los pocos no puede darse sin la explotación de los muchos… Toda alianza cristiana con los opresores de los pobres es una desfiguración del rostro de Dios… Hay una palabra dolorosa que caracteriza nuestra situación: dependencia. Hemos salido de la orbita del imperio español para caer en la órbita del invisible imperialismo de las compañías multinacionales…”.(p. 318)

Entonces, ¿cuántos dioses hay?

¿Tenemos otras opciones o razones y propósitos para vivir y luchar, para salvar el alma o para que prevalezca la justicia? ¿Son la indiferencia y la resignación opciones para la vida en dignidad? ¿Tendremos que enfrentar al Dios que toma partido con las clases poseedoras?

El dirigente católico brasileño Pedro Casaldáliga visitó Puerto Rico en 1998. Entrevistado en esa ocasión dejó claramente establecido que, “…cuando la miseria y la opresión se juntaron con la liberación surgió la teología de la liberación…dicha teología no busca el asistencialismo, sino que persigue una caridad político estructural, donde se va a las causas de la pobreza. La liberación debe ser espiritual, pero también social, económica, cultural y política…se entiende muy bien con un marxista que lucha por los derechos humanos y también con una mujer sin fe, pero que reivindica los derechos de la mujer”. (p. 471)

Finalmente, ¿cuál ha sido al día de hoy la situación de los religiosos y religiosas rebeldes y perseguidos? ¿Cuál es la situación de los religiosos y religiosas no cristianos?

Bien sabemos que no es de ninguna manera desde la ingenuidad, la candidez o la mera exacerbación de los sentidos que surge con tanta fuerza esta iniciativa tan comprometida, compleja y heterogénea, desde la religiosidad hacia el compromiso social, muy clara en sus objetivos que la definen, en su propósito reivindicador, liberador y justiciero.

Bien sabemos que hay mucho estudio, mucho conocimiento y formación cultural; vidas y experiencias, compromisos y entregas, desarrollo superior de la conciencia, incluso sacrificios, sintonía con el palpitar de humanidades multitudinarias que reclaman una vida mejor en un mundo mejor, que no pueden esperar a la salvación celestial del alma, que exigen que la justicia primera, la felicidad primera, la igualdad primera se den aquí y ahora entre los ocho mil millones de seres humanos que habitamos el planeta Tierra. Que su compromiso se encarna, como nos dice el autor, “en la fe y la ética de la liberación”.

He tenido el privilegio de compartir en diversas ocasiones con varios prominentes perseguidos y perseguidas rebeldes. La mayoría de las veces en alguna trinchera de lucha por la dignidad y la libertad. Hemos sido compañeros de partido u organización, hemos hecho juntos desobediencia civil en Vieques y juntos hemos ido presos, hemos coincidido en iglesias y templos –como la capilla ecuménica de la Isla Nena– hemos compartido tribunas y micrófonos; en marchas y piquetes, en conferencias y debates. Entre estos Juan Antonio Franco Medina y Antulio Parrilla Bonilla, Alberto González y Juan Vera, Moisés Rosa, Alfredo Santiago, Heriberto Martínez, Felipe Lozada, Ángel Darío Carrero Morales, Pedro Ortiz Santiago y Eunice Santana. Y otros a la distancia, como el cura guerrillero Camilo Torres Restrepo, Ernesto Cardenal, Edmund Tutu, Miguel D’Escoto y Oscar Arnulfo Romero.

Para mi esas personas son, por sobre todas las cosas, queridos y respetados compañeros y amigos, compañeras y amigas. Un gran ejemplo de osadía y atrevimiento, de entrega y desprendimiento, de guía en la ruta libertaria que será la de la salvación de todos y todas.

En el fondo, lo que nuestro querido José Enrique ha realizado al entregarnos este libro –Rebeldes y perseguidos— es un elemental acto de justicia. Justicia con aquellos y aquellas a quienes el denomina rebeldes y perseguidos, y justicia con el Pueblo puertorriqueño y otros pueblos, que hace tiempo han debido conocer, apreciar y aplaudir lo que han sido capaces de hacer nuestros religiosos y religiosas, desde la fe cristiana, a favor de la Libertad y la Justicia Social en Puerto Rico

Gracias, querido y respetado amigo José Enrique, por esta puerta que nos has abierto, por esta gran oportunidad que has provisto para que conozcamos mejor al Pueblo valeroso del que somos hijos e hijas, este gran Pueblo merecedor de la gloria, así en la Tierra como en el Cielo.

Muchas gracias.

El libro esta a la venta en la CLARITIENDA.

Palabras en la presentación del libro el 18 de noviembre de 2022 en la Casa Museo Trina Padilla de Sanz, Arecibo

 El autor es Catedrático  Universidad de Puerto Rico y Copresidente Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH)

 

 

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