Una mirada a los Fideicomisos de la Tierra

 

Por Cándida Cotto/CLARIDAD

ccotto@claridadpuertorico.com

No des por ningún dinero, tu pedazo de vergel, que eres tú patriota fiel, y de legítimo cuño, y el que vende su terruño, vende la patria con él.(Virgilio Dávila, 1869-1940).

Luego de leer La inseguridad de la tenencia de la tierra en América Latina y el Caribe, la tentación de comenzar este escrito con este verso de uno de los poetas más puertorriqueñistas del pasado siglo fue grande y no lo pude evitar. Con la lectura de esta investigación confirmamos una vez más que en el avance del llamado liberalismo, del capital sin fronteras y el apoderarse de la tierra sigue siendo hoy más que nunca una de sus metas.

La lectura del ensayo dio paso a esta conversación sobre otras curiosidades sobre la experiencia de este movimiento de los fideicomisos de la tierra con los investigadores y editores María E. Hernández Tórrales, asesora legal del Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña; Line Algoed, investigadora del Centro de Investigación Urbana de la Universidad Libre de Bruselas, y John Emmeus Davis, socio fundador de Burlington Associates in Community Development, una cooperativa de consultoría nacional. Fue director de vivienda en Burlington, Vermont, bajo el mandato de los alcaldes Bernie Sanders y Peter Clavelle.

La necesidad de apoyo para evitar que le quitaran sus tierras al Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña (FTCM) fue precisamente lo que abrió la puerta al trabajo de colaboración para llegar a la interesante y valiosa investigación vertida en La inseguridad de la tenencia de la tierra en América Latina y el Caribe. El Fideicomiso del Caño —como se le llama en la isla— está integrado por las ocho comunidades que rodean este cuerpo de agua que cruza entre dos de los sectores más desarrollados de la capital de Puerto Rico; entre ellos, la zona bancaria. En el 2009, el Fideicomiso se vio amenazado y se le quitaron las tierras a la institución. Nos cuenta Hernández Tórrales que acudieron a la Red de Tierras Comunitarias (Community Land Network) de Portlan, Oregón. Ahí es que conoce por primera vez a Davis.

En el 2010, Davis viajó a Puerto Rico junto a Cony Chaves, que en ese momento era la presidenta de la Junta de la Red de Fideicomisos Comunitarios de Estados Unidos. Luego de unos días en la isla, estos salieron convencidos de que el proyecto del Caño no solo era bueno para Puerto Rico, sino que era un proyecto que el mundo debería conocer. Años después, Davis recomienda el Fideicomiso del Caño para competir para el premio Mundial de Hábitat, ya que entendía que podía ser merecedor de este reconocimiento.

No resisto preguntar a Davis si ante el hecho de que este es un modelo que contrarresta al modelo capitalista que predomina en Estados Unidos de Norte América la experiencia de los fideicomisos en Estados Unidos se asemeja en dificultad a lo que refleja el libro que sucede en América Latina y el Caribe.

“Nunca ha sido fácil. Ha habido mucha resistencia de los agentes de bienes raíces, los especuladores; ha habido mucho racismo, hostilidad de estas esferas porque el Fideicomiso de la Tierra va en contra de esos intereses financieros y políticos. Lo que se hace con la propiedad de los fideicomisos ha sido atacado por los capitalistas. Los que quieren hacer mucho dinero en las ciudades, suben los precios. Todo lo que es el empoderamiento de la ciudad y la participación comunitaria va por completo en contra de esa idea”.

Las dificultades para el sostenimiento económico de un fideicomiso es también una experiencia común alrededor del mundo, nos narra Davis. Hay que buscar dinero donde esté, que por lo regular es mediante donaciones, ya sea de personas, fundaciones, organizaciones. Pero esto es para proyectos, no para operar el fideicomiso, como tener un espacio y empleados.

Hernández Tórrales coincide en que esa es la misma experiencia con el FCMP. “Nosotros conseguimos mucho dinero porque es un proyecto que apela; pero realmente para mantener empleados, para pagar agua, luz, poder trabajar con los jóvenes para hacer actividades realmente ese dinero no aparece tanto”. En el caso del Caño tiene la ventaja de que el dinero para operar viene de la propia tierra mediante el alquiler de unos espacios que poseen en la avenida Ponce de León y en la avenida Barbosa. Todavía el Fideicomiso no tiene la capacidad para hacer un desarrollo en ambos lugares. Pero este alquiler no es uno que genere tanto para tener los empleados necesarios.

Mientras, la experiencia de Bruselas se aparta de esta corriente. Allí, nos cuenta Algoed, el fideicomiso recibe fondos del Gobierno regional de Bruselas, sobre todo dinero de vivienda social, dado a que hay una falta inmensa de este tipo de vivienda. “Más de la mitad de la gente que vive en Bruselas tiene derecho a tener una vivienda social, pero estamos a un 10% de lo que es vivienda social. Hace una falta inmensa, y el Gobierno regional decidió tomar un rol para proveer la vivienda para las familias con los ingresos más bajos. También colaboran con los desarrolladores de vivienda asequible y colaboraciones con diferentes socios. Es falsa la idea de que en Bruselas todo es ideal, es una ciudad muy pobre y hay muchísima gente sin techo. Es un escándalo, en mi calle viven cien personas sin techo. Estamos llegando al nivel de San Francisco, California”.

En algunos lugares como, por ejemplo, Brasil la investigación nos muestra que en la práctica es necesario trabajar con legislación para crear un fideicomiso de la tierra. En el caso de Puerto Rico, Hernández Tórrales aclara que ya hay tres fideicomisos para los que hubo un método legal diferente. Está el Fideicomiso del Caño, que está enfocado en el desarrollo de vivienda asequible dentro del área. De no tener la protección de un fideicomiso, este espacio típicamente pudiera ser uno susceptible a la gentrificación y el desalojo involuntario de las personas que ahora viven en ese sector, lo que sería ya una realidad sin el fideicomiso. El otro es el fideicomiso de Río Piedras, el cual se enfoca en el desarrollo socio económico, en mantener vivienda asequible y evitar que la gente sea desplazada por el auge económico. El tercer fideicomiso está enfocado en asegurar tierras para la agricultura, en busca de la seguridad alimentaria que el país no tiene. Sobre el de seguridad alimentaria hay que destacar que esta es una iniciativa de un grupo de ciudadanos, no del Gobierno. Para el FCMP hay una ley específica. En el caso de Río Piedras, ya había una ley y se aprovechó para enmendarla. Pero el de la tierra para una agricultura sostenible nació por una escritura pública.

La experiencia de Bruselas una vez más es diferente. Algoed cuenta que la figura del fideicomiso se tuvo que incluir en el código de vivienda porque no existía. “Ahora que se ha introducido, ahí es más fácil. El Fideicomiso de Bruselas es una organización y tienen un número de viviendas que idealmente quieren construir cada año. Ahora en Flandes, que es una región de Bélgica, también quieren establecer fideicomisos. Como ya se hizo, existe el precedente”.

En términos legales, Estados Unidos parece tener una ventaja. La mayoría de los fideicomisos son organizaciones sin fines de lucro que están exentas bajo la Sección 501(c)(3) del Código de Rentas Internas Federal. Se supone que cada fideicomiso tiene una junta directiva en la que miembros de la comunidad participan de todas las decisiones que se toman sobre la tierra.

 

Una de las lecciones que más me impresionó de lo expuesto en el referido ensayo es el hecho de que a ese proceso de tenencia de tierras que va surgiendo según el desarrollo del capitalismo ahora le llaman la “fiebre global de tierras”, movimiento que responde a lo que es el liberalismo. Eso me lleva a preguntar si en todo este intercambio encontraron que los países tengan algunas leyes protectoras para limitar la posesión de tierras por intereses extranjeros. La respuesta, confieso, fue lo que trajo a mi memoria el verso con que inicié este texto.

.Davis, quien tiene mayor experiencia en el tema, nos dice que en efecto hay muy pocos países con esta protección. “En Japón hay algunas disposiciones protectoras; pero hay muy pocas porque cada vez que hay una crisis global, los inversionistas, la gente con dinero busca un lugar seguro en donde poner el dinero, y eso ha sido tierras y edificios. Se ve en los condominios de lujo en San Francisco, Nueva York, Londres. En todos los lugares del mundo hay muy poca protección”.

La compañera Algoed añade que tal vez en algunas ciudades sí están pensando en eso. Por ejemplo, en Barcelona y en Ámsterdam están pensando en cómo hacer un detente a los llamados alquileres a corto plazo, el Airbnb. “Hay muchísimos edificios de la ciudad comprados por inversores. Hay leyes que se están desarrollando para proteger a los locales contra eso”. Añadió que también hay activistas en otras ciudades que se están enfocando en cómo lograr transparencia para poder saber quiénes compran, para en lugar de cambiar las leyes, tratar de entender lo que está pasando.

En el caso de la colonia, “en Puerto Rico estamos a la venta”, coincidimos las boricuas. Hernández Tórrales observa que hace muchos años hubo la Ley de los 500 acres, dirigida a evitar que las corporaciones grandes adquirieran más de esa cantidad de terreno. Aunque todavía esa ley está en los libros de leyes, el hecho es que no se está observando la prohibición.

Una experiencia muy interesante, añade Davis, es la que se está dando en Escocia donde se están reformando las leyes para permitir que las comunidades rurales sean la primera opción a la hora de comprar tierras rurales, con lo que le están quitando la tierra a la aristocracia. Escocia es uno de los peores ejemplos porque la tierra está en manos de muy pocas personas, por lo que con esta nueva ley están cambiando eso, para que las comunidades rurales sean los primeros que compren.

Junto al modelo del fideicomiso, en el estudio antropológico se presentan otros ejemplos de sistemas de tierras colectivas, como el de las comunidades rurales indígenas, que datan de la Revolución Mexicana. En Argentina, Brasil y Venezuela hay los Comités de Tierras Urbanas que son ejemplo de que los gobiernos están pensando en modelos colectivos porque se dieron cuenta de que estos dan más seguridad de la tenencia que los títulos individuales, describe Algoed, quien tuvo a su cargo esta parte del trabajo.

Llama la atención también el origen de las famosas favelas en la ciudad de Río, en Brasil, que se nos narra en esta investigación. La manera colectiva en que están organizadas las favelas y su autogestión ya es un acto de empoderamiento. “El espacio público autogestionando y la organización con la cual trabajan denota que entendieron muy bien que la tenencia colectiva de la tierra es un paso muy lógico. Ahora tenemos que decir que todavía no existe un fideicomiso, ya que legalmente es complicado, por el momento en que está el país”.

Pero uno de los lugares que más le impresionó a Algoed es la experiencia de la isla de Barbuda.Desde la abolición de la esclavitud en 1834, la isla ha tenido un sistema de tenencia colectiva de la tierra por completo, lo que les ha permitido el control sobre el desarrollo y sobre el medio ambiente, que ha mantenido fuera los grandes desarrollos turísticos. No hay ningún edificio alto, la gente vive en un pequeño pueblo en el centro de la isla, no viven por las playas, sino que viven con la naturaleza, no tratando de controlarla. “Para mí ese es el ejemplo de cómo la tenencia colectiva da poder real a la gente para mantener su isla de una manera prístina, como no hay en otros lugares”.

Para ir terminando nuestra conversación les comento que noté que no hay referencia a Haití y República Dominicana, nuestros hermanos y vecinos. En el caso de Puerto Rico, Hernández Tórrales reconoce que nos tocaría a nosotros establecer esa relación siendo los que estamos más cerca, y que ya, de hecho, en Buena Vista en Santurce, una de las comunidades del Caño, hay una población dominicana que se está beneficiando del Fideicomiso. Esto puede ayudar a sensibilizar y a que otros conozcan el modelo y aplicarlo a sus propias necesidades.

“Después que terminas un libro piensas en todas las experiencias que pudiste añadir. Yo pienso que es un compromiso de la comunidad del Caño seguir trabajando. Y en los intercambios que hagamos sería bueno explorar a la gente de República Dominicana e invitarlos”, añadió Algoed.

Esta ausencia no resta en nada el que La inseguridad de la tenencia de la tierra en América Latina y el Caribesea un trabajo solidario que constituye un faro de luz, esperanza y una guía para muchas comunidades, no solo en nuestros países, sino para otros más allá de nuestro entorno. A Davis le pareció superimportante el que, aun en medio de los huracanes y los problemas económicos de Puerto Rico se conociese que aquí en la isla están ocurriendo cosas buenas como el proyecto del Fideicomiso del Caño Martín Peña.

 

Por su parte, la gestora legal del Fideicomiso del Caño expresa: “Para mí como puertorriqueña, que hayamos podido presentar este ejemplo al mundo es bien importante en términos de que no es solo construir y tener vivienda asequible o tener agricultura o un desarrollo económico saludable, es que ese desarrollo se dé en función y con la gente. Son ellos los que evalúan y deciden si nos conviene, si va a ser bueno para ellos. De manera que es un tipo de desarrollo que tiene la gente en el centro, es pensado por y para la propia gente. Así que yo creo que los fideicomisos de tierras, tal como se ha implantado aquí en Puerto Rico o en cada país, de manera que satisfaga sus propias necesidades, es un tipo de desarrollo que todo el mundo debe mirar, es una forma de construir una nueva sociedad, es una forma de construir un nuevo ciudadano que participa y toma decisiones que le afectan a él, su vecino y su ciudad y al país completo”.

 

Para esta servidora, al tener la experiencia de vivir en una cooperativa de vivienda, y como periodista, es un privilegio ser de las primeras en conocer este trabajo que nos muestra que son más los conocimientos y experiencias comunes que nuestros pueblos —no los intereses del capital— tenemos y podemos compartir para ir logrando una vida digna. Como periodista me abre los sentidos para futuros trabajos sobre la naturaleza que me entusiasman a contar cosas de las que pocos cuentan.

 

 

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