Versando las heridas: Muro azul silencio de Ana María Fuster Lavín

 

Especial para En Rojo

 

“El poeta no quiere decir: dice”
Octavio Paz
El Arco y la Lira

En El Arco y la Lira, el maestro Octavio Paz reflexiona sobre el lenguaje y, al hacerlo, también sobre la vida misma. A Paz le inquieta la búsqueda del sentido en las diversas manifestaciones humanas. Se detiene, por ejemplo, en el significado de la imagen, entendiendo esta última como el resultado que ofrece el poema o la composición artística que construye el poeta. La riqueza del texto poético, afirma el maestro, radica en su capacidad de unir opuestos y pluralizar lo real. Pero ¿cuál realidad? Paz sugiere que cada poema crea su micromundo con su conjunto de significados. Esa microrrealidad, que es a su vez su propio universo, plantea su particular inventario de verdades, lo que apunta a que a la lectura de versos debemos ir desnudos de aquellos significados que forman parte de nuestro horizonte de expectativas y abrirnos a hacia una nueva identidad: la del verso.

Leer poesía, la buena poesía, siempre es un gran reto, pues nos compromete intelectual y emocionalmente.  En esta nueva entrega de Ana María Fuster Lavín, Muro azul silencio, la poeta moldea una imagen literaria con las palabras como instrumentos que sencillamente nos deja sin aliento. Ella nos muestra su universo personal –muy íntimo, por cierto– al cual debemos acceder libre de prejuicios y presuposiciones, dispuestos a confrontar la imagen que nos regala y abandonarnos a los sentidos que esta despierta.

El texto se divide en cinco secciones: Sonámbula, He roto las cartas que no escribí, La marejada, Obituarios, y Soy la niña que se arrojó al vacío de mi cuerpo. En estas, la voz poética nos invita a sentir, sí sentir, desde el silencio sus intimidades, a compartir su ámbito onírico y reflexionar sobre la fragilidad de la existencia ante el dolor y la pérdida. Sumergidos en el sueño, viajamos por un sendero de espejos que replican y multiplican los sentidos, las ideas, los significados,
–por cierto, no dejé de pensar en Borges y en Cortázar mientras progresaba en la lectura–; son mundos en los cuales, según afirma la propia voz poética, sus “versos y manos son antídotos” ante el dolor. Porque la voz poética insiste en que la poesía salva.

Les invito a la lectura de este poemario rico en significados, múltiple en ideas y sensaciones, desde el abandono de nuestra zona de seguridad. Respire, relájese o inquiétese y entre en este cosmos con la disposición de ver no lo que es, sino lo posible; a escuchar, no solo lo que la poeta quiere decir, sino lo que dice. Con este libro, Ana María Fuster se consolida como una de nuestras poetas nacionales.

 

 

 

 

Artículo anteriorEscritora puertorriqueña presenta su novela en La Habana
Artículo siguientePasajes