Mirada al País: Movimientos y partidos: una discusión urgente

Especial para CLARIDAD

En Puerto Rico existe una amplia gama de movimientos sociales. Con ese término me refiero a las organizaciones sindicales, de mujeres, ambientales, comunitarias, estudiantiles, de apoyo mutuo, agrícolas, de estudio y elaboración de propuestas, de derechos civiles y otras que luchan por la justicia social. Tienen un rol fundamental en la vida del país. Son esenciales para que Puerto Rico tenga un futuro distinto al presente de crisis que vivimos. Sin embargo, estos movimientos están atrapados en una contradicción. Es una contradicción que debemos superar. Mientras no la superemos, nuestros esfuerzos enfrentarán grandes limitaciones.

Por un lado, en estos movimientos predomina el rechazo a los dos partidos dominantes de la política puertorriqueña, el PNP y el PPD. Es normal escuchar la denuncia de estos partidos como corruptos, ineptos, patronales, politiqueros y vendidos a grandes intereses o incapaces de enfrentarse a ellos (y, más recientemente, a la Junta de Control Fiscal). Esta es una apreciación correcta y merecida. Sin embargo, los movimientos no toman acción para crear un vehículo político propio, es decir, un partido propio. En muchos casos también se rechaza tomar posición ante los procesos electorales, apoyando partidos o candidatos. Esto quiere decir, que, en la práctica, se acepta que los partidos que se rechazan y denuncian sigan gobernando. O, lo que es igual, se acepta que los movimientos siempre se reducirán a ser la oposición o resistencia a esos partidos. Se acepta, en la práctica, a pesar de todas las denuncias al PNP y el PPD, una especie de división del trabajo en la que esos partidos gobiernan y nosotros y nosotras, desde los movimientos protestamos, resistimos y presionamos, en la calle o cabildeando. Esa es la contradicción: se sabe que esos partidos no responden a los objetivos de los movimientos, pero se acepta, en la práctica, que esos partidos, por más que se les denuncie, sigan gobernando.

Para salir de esta contradicción los movimientos necesitan crear su propio vehículo o vehículos políticos, su propio partido o partidos. De otro modo serán la oposición permanente y nunca fuerza dirigente. Se limitarán a contrarrestar los daños hechos por el PNP y el PPD y el actual sistema económico y social, sin poder encaminar un proceso de verdadera reconstrucción económica y social. He participado en infinidad de reuniones en los que se discuten y acuerdan actividades de protesta o propuesta ante las acciones del gobierno y el PNP y el PPD. Es una tarea esencial. Hay que seguir haciéndola. Pero la reflexión que tenemos que añadir es: ¿hasta cuándo nos resignaremos a presionar a esos partidos? Para cambiar esa situación tenemos que tomar el toro por los cuernos: para deshacernos del gobierno de esos partidos corruptos, patronales y vendidos necesitamos nuestro propio partido. Un partido distinto, pero un partido aún así. Repito: si el asco ante esos partidos y su política, perfectamente justificado, se traduce en una renuncia o renuencia a la creación de nuestro propio proyecto político, el resultado práctico es la resignación al monopolio político de esos partidos que rechazamos.

Se dirá que la presencia en la legislatura no es suficiente para lograr el cambio social que necesitamos. Es cierto. Sin embargo, todos o prácticamente todos los movimientos sociales acuden constantemente a la legislatura, sea a piquetear o cabildear, a favor o en contra de alguna medida. Siguen con detenimiento las votaciones o los nombramientos. Es decir, se reconoce, en la práctica, que las acciones de la legislatura afectan directamente la situación de la gente y el avance o retraso de los movimientos. Los movimientos, por tanto, no pueden ser indiferentes a la composición de esos organismos. Sin embargo, muchas veces se rechaza la intervención en las elecciones, a pesar de que el resultado de las elecciones determinará el contexto en que las luchas se desarrollarán. Hay una contradicción entre intervenir constantemente en la legislatura, exigiendo, protestando, proponiendo o cabildeando, y no tomar acción para afectar la composición de esa legislatura, cuya importancia se reconoce en la práctica.

Por supuesto, la acción electoral y el trabajo legislativo no son suficientes para quienes aspiramos a una transformación radical de nuestro sistema económico y social. Aspiramos a que las fuentes de riqueza se conviertan en propiedad del pueblo para que puedan ser administradas democráticamente, con el doble objetivo de garantizar el bienestar social y de reparar nuestra relación con el resto de la naturaleza. En lugar de la presente democracia recortada y mercantilizada queremos colocar una democracia que sea un verdadero mecanismo de autogobierno de todo el pueblo. Pero, como explicó Lenin tantas veces, mientras no podamos disolver las instituciones de las clases gobernantes y reemplazarlas por las nuestras, estamos obligados a usar las primeras para acercar esa transformación a que aspiramos.

Conocemos el argumento de que la participación electoral supone aceptar o legitimar el régimen colonial. Como indicamos, los mejores argumentos a favor de la participación electoral se encuentran en Lenin, quien no pensaba que eso era aceptar o legitimar el estado capitalista. Supongo que nadie le negará a Lenin sus credenciales revolucionarias. Para dar un ejemplo: los sindicalistas socialistas negocian constantemente con las empresas y firman convenios y contratos con ellas. Sería absurdo decir que al firmar esos convenios reconocen el derecho de los patronos a explotar a los trabajadores o legitiman la propiedad privada de las fuentes de riqueza o el capitalismo. Sencillamente se reconoce que mientras no podamos convertir las empresas en propiedad el pueblo será necesario negociar y firmar convenios con sus propietarios actuales. Lo importante es dar la lucha por esos convenios de manera tal que se acerque el día en que logremos el cambio radical a que aspiramos. Lo mismo aplica a la lucha electoral.

Sin duda, en los movimientos, por ejemplo, en los sindicatos, hay personas que pertenecen a distintos partidos. Pero sabemos que los trabajadores y trabajadoras no deben seguir votando por partidos que no representan sus intereses. Lo que estamos planteando no puede hacerse de un día para otro. Pero hay que iniciar y desarrollar esa discusión en las matrículas.

A menos que los movimientos sociales quieren limitarse a ser la oposición perpetua a los gobiernos del PNP y PPD, tienen que plantearse la creación de su propia alternativa política o apoyar alguna de las alternativas a esos partidos que ya existen. Nosotros militamos en el MVC, que está comprometido con las luchas y movimientos sociales. El PIP tiene igual compromiso. Muchos apoyamos una Alianza de País que agrupe a esas y otras fuerzas. Quizás algunos activistas y movimientos consideran que esos no son los vehículos políticos que necesitan. Es una posición legítima. Pero entonces necesitan construir otra alternativa política. En nuestro caso, buscaremos un acuerdo o alianza con esas iniciativas. Lo importantes desafiar el monopolio político del PNP y el PPD, construyendo una alternativa política propia o una alianza de tales alternativas. El momento es propicio: el desprestigio del PNP y el PPD avanza día a día. Sectores cada vez más amplios del país están dispuestos a considerar nuevas opciones.

Es una oportunidad que no podemos desaprovechar.

 

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