Editorial- Alto a la matanza en Gaza

 

“…y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.”

Pablo Neruda

 

Genocidio y holocausto tienen la misma definición. Ambos términos se refieren a la matanza sistemática de los integrantes de un determinado grupo social “por motivos raciales, políticos o religiosos”.  La historia humana está llena de esos eventos y a pesar de que supuestamente la “civilización” avanza, se repiten. Las grandes matanzas del silgo XX, -como la del Imperio Otomano contra el pueblo armenio comenzando la centuria y la de los nazis contra los judíos algunas décadas después- no terminaron al iniciarse un nuevo siglo. En ocasiones de forma oculta, y en otras a la vista de todos, las matanzas concentradas en determinado grupo étnico se siguen sucediendo.

En estos momentos miramos con asombro la matanza que se desata contra el pueblo palestino concentrado en un estrecho territorio conocido como la Franja de Gaza. En esta ocasión, lo asombroso no es sólo la brutalidad y amplitud del ataque del estado de Israel contra la pequeña franja, donde en sólo 365 kilómetros cuadrados viven más de dos millones de palestinos, sino la pasividad y hasta la complacencia de las llamadas potencias occidentales y sus instituciones ante la evidente masacre. Entre esas “instituciones” se incluye a sectores la prensa que, a pesar en sus propias imágenes se comprueba la barbarie, con sus políticas editoriales la condonan.

Los mismos términos que utilizan para referirse al evento evidencian su afán encubridor. Hablan de la “guerra entre Israel y Gaza”, como si en realidad se tratara de una confrontación entre las fuerzas armadas de dos estados. Israel sí es un estado poseedor de un enorme aparato bélico que incluye fuerza aérea, infantería, armada y hasta armas nucleares. Gaza, en cambio, no sólo es una pequeña franja de terreno, sino que desde hace décadas toda su vida interna ha sido controlada por el gobierno israelí. Son ellos quienes deciden lo que entra y sale del territorio al que incursionan cada vez que les place. Obviamente Gaza no tiene capacidad para estar en “guerra” con nadie y tan sólo estamos ante una brutal operación de castigo lanzada por Israel contra más de dos millones de personas luego de que un grupo de milicianos los atacó desde el territorio.

Otro nombre utilizado por la misma prensa es “guerra entre Israel y Hamás”, queriendo aparentar que se trata de un conflicto bélico tradicional cuando el referido segundo contendiente es una organización de combatientes, sin comparación con lo que está en el otro lado. Con esa nomenclatura se pretende presentar la destrucción de Gaza como un mero “daño colateral” de una confrontación entre dos ejércitos. En lugar de esa “guerra” lo que estamos presenciando es la aniquilación de una parte sustancial del pueblo palestino, algo que siempre ha estado en la agenda de los gobernantes de Israel, particularmente de la extrema derecha fundamentalista que ahora controla las riendas del estado. Desde su creación a la fuerza en 1948, desplazando a gran parte de la población palestina, han ido poco a poco apropiándose de lo poco que les quedó a los desplazados utilizando cada conflicto de los muchos desatados desde entonces. En esta ocasión, estamos ante una nueva etapa de ese afán de conquista que tiene el ataque de Hamás como punto de partida.

Arrasar con los palestinos ha sido siempre el objetivo de Israel y en esta ocasión lo hacen de la manera más brutal posible y con la colaboración de buena parte de la comunidad internacional. En ocasiones anteriores el apoyo directo e irrestricto a las acciones israelíes contra los palestinos venía mayormente de Estados Unidos. En esta ocasión, la Unión Europea no sólo corrió a aplaudir a Israel, presentándolo como la gran víctima, sino que llegó al extremo de suspender la ayuda humanitaria a la población de Gaza, uniéndose así al bloqueo impuesto. Ahora mismo, mientras se bombardea las zonas residenciales matando miles de ciudadanos, la población carece de agua, electricidad, alimentos y combustible debido al bloqueo israelí y a la colaboración europea.

En otras partes y lugares ocurre lo mismo. En la ONU, entidad supuestamente creada para promover la paz, se derrotó una moción rusa reclamando un alto al fuego, estimulando así la ofensiva de Israel. En ese ambiente de complicidad es menester destacar la valentía del presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien no sólo exigió un alto al fuego, sino que denunció el genocidio. Luego, ante la prepotente respuesta israelí suspendiendo operaciones comerciales, repitió la denuncia.

Desde Puerto Rico, CLARIDAD se une a las voces que denuncian el nuevo genocidio que se cierne sobre los palestinos. Mientras las bombas caen sobre Gaza y la sangre de niños corre “simplemente, como sangre de niños”, juntamos nuestra voz con quienes luchan para que cese la barbarie.

 

 

 

 

 

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