Editorial: No más faltas de respeto al magisterio ni demás servidores públicos esenciales

 

Además de los bajos salarios, las pobres condiciones de trabajo, la incertidumbre de no poder contar con un retiro seguro y digno, y las exigencias de un ambiente laboral y económico cada vez más difícil y complicado, nuestros servidores públicos deben también enfrentar  las críticas,  la subestimación y  las faltas de respeto por parte no solo de sectores de la población que no comprenden, aprecian ni valoran sus servicios, sino de funcionarios en los altos mandos del gobierno, incluyendo el Gobernador.

Las palabras desdeñosas vertidas en estos días por el Gobernador Pedro Pierluisi hacia las y los maestros y bomberos que están redoblando su lucha y reclamos por justicia salarial y un retiro digno son el reflejo de las actitudes prepotentes y los prejuicios que permean a los más altos niveles del Gobierno de Puerto Rico contra aquellos y aquellas que están en la primera línea para brindar los servicios esenciales a la población. Tanto Pierluisi, como su secretaria de la Gobernación, Noelia García, quien también se refirió peyorativamente a nuestros educadores, olvidan que ellos, y toda la casta de “jefes” y “jefas” en el Gobierno de Puerto Rico, también son empleados públicos que tienen que rendirle cuentas a nuestro pueblo por su desempeño y acciones. También deben recordar que su gobierno es uno de minoría, electo solamente por un 32% de los votantes.

El hecho de que unos pocos funcionarios funjan de capataces en finca ajena, no los  hace mejores ni más necesarios. Para el funcionamiento diario, en Puerto Rico son indispensables sus maestros, bomberos, policías o trabajadores de la salud, que sostienen la zapata de los servicios esenciales que  debe dispensar cualquier sociedad medianamente civilizada. Las recientes manifestaciones de nuestros servidores públicos reclamando justicia salarial y mejores condiciones laborales están directamente vinculadas a esos servicios esenciales de educación, salud y seguridad pública, los cuales son la columna vertebral de lo que debe ser la labor primaria de un gobierno.

Para desgracia de nuestro pueblo, no hay ninguna muestra de que esta misión esté clara o sea prioritaria para quienes gobiernan a Puerto Rico hoy. Están tan acomodados en sus particulares espacios de privilegio, que apenas alcanzan aquilatar las realidades que ocurren más allá del portón de La Fortaleza o la Plazoleta del Capitolio, o las oficinas refrigeradas de tecnócratas y contratistas de diverso pelaje, también pagados por el pueblo de Puerto Rico.  Por eso, todos se sienten satisfechos y felices de que se haya aprobado el Plan de Ajuste de la Deuda de Puerto Rico, aunque eso signifique que no haya dinero para pagarle un salario justo a nuestros servidores públicos esenciales, o que estos no tengan alternativas para un retiro digno. La arrogancia del Gobernador resume muy bien el pensar y sentir de esta claque a la que le resulta muy fácil acomodarse a las exigencias del capitalismo neoliberal de mercado, sobre todo, porque a ellos y ellas no les afectan. Una forma de pensar cínica y egoísta que permea en los altos círculos del poder político y gubernamental en nuestro país.

De ahí la indignación y frustración que compartimos los cientos de miles de puertorriqueños afectados por las decisiones de un gobierno colonial que permite el despojo de derechos básicos de sus servidores públicos esenciales. Las pretendidas soluciones temporeras- como el aumento de $1,000 mensuales a las y los maestros mientras duren los fondos federales asignados al Departamento de Educación para la emergencia del Covid-19- son solo eso, un alivio temporal, un intento desesperado por atajar las protestas y reclamos de estos grupos de empleados públicos duramente afectados por las restricciones de presupuesto y los pagos de la deuda. Más que una “curita” sobre la llaga abierta, estos trabajadores necesitan un remedio justo y permanente que les garantice unos derechos básicos para vivir, trabajar y retirarse con dignidad.

Sepan nuestros gobernantes que, ante su insuficiencia y falta de sensibilidad y respeto hacia nuestros servidores públicos esenciales, hay un Puerto Rico que sabe resistir, movilizarse, exigir justicia y darse a respetar. Ese país está compuesto por miles de personas en todo nuestro archipiélago, y sabrá unirse para demostrar su respeto y solidaridad por nuestros servidores públicos esenciales, y respaldar sus justos reclamos laborales.

 

 

 

Artículo anteriorLo del magisterio fue un aviso
Artículo siguienteNatalie Jaresko ¿se fue o la fueron?