El encanto maligno de la bruja en Weapons

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Especial para En Rojo

 

Ahora serás como un pájaro, Martita. Aprenderás a volar. Tus brazos se extenderán como alas. Y volarás muy lejos… muy lejos hasta lo profundo de la noche.”

La bruja invita a la niña a brincar al abismo en La tía Alejandra

 Cuando mi hijo tenía alrededor de 8 o 9 años, le fascinaban los monstruos. Los buscaba en todo lo que veía o leía. Un día lo llevé a ver Macbeth (dir. Orson Welles, EE.UU., 1949) al Film Forum de Nueva York. Tenía curiosidad de saber qué le parecería lo que considero una joya del cine. Welles abre su versión de la obra con las tres Weird Sisters y su inolvidable “double, double toil and trouble.” El blanco y negro de la película retrata un mundo de colinas raras y árboles muertos entre tinieblas. La poca iluminación y los vapores que emanan de la tierra tornan a las hermanas en sombras. El director de fotografía, John L. Russell, volvió a demostrar años después con su cinematografía en Psycho (dir. Alfred Hitchcock, EE.UU., 1960) que el público no tiene que ver claramente al monstruo. Lo que acecha al otro lado de la cortina de la ducha es peor cuando lo imaginamos. Los sonidistas, Garry Harris y John Stransky Jr., tan solo nos permiten oír las brujas en murmullos resaltando el horror en los versos de Shakespeare. En un inmenso caldero burbujea un viscoso mejunje al ritmo del hechizo. Las manos de las brujas sacan una bola de fango del caldero a la que le dan la forma de un hombre y juntas lo nombran Macbeth, dando punto final a la delirante introducción. Los ojos de mi hijo expresaban la desesperación en la mirada de Thomas cuando el conde Orlok irrumpe en su cuarto en Nosferatu (dir. F. W. Murnau, Alemania, 1922). Pero mi hijo no pudo taparse los ojos demostrando el encanto maligno de las brujas.

Las brujas corrompen la idea tradicional de la maternidad. Su peligro siempre ronda los niños, como la Grand High Witch (actuada por la diabólicamente fabulosa Anjelica Huston) de The Witches (dir. Nicolas Roeg, Reino Unido y EE.UU., 1990). Esta planifica librar al mundo de la amenaza infantil tornando a todos los niños en ratones. En Rosemary’s Baby (dir. Roman Polanski, EE.UU., 1968), Minnie Castevet (en mi actuación favorita de Ruth Gordon) le niega la posibilidad de una maternidad tradicional a Rosemary (Mia Farrow) al robarle el útero para traer al mundo al hijo de Satanás. La bruja malvada entra en el espacio familiar como un parásito y gradualmente esclaviza a cada uno de sus miembros, como les hace la sensual Elaine Parks (Samantha Robinson) a los hombres en The Love Witch (dir. Anna Biller, EE.UU., 2017). La amenaza real de la bruja es su afirmación de poder y su rechazo a un sistema que insiste en controlar a la mujer. Por eso, a pesar de nuestro pánico ante el monstruo, entendemos a Maritxu (actuada por la poderosa Terele Pávez) en Las brujas de Zugarramurdi (dir. Álex de la Iglesia, España y Francia, 2013) cuando declara: “A mí las brujas no me dan miedo. A mí los que me dan miedo son los hijos de puta.”

En Weapons (dir. Zach Cregger, EE.UU., 2025), en un pueblito de Pennsylvania, un grupo de diecisiete niños desaparece. Cada uno, en su respectiva casa, se levantó exactamente a las 2:17 de la mañana y salió corriendo hacia la oscuridad. Todos estudiaban en el mismo salón del tercer grado. La histeria cae sobre el pueblo y algunos padres, que incluyen al desesperado Archer (Josh Brolin), sospechan de Justine (Julia Garner), su maestra. Como consecuencia, la vida de Justine se deshace ante la confusión de lo que les puede haber ocurrido a sus estudiantes y ante el miedo del acoso por las acusaciones de bruja. Weapons es una alegoría efectiva sobre la constante amenaza que sienten las familias conservadoras con la educación pública. En nuestra realidad, mientras los padres acusan al maestro de corromper las mentes de sus hijos por la falta de educación religiosa y por enseñar un supuesto solo lado de la historia, el parásito real se sonríe impune mientras manipula la situación para adquirir más poder.

¿Y quién es ese parásito? Aunque en Weapons ese descubrimiento es espeluznante, su construcción tiene un lado cómico que no puedo describir para no dañarles la sorpresa. Zach Cregger, el director, encuentra elementos de humor algo astracán que son sumamente efectivos y que no entorpecen la alta tensión que domina la historia. Inclusive, en su película anterior, Barbarian (Bulgaria y EE.UU., 2022), hay puntos en que el miedo deviene en risa al revelarse lo absurdo de la situación sin restarle fuerza al horror. Weapons utiliza tropos del género de las brujas que se manifiestan de maneras similares en La tía Alejandra (dir. Arturo Ripstein, México, 1980). En esta, la tía Alejandra (representada por la poderosa Isabela Corona) llega al hogar de su sobrino porque, en su edad avanzada, vendió la casa que compartía con su hermana que acaba de morir. Sin embargo, Alejandra no es una anciana inofensiva, sino una bruja satánica que poco a poco se adueña de la familia hasta doblegarla. La historia sigue el género de brujas al enfocarse en la corrupción que trae la tía, una mujer que no ha sido madre y que se percibe como una atenta contra el patriarcado. Su único obstáculo para lograr su dominio del espacio familiar es la voluntad férrea de la abnegada madre (Diana Bracho), con la que se enfrentará en la batalla final. Weapons y La tía Alejandra reflejan el terror hacia mujeres independientes que se remonta a las cazas de brujas iniciadas en Europa en el siglo XV. Historias sobre la persecución del patriarcado y la venganza de las brujas nunca cesarán en la pantalla grande. Desgraciadamente, la realidad es una mala copia del cine.

Weapons está en salas de cine comercial en la isla. Pueden encontrar La tía Alejandra, otra chulería del cine de horror mexicano, en YouTube.

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