El respiro de paz de Perfect Days

 

 

Especial para En Rojo

 

“We need pure and absolute images that reflect our civilization as whole and our own deep inner voices.” Werner Herzog, Tokyo-Ga (dir. Wim Wenders, EE. UU. y Alemania Occidental, 1985).

Al principio de Ohayô (dir. Yasujirô Ozu, Japón, 1962), la película nos transporta a una pequeña comunidad japonesa en los suburbios de Tokio a finales de la década de los cincuenta. La cámara nos muestra la cercanía de cada casa, cómo algunas personas se mueven entre ellas a través de una angosta vereda que conecta las viviendas y, al fondo, una loma cubierta de grama. Después de establecido el mundo, la cámara nos lleva al camino sobre la loma por donde cuatro niños vestidos en uniforme escolar regresan a sus casas. Estos se detienen unos minutos para jugar un juego. Cuando uno presiona sobre la frente de otro, este se tira un peo. La inocencia de este juego y la edición pausada que predomina en la película reflejan la calma de diversas estampas suburbanas. Los residentes confrontarán situaciones difíciles y cómo un habitual buenos días (que en japones se traduce a ohayô, el título de la película) esconde los conflictos más profundos entre los miembros de la urbanización. Sin embargo, el director retrata la delicada belleza del amor que se asoma entre dos personas, de la rebelión de unos niños ante el mundo de los adultos, de la resolución de un conflicto entre vecinos y del momento en que un grupo se sienta a disfrutar de la televisión. Décadas después, en el documental Tokyo-Ga (dir. Wim Wenders, EE. UU. y Alemania Occidental, 1985), que es un tributo al maestro Ozu, el director alemán Werner Herzog comenta desde la altura de la Torre de Tokio que uno asume el rol de arqueólogo para excavar entre la decadencia del paisaje urbano y así encontrar una imagen pura. La pureza de la cotidianeidad que Ozu retrata en Ohayô es exactamente hacia lo que se dirige Wim Wenders en su más reciente película, Perfect Days (Japon y Alemania, 2023). Esta es una celebración del espíritu de Yasujirô Ozu y de su búsqueda de la pureza en el espacio urbano de Tokio.

En Perfect Days, Hirayama (Kôji Yakusho) es un hombre con una rutina establecida. Se levanta todos los días, se pone su uniforme, se toma un café enlatado, se dirige a su trabajo donde limpia baños públicos, almuerza en un parque, regresa a casa y, antes de dormir, lee algún libro. Sus días pasan en silencio ya que Hirayama es un hombre de pocas palabras. Pero Hirayama no sigue una rutina perfecta ya que la vida se complica con giros inesperados. Un día, Hirayama encuentra un juego de tic-tac-toe detrás de un panel en un baño público invitando al que lo encuentre a jugar; otro día, nota cómo un niño toca riéndose las orejas de un compañero de trabajo de manera juguetona; y, a veces, mientras almuerza en el parque, mira a una joven que come sola en otro banco y que tímidamente le responde la mirada. Estos pequeños momentos son los que construyen la película. Cada fragmento forma un mundo de sensaciones diminutas y poderosas que tan solo el protagonista nota. Su mirada documenta estos gloriosos incidentes, al igual que los ángeles que escriben la historia de la humanidad a través de los pedacitos de nuestra existencia en Wings of Desire (dir. Wim Wenders, Alemania Occidental y Francia, 1988). La actuación de Kôji Yakusho en el personaje de Hirayama es una maravilla. Sin casi decir una palabra, su mirada tierna y la sonrisa que deja escapar cada vez que nota un momento especial develan una profundidad emocional insondable. Hirayama es un coleccionista visual que recoge y reconoce la delicadeza de esos fragmentos que se cuelan en los intersticios de la realidad. El personaje tiene un pasado que parece ser trágico, pero el cual nunca conocemos. Quizás a esto se debe su soledad. Pero en el caso de Hirayama, su aislamiento no es una tortura ni un destierro autoimpuesto, sino un intento de recoger los bloquecitos tan bellos de los que está formada nuestra existencia. Ese pasado del que no se habla y que esconde alguna oscuridad, no amarga la mirada de Hirayama ya que el personaje vive por esas maravillosas imágenes que lloviznan alrededor de nosotros. No me sorprende que Yakusho fuera reconocido con la Palma de Oro por mejor actor en el Festival de cine de Cannes.

En una entrevista con Collider, “Perfect Days: Wim Wenders and Kôji Yakusho on That INCREDIBLE Final Shot,” que pueden encontrar en YouTube, Wenders discute que fue invitado a hacer un documental sobre los baños públicos en Japón. El habla sobre los colores, la limpieza y la manera en que todos cuidaban de estos espacios públicos inclusive después de la pandemia. Wenders explica que al ver los colores de estos baños y lo que revelaban de la gente, él dejo la idea del documental para contar otra historia. La poesía de la simpleza que Wenders identifica dentro de estos baños, inspira una obra maestra con la misma tierna fuerza visual con la que Ozu retrata a un niño que sonríe cuando abre una caja donde encuentra un nuevo televisor en Ohayô.

Les recomiendo que experimenten Perfect Days, que pueden rentar en Amazon Prime, junto a Ohayô y otra obra maestra de uno de mis directores favoritos, Paterson (dir. Jim Jarmusch; Francia, Alemania y EE. UU.; 2016). Las tres le darán un respiro necesario del constante ruido que nos rodea.

 

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