El tenis y la cultura deportiva

A Mónica, quien ayuda a que el tenis sea un deporte para todos y todas en Puerto Rico

Quien frecuente eventos deportivos se dará cuenta de que cada deporte tiene una cultura deportiva propia. Esto incluye lo que venden en los concesionarios, la actitud de las personas en las gradas, su vestimenta, la jerga y cómo animan a los atletas, y la dinámica en general en el estadio o cancha. Reconozco que me crie yendo a juegos de baloncesto en Puerto Rico y de adulta lo más que hago es asistir a juegos de béisbol en Estados Unidos y de fútbol en otros países. Hace unos años fui por primera vez al Abierto de Tenis de los Estados Unidos (US Open) y la experiencia me impactó. Todo era diferente a lo que había experimentado previamente, los olores, colores y sonidos eran prácticamente desconocidos para mí. Lo primero que me chocó fue lo que vendían en los concesionarios, yo buscaba hotdogs y lo que vendían era nachos de langosta y tragos, recuerdo la gente bebiendo Martinis. También recuerdo la gran cantidad de gente vestida de blanco, con polos como de jugar golf y con unos bronceados artificiales o de estar expuestos al sol durante largas horas practicando el deporte. Pero de todo, lo más que me impresionó fue la actitud del público, esas reglas no escritas que tienen todos los deportes y sus aficiones. Por ejemplo, al igual que en atletismo se hace silencio cuando se da la salida, acá hay que hacer silencio mientras la bola está en juego, sobre todo cuando se saca. Pero el público mismo es muy estricto al respecto, mandando a callar incluso a niños que estaban hablando o llorando. Si por casualidad hay ruido, el árbitro, que tiene un micrófono, manda a hacer silencio. También las muestras de apoyo de la afición son bastante reservadas y se mantienen dentro de un código de lo aceptable, siempre cuando la bola está muerta y se siente cómo esos aplausos o gritos van disminuyendo hasta el silencio del próximo saque.

Imagino que el que creció yendo al tenis y lee esto no le sorprende nada de lo que aquí describo, y probablemente aterriza a la cancha de los Piratas de Quebradillas Raymond Dalmau y se inspira a escribir un artículo sobre la comida que venden y cómo la gente no para de gritar. Igual, las personas que conozco que han ido a ver juegos de fútbol en Europa o América Latina, aún viniendo de Puerto Rico donde los dos deportes principales, el béisbol y el baloncesto se animan constantemente y con cánticos e incluso instrumentos musicales, se sorprenden del ruido ensordecedor y la animación constante, a veces durante los 90 minutos del partido. Con el tenis hay un elemento de clase e incluso racial. No quiero decir que todo el que practique el deporte es blanco y rico, pero sí es un deporte que históricamente practicó la aristocracia europea, de ahí provienen muchas de estas reglas no escritas, (por ejemplo, en Wimbledon los atletas tienen que vestirse exclusivamente de blanco y esta regla viene del siglo XIX). En Estados Unidos la Asociación de Tenis (USTA) ha hecho un gran trabajo masificando el deporte, pero no deja de ser un deporte de carácter individual que requiere raquetas y bolas particulares y una cancha específica para practicarlo, lo que hace más difícil su difusión. El que las hermanas afroamericanas Williams, Venus y Serena, hayan estado en la cúspide del deporte durante la última década, ha ayudado a impulsar el deporte en esta comunidad, pero no deja de ser una excepción. Hay también muchos tenistas famosos que no vienen de familia adinerada. Aún así, la afición, sobre todo por los altos costos para asistir al evento, es de clase media para arriba y no muy diversa en términos raciales. Cabe señalar que con el alza del costo de boletos en Estados Unidos, incluso deportes más masivos e inclusivos históricamente como el béisbol y el baloncesto, también ha ido cambiando la composición de sus gradas.

¡Vamos Rafa!

Este año tuve la dicha de ver al tenista mallorquí Rafael Nadal en los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos. Luego de varios años sin asistir, de nuevo me sorprendió todo lo que no tiene que ver con el deporte en sí. Esta vez, gracias a un primo que colabora con la institución, tenía unos asientos privilegiados abajo muy cerca de la cancha. Me fui a darle la vuelta al estadio para buscar algo de comer, las opciones variaban entre un bar de almejas (Oyster Bar), un lugar exclusivamente para beber vinos y tapas, un lugar con cortes de carnes exclusivos, y otro de sándwiches gourmet con una variada selección de aceitunas. Sin haber visto aún el azul de la cancha, ya los olores me indican que estoy en otra parte. Adentro, me deslumbro con el estadio precioso cubierto con el techo que costó 100 millones de dólares, que garantiza que las inclemencias del tiempo no alteren el itinerario establecido, sobre todo para la televisión. Mis vecinos de asiento aplauden a la jugadora estadounidense Coco Vandeweghe que si ganaba, aseguraba que las cuatro semifinalistas serían de Estados Unidos-lo que terminó ocurriendo, pero sus gritos se limitaban a “Go Coco” y siempre, tan pronto ella seleccionaba la bola que utilizaría para el saque, ese silencio absoluto. Hay algo en el ambiente que me recuerda al teatro, y estando allí vi que incluso, como en los conciertos no puedes entrar en medio de una canción, acá tienes que esperar el final de un punto para poder entrar a la cancha, y en varias ocasiones el árbitro pidió a la gente que estaba entrando que se sentaran antes de permitir el saque. Luego vino el partido de Rafa Nadal, quien llegó al torneo clasificado número 1 y quien está jugando en gran forma, luego de algunas temporadas con lesiones. El grito de guerra de sus seguidores es “Vamos Rafa!” y es agradable escuchar voces en otros idiomas. Al ser un evento internacional, también escuché checo y ruso. El público del Abierto estadounidense, además de apoyar a los tenistas del patio, tienen algunos internacionales predilectos, como el suizo Roger Federer, quien esta vez salió derrotado por el argentino Juan Martín del Potro. Y, aunque no vi ese partido en persona, lo vi en la televisión y me sorprendió escuchar gente cantando. Hablando de cultura deportiva, ésta no solo varía por deporte, sino por nacionalidades y de las más fuertes que he podido presenciar es la argentina. Debido a que el fútbol es el deporte rey en ese país, los argentinos han trasladado los cánticos de fútbol, e incluso las camisas de la selección nacional de este deporte, a todos los demás. Así, si está jugando la selección de baloncesto, los aficionados van con las camisas de Messi o incluso de Diego Maradona y cantan las mismas canciones. Pues así andaban en el tenis, e incluso en la tele reconocí las canciones del fútbol, cuando Del Potro eliminó a Federer las cámaras enfocaban a los argentinos cantando, gesticulando y gritando y hasta el comentarista mencionó el ruido y lo peculiar de la afición y su apoyo. Al final, Nadal derrotó al argentino en semifinales y se coronó, ganando su tercer abierto estadounidense y su décimo sexto torneo grande.

Mónica y el tenis en Puerto Rico

En este torneo, la medallista olímpica boricua Mónica Puig quedó eliminada en la primera ronda. A pesar de que en este año posterior a su gesta olímpica tiene un balance negativo en términos deportivos, con más derrotas que victorias, su impacto en el deporte puertorriqueño ha sido más que positivo. Mónica no solo ha dejado una huella en el deporte olímpico, sino que en su deporte, el tenis, ha contribuído a su difusión en la Isla. Como decía previamente el tenis es un deporte que requiere herramientas e infraestructura que es más costosa que muchos de los deportes masivos y que, además, como mucho, lo más que lo pueden jugar simultáneamente son cuatro personas en un partido doble, lo cual dificulta su masificación. Aún así se están haciendo los esfuerzos y, al igual que el tenis de mesa, se va difundiendo más en la Isla y se van diluyendo los estereotipos de que es un deporte asociado con una clase acomodada.

Sin duda el deporte va más allá de lo que sucede dentro de la cancha, el estadio, la pista o el cuadrilátero; la afición, lo que se vende y lo que sucede en las gradas tiene mucha relevancia en cómo vemos un deporte en particular. Las culturas deportivas se van transformando con los años y nos son estáticas, pero hay algunos aspectos que se mantienen y es interesante ver cómo se diferencian entre deportes. Así el tenis intenta masificarse y hacerse más inclusivo mientras mantiene un vínculo estrecho con sus raíces a través de sus códigos y reglas no escritas.

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