Elisabeth Dmitrieff y la lucha por la igualdad de la mujer

 

Especial para En Rojo

A la memoria de María Dolores (Tati) Fernós

El 18 de marzo de 1871, la clase trabajadora, la Guardia Nacional compuesta de contingentes de los sectores populares, y las agrupaciones políticas socialistas, en combinación y articulados entre sí tomaron el control de Paris. La ciudad contaba con alrededor de 1,900,000 habitantes.

En la madrugada de ese día el gobierno presidido por Adolphe Thiers, representante de la burguesía capitalista y la aristocracia terrateniente, despachó una unidad de la Guardia Nacional para tratar de apoderarse de la artillería y municiones que ese mismo cuerpo guardada en el distrito de Montmartre; procuraba también desarmar a la población civil. Las mujeres que se levantaban temprano para realizar faenas, entre ellas la revolucionaria Louise Michel, se percataron de la movida y dieron la voz de alarma. Ellas se interpusieron entre las tropas y los cañones. Increparon a los soldados señalándoles que ellos y sus familias eran parte del pueblo. ¿Por qué y para defender cuáles intereses estaban allí? ¿Le iban a disparar y matar a las mujeres? Aquellos soldados, que también provenían de la clase trabajadora y pobre, arrestaron a sus oficiales y se pusieron del lado del pueblo. Confraternizaron espontáneamente.

La acción valiente y decidida de las mujeres dio tiempo a que llegaran unidades populares de hombres armados. El gobierno de Thiers abandonó la ciudad y se refugió en Versalles. En efecto, con ese episodio de Montmartre se produjo la revolución del pueblo que abrió el camino a nuevas e inéditas elecciones el día 26 y a la proclamación de la Comuna de París el 28 de marzo de 1871. Se trata del primer gobierno revolucionario de los trabajadores y de las trabajadoras en la historia.

A la república de la democracia social, como también le llamaron, contribuyeron solidariamente numerosos grupos de trabajadores emigrantes de Alemania, Polonia, Hungría, Italia, Gran Bretaña, Rusia y de otros países. Una joven revolucionaria rusa, de 20 años, tuvo un rol destacado en aquél gran proceso histórico trascendental: Elisabeth Dmitrieff.

= La historiografía sobre la Comuna de París es enorme. Obras sobre líderes feministas, republicanas y socialistas como Léodile Bera (André Léo), Louise Michel y Paule Minck, así como de las organizaciones y reclamos de las mujeres forman un componente significativo de ella. Acerca de Elisabeth Dmitrieff hay biografías, libros y artículos. Entre otros títulos: Yvonne Singer-Lecocq, Rouge Elisabeth (1977); Eugene Schulkind, “Socialist women in the 1871 Paris Commune” (1985); Sylvie Braibant, Elisabeth Dmitrieff. Aristocrate pétrouleuse (1993); Sylvie Braibant, Elisabeth Dmitireff. Comunera, aristócrata e incendiaria (2021); Carolyn J. Eichner, Surmounting the Barricades. Women in the Commune (2004); Christine Bard et Sylvie Chaperon, Dictionnaire des féministes: France, XVIIIe-XXIe siècle (2017); Nathalie Rault, “Elisabeth Dmitrieff: a passionate communard” (2021). Uso algunas de estas fuentes para estos apuntes.

Su Rusia formativa

 Elisavieta Loukinitchna Koucheleva nació el 1° de noviembre de 1850 en Volok, un pueblo a 129 kilómetros de Moscú, en el noroeste de Rusia. En aquel tiempo Rusia estaba gobernada por el régimen de los zares (término derivado del latín caesar), emperadores de monarquías dictatoriales. La Rusia zarista se originó en el siglo 16 juntando múltiples principados del vasto territorio contra la dominación y amenaza del imperio de Mongolia. Un imperialismo engendró a otro.

Lisa, su apodo, era una de cinco hijos e hijas naturales de un terrateniente y exoficial militar ruso y una enfermera alemana joven. El internacionalismo le venía desde la cuna. A pesar de que sus progenitores contrajeron matrimonio en 1856, la prole cargó con el estigma de “bastardos” y no tuvieron aceptación plena entre la aristocracia rusa. Al morir su padre en 1859, Lisa y dos hermanos sobrevivientes heredaron una fortuna. Aunque con ventajas para los varones que pudieron ir a la escuela, esto le permitió a ella continuar criándose en la opulencia y adquirir una buena base de educación, contando con tutores particulares de ideas progresistas. Algunos fueron participantes en la revolución de 1848 (experiencia de varios países de Europa). Su padre tenía una buena biblioteca (con algunos libros de ideas liberales); a temprana edad ella fue aprendiendo a leer en inglés, alemán y francés. Esto nos subraya la importancia de tener bibliotecas en los hogares, con libros de calidad, y fomentar el hábito de leer y pensar. En nuestro tiempo ello se lleva a cabo, a su vez, a través de los portales informativos en internet.

Durante la década de 1860, en sus años de adolescencia, proliferaron grupos antizaristas. Entre los que la influenciaron estuvieron los Narodnik, populistas socialistas agrarios, y la organización Zemliá i Volia (Tierra y Libertad). Estos luchaban contra la monarquía y la explotación de los kulaks, o propietarios latifundistas. La familia de Elisabeth acostumbraba a pasar los inviernos en San Petersburgo, en que pudo aprovechar lo que la vida urbana ofrecía y que no llegaba al campo. En el vecindario vivían y se reunían en casa de amigos revolucionarios y escritores críticos de la autocracia zarista. Después de la muerte de su padre, su madre mantenía suscripciones a revistas progresistas e incluso recibía huéspedes revolucionarios en su casa. Entre las figuras del vecindario estaban Piotor Lavrov (1823-1900), sociólogo y uno de los principales teóricos de los Narodnik; Fiódor Dostoyevski (1821-1881), escritor y novelista, autor de Humillados y ofendidos (1861) y Crimen y castigo (1866); y, especialmente para ella Nikolai Chernyshevsky (1828-1899), filósofo socialista, líder de los Narodnik y autor de la novela Qué es lo que hay que hacer (1863). Elisabeth la leyó a los 15 años, quedando impactada. Desde esos días se juntaba con grupos de estudiantes a favor de la liberación de las mujeres y emancipación de los campesinos siervos.

El personaje principal de esa novela es una mujer llamada Vera Párlovna. En la trama ella se suelta del control limitante de la familia, escapa de un matrimonio impuesto y procura su liberación a través de la independencia económica. Chernyshevsky promovía la organización de cooperativas socialistas basadas en el mir, comunidad campesina de raíz histórica antigua, pero reorientadas a la producción industrial. En buena medida Elisabeth vendría a personificar a esa revolucionaria ideada, en un escenario en donde la literatura confluye con la historia.

De adolescente también conoció algunas perspectivas traducidas al ruso de Karl Marx, publicadas en Russkoye Slovo (Palabra Rusa), revista publicada en San Petersburgo entre 1859 y 1866 cuando fue cerrada por la represión zarista. Sobre la influencia de Marx en Rusia, véase de Henry Eaton, “Marx and the Russians”, Journal of the History of Ideas, Vol. 41, Num. 1, 1980, pp. 89-112; y Vladimir S. Antonomov, “West-Russia-West. The Circulation of Economic Ideas”, Russian Journal of Economics, Num. 7, 2021, pp. 1-8.

A los 17 años Elisabeth se emancipó de la familia obteniendo su parte de herencia. Utilizó una porción para la construcción de un molino cooperativo al servicio de los campesinos de Volok. En ese tiempo las mujeres no podían asistir a la Universidad, algo que ella ansiaba. La biógrafa Braibant observa que ella entabló un matrimonio de conveniencia (ficticio de común acuerdo, le han llamado) con el coronel Mikhail Tomanovski, retirado por enfermedad, mucho mayor que ella y simpático a la emancipación femenina; lo que le permitió viajar legalmente y sola por Europa. Antes de partir donó 50,000 rublos a organizaciones revolucionarias.

 Sección obrera rusa en Ginebra

En la primavera de 1868 Elisabeth y su esposo viajaron por Alemania y Suiza, llegando hasta Ginebra. Allí ella hizo contacto con la comunidad de emigrados revolucionarios rusos. Regresó brevemente a Rusia, luego volvió a Ginebra en 1869. Entonces su marido y ella siguieron rumbos separados, muriendo él unos a؜؜ños después (1873).

En Ginebra, donde permaneció hasta finales de 1870 Elisabeth realizó estudios, se vinculó a una asociación de mujeres y patrocinó una cooperativa. Allí conoció a los franceses Benoît Malon y Eugene Varlin, futuros miembros de la Comuna de París. Entre sus actividades políticas más importantes está la de financiar el periódico Narodnoye delo (La Causa del Pueblo), de la que fue coeditora con Nikolai Utin. El revolucionario socialista Utin (1841-1883) era líder de la organización Tierra y Libertad.  Perseguido por las autoridades zaristas tuvo que exiliarse a Suiza en 1864; condenado a muerte en ausencia. Utin era seguidor de las perspectivas comunistas de Karl Marx y mantenía correspondencia con él.

Junto a Utin, y otros y otras compatriotas fundaron en Ginebra la Sección Rusa de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), que tenía su sede en Londres bajo la dirección de Marx. Sobre los rusos en Suiza y otros países, véase de Martin A. Miller, The Russian Revolutionary Emigres (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1986). Más tarde fue conocida como la Primera Internacional obrera revolucionaria.

Debido a enfrentamientos con Mikhail Bakunin (1814-1876; también ruso) y sus seguidores partidarios del anarquismo, y para evitar que tomaran control del periódico y de la seccional rusa, Utin y otros enviaron a Elisabeth como emisaria a Inglaterra. Allí hizo contacto con Marx y recabó su apoyo.

 La dama rusa y Marx

Elisabeth se trasladó a Londres en diciembre de 1870, donde permaneció tres meses. Pronto presentó sus credenciales de revolucionaria comprometida (carta de introducción de Utin), fue acogida por la familia de Karl Marx e hizo amistad con hijas de este, Eleanor y Jenny. La “Russian Lady”, o Dama Rusa como le llamó Marx, se familiarizó con la situación obrera inglesa y asistió a reuniones de la AIT. Se percibe que desde muy joven Elisabeth no desperdiciaba el tiempo.

Elisabeth dialogó con Marx sobre las perspectivas de Chernyshevsky y las posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo basado en las comunidades campesinas. Le dio a Marx ejemplares de Narodnoye delo, que hizo llegar de Ginebra. Persuadió al dirigente de la AIT y autor de El Capital (vol. I, 1867) de que podía haber caminos multilineales hacia el socialismo, como el de Rusia. Es una discusión que el coautor con Friedrich Engels del Manifiesto Comunista (1848) seguiría con Vera Zasúlich (1849-1919), otra revolucionaria rusa y más tarde cofundadora del Grupo para la Emancipación del Trabajo; también en Ginebra en 1883, y sobre lo que han sobrevivido cartas.

Por otro lado, el revolucionario Vladimir Lenin (1870-1924), desterrado tres años a Siberia por las autoridades zaristas en 1897 aprovechó el tiempo para realizar una extensa investigación sobre la realidad socioeconómica de su país. En su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, publicado en 1899 (Moscú: Editorial Progreso, 1981), Lenin argumentó con evidencia que existía un numeroso proletariado rural (jornaleros asalariados) oprimido por una minoría de campesinos propietarios ricos; y que ello podía complementar el más reducido proletariado urbano (clase obrera industrial). Lenin fue el dirigente y teórico marxista principal de la Revolución de Octubre (Bolchevique) de 1917.

Una vez encaminada la revolución en Francia, en marzo de 1871, Marx designó a la joven “dama rusa” como delegada del Comité Central de la Internacional de trabajadores en la Comuna. En París ya existía una seccional de la AIT (de composición política diversa), objeto de persecución y represión desde 1870. Sus miembros, como los de otras organizaciones antimonárquicas y antiburguesas entonces tenían que operar en condiciones de clandestinaje. Del término en latín, clandestinus y este derivado de los más antiguos clam (significando furtivamente, a escondidas) y kel (ocultar). Pero eso no quería decir que los revolucionarios permanecían escondidos en sus casas. Hacían la convivencia cotidiana con la sociedad con sus nombres reales o ficticios, dependiendo de las circunstancias, a la vez que realizaban sus tareas revolucionarias en secreto. La historia de la libertad y la justicia social le debe, y habrá de reconocer en lo sucesivo debido a las condiciones políticas aún imperantes en cada país, muchísimo a los héroes y heroínas del clandestinaje revolucionario.

Uno de los rasgos de la sociedad humana plenamente libre, democrática, justiciera y respetuosa será cuando no tenga la necesidad de luchar por todo eso en secreto. El secreto no desaparecerá, ojalá que no: se continuará realizando en las fiestas de sorpresa y en las maravillas del romance.

 Dmitrieff y la Comuna

Para protegerse de la vigilancia policiaca, a sus 20 años, emprendió su misión con el nom de guerre (nombre clandestino político) de Elisabeth Dmitrieff. La historiadora Carolyn J. Eichner señala que esto constituyó, a su vez, una acción de liberación feminista. Ella repudió la costumbre en la cultura patriarcal rusa de feminizar los nombres de las mujeres. En vez del humillante y machista Dmitrievna, ella escogió a propósito Dmitrieff. Con el nombre revolucionario Elisabeth Dmitrieff es que ha venido a conocerse y conmemorarse en la historia.

Elisabeth Dmitrieff viajó de Londres al puerto de Calais al oeste de Dunquerque, en el noreste de Francia. En el presente, de registros de viaje electrónico, nos quejamos de cuanto inconveniente se presenta (ciertamente los hay, correspondientes al contexto tecnológico y sus percances inesperados). Pero, ¿qué tal situarnos  un momento en 1871, y en cómo transportarse a las estaciones de trenes cuando no había taxis, al revolú de las estaciones y abordaje de aquellos tiempos, y luego al no menos complicado traslado marítimo, a cargar el equipaje sin maletas con rueditas, y cuanto más trastornos? Una Elisabeth Dmitrieff, a su vez, viajaba con la preocupación de ser descubierta y detenida. Algún miedo podía tener, natural. Pero creo que ella no tenía mucho, pues a lo largo de su vida demostró ser muy valiente y osada.

Eli, permítanme este otro apodo de reconocimiento cariñoso y de aprecio histórico, llegó a París el 28 ó 29 de marzo de 1871. En París, precisamente en el momento de la proclamación e instalación del Gobierno de la Comuna. ¡Que envidia, de la solidaria!

Inmediatamente se reencontró con Benoît Malon, compañero de la revolucionaria Leodile Bera (André Léo – pseudónimo que usaba con los nombres de sus hijos gemelos); a quien conoció en Ginebra. Evidentemente, ella tenía otra costumbre importante: mantener contactos. Y se reunió con Piotr Lavrov, y las hermanas Sofiya Kovalesvkaya y Anna Jaclard, a quienes conocía desde San Petersburgo, que ya participaban en la Comuna. Kovalevskaya (1850-1981) era una matemática y fue la primera profesora universitaria en Europa y Escandinavia, más tarde exiliada en Suecia (1881). Jaclard (1843-1887) era una revolucionaria socialista y feminista. Dmitrieff no se limitó a informar a la AIT en Londres de lo que iba sucediendo. Ella se involucró en la revolución teniendo un protagonismo muy destacado. Parecía encontrarse frecuentemente con las personas, en los lugares y momentos apropiados para su formación y actividad política. Que suerte tuvo en ese sentido, muy especial en la vida.

Union des femmes

En las primeras dos semanas en París Elisabeth Dmitrieff también conoció e intercambió ideas con mujeres militantes del movimiento obrero: Marie Leloup, Blanche Lefebvre, una de apellido Collins, Nathalie Lemel, entre ellas. Evidentemente, su aprendizaje de idiomas (obviamente incluyendo el francés) en la adolescencia temprana rindió sus frutos. Es una recomendación a la juventud, en cualquier época.  Todo lo que hizo Dmitrieff en París, con lo grande que fue, no hubiese sido posible sin el sedimento de las luchas y la heroicidad de las mujeres francesas, líderes y comunes anónimas, en la historia previa. Y con el apoyo de algunos hombres conscientes de la doble opresión de las mujeres (laboral y sexual).

La biógrafa Braibant apunta que Dmitrieff vio la necesidad imperiosa de una organización de mujeres. Otras, francesas, lo vieron desde antes y lo hacían en ámbitos específicos.  Ella, hay que reconocerlo, introdujo una dimensión mayor, integradora e internacionalista. Con el apoyo de Malón – entre los días 8 al 11- puso todo su empeñó en esa tarea. El 8 de abril de 1871, en plena ebullición de la Comuna, publicó el Appel aux citoyennes de París [Llamado a las ciudadanas de París] evocando las tradiciones de lucha desde la Revolución Francesa de 1789, entrelazando el pasado con el presente, como debe ser y es.  Recordó la marcha de las mujeres en octubre del 89 (estudió algo de la historia francesa; ¿no es una lección?), llevando sus reclamos a Versalles, pueblo a 24 kilómetros al oeste de París donde se ubicaba el palacio del rey Luis XVI, último de la dinastía Borbón en Francia. A ese Borbón – y al feudalismo y privilegios del antiguo régimen en Francia – guillotinaron (cotaron la cabeza) en enero de 1793. ¿Cuántos más “ismos” y pretensiosos de omnipotencia en cada país – de derecha, centro, a izquierda – habrá que derribar y sepultar de los regímenes políticos explotadores y opresores para que la historia de las sociedades sea libre y plenamente feliz?

“Luego de muchas horas de debate”, siguiendo a Braibant, “en una sala del Grand Café des Nations, en la calle du Temple, la Union des femmes pour la défense de Paris et les soins aux blessés [Unión de Mujeres para la defensa de París y el auxilio de los heridos] fue creada”, el 11 de abril de 1871. ¿No es una efeméride para conmemorar en todos los países? ¡Como necesitan revisión completa los calendarios de cada país! No solo hay que derribar estatuas y monumentos, y cambiar los nombres de calles, avenidas y plazas dedicadas a los emperadores, conquistadores y sus subordinados colonizados, es necesario crear calendarios libertadores.

La razón para ese nombre feminista con predicado de defensa, es por lo siguiente. En julio de 1870 el gobierno del emperador Napoleón III declaró la guerra a Prusia. Encabezada por el canciller Otto von Bismark, Preussen (Prusia) era uno de los estados principales de los 39 que formaban parte de la Confederación Alemana de 1815 a 1870 antes de su unificación. La causa fue la oposición de la Francia imperial que se sintió amenazada con el desarrollo imperial de Prusia, que estaba anexando territorios alemanes y austriacos y haciéndose más fuerte con ello: una rivalidad más entre estados imperialistas en la historia. Francia fue derrotada en la batalla de Sedán, el 1 al 2 de septiembre; Napoleón III fue capturado por los prusianos y su monarquía cayó estrepitosamente. El 4 de septiembre se proclamó la Tercera República francesa (en 1792 y 1848, las dos anteriores), al tiempo que Prusia puso a París bajo estado de sitio, y tenía a miles de soldados franceses prisioneros. Las fuerzas populares y socialistas se oponían al Gobierno de Defensa Nacional que se instituyó, representante de la burguesía capitalista y de la aristocracia, y clamaban por la Comuna desde aquel tiempo. Hubo intentos revolucionarios armados contra ese gobierno en octubre de 1870 y en enero de 1871. A ello siguieron muchos arrestos y prisiones, incluso de algunos revolucionarios principales como August Blanqui.

La contienda se agudizó cuando el gobierno de Francia se rindió, cedió los territorios de Alsacia y Lorena, y accedió a pagar una indemnización absurda de 5 billones de francos a Prusia. Hasta que no se terminara de pagar, tropas alemanas permanecerían en Francia, incluso cerca de París. En esas circunstancias dificilísimas se produjo la Comuna de París. A la vez que se intentaba desarrollar la revolución en la ciudad se libraba una guerra con el Gobierno presidido por Adolphe Thiers acantonado en Versalles. De ahí que la Unión de Mujeres incluyó en el nombre la defensa de París y atender a los comuneros heridos. De hecho, desde el 8 abril el gobierno de Thiers ordenó el bloqueo y el bombardeo de la ciudad.

Equidad y liberación económica

Sin embargo, en su estudio minucioso de la Unión de Mujeres la historiadora Carolyn J. Eichner señala que en el Llamado a las ciudadanas, Dmitrieff denunció la explotación de las trabajadoras: “no más explotadores, no más patronos!”. Eichner subraya que el objetivo principal de la organización era la igualdad social y económica y la independencia de las mujeres. La nueva sociedad iba de la mano con el fin de la violencia contra las mujeres y el respeto absoluto de todas.

La Unión de Mujeres desafió el régimen patriarcal de división del trabajo imperante. Su “agenda multifacética”, apunta Eichner, incluyó: (1) reordenar las relaciones de producción a cooperativas de productoras asociadas; (2) abolir las relaciones de patronos explotadores y trabajadoras explotadas; (3) erradicar los conflictos intraclase e intragénero respecto al derecho de las mujeres al trabajo.

Dmitrieff exigía la apertura de todo el abanico de trabajo a las mujeres y con paga igual a la de los hombres. Sabía que con exigir todo en ese momento solo conseguirían una parte. Mejor algo hacia adelante, que quedar sin nada o en el estancamiento.  Las mujeres se enfrentaban no solo al régimen patriarcal tradicional y dominante, aristocrático y burgués, que de por sí ya era toda una hazaña. Luchaban, a su vez, contra esta influencia y prácticas seguidas en costumbres generales por los hombres y en organizaciones políticas republicanas, socialistas, sindicales; hasta en con algunos componentes de la Internacional obrera. Entre los postulados crasamente machistas, que ya venían combatiendo algunas feministas francesas como André Léo, estaban los de Pierre-Joseph Proudhon y su seguidor Henri Tolain, quien fue uno de los fundadores de la AIT. Desde su perspectiva socialista trunca, el lugar de las mujeres era el desempeño no-remunerado de las faenas domésticas del hogar, la crianza de los hijos e hijas y el servicio subordinado a sus maridos y hombres en general. ¿No sigue estando en agenda prioritaria la liquidación de esta concepción patriarcal en el presente? ¿No siguen siendo esas concepciones un caldo de cultivo de la violencia machista contra las mujeres?

Elisabeth Dmitrieff, en el análisis de Eichner, fue la promotora de un socialismo feminista particular. Ella combinó los ideales cooperativistas desde abajo de Chernyshevsky con la organización comunista coordinada desde arriba de Marx.  Dmitireff fue la arquiteca de una de las organizaciones revolucionarias mejor estructuradas de la Comuna de Paris. Friedrich Engels la celebró y llegó a considerarla como la primera organización de mujeres de la Primera Internacional. Tenía ramificaciones en los 20 arrondissements o distritos de París.

Su diseño contó con un Comité Central provisional de Dmitrieff y siete trabajadoras. Luego se eligió una Comisión Ejecutiva dirigente, en donde actuaba Dmitrieff como secretaria general. En su base y codirección se estructuró un Comité Central regular de elección democrática y de composición obrera:

Cuadro 1: Representantes del Comité Central de la Unión de Mujeres de París, 11 abril 1871

 

Distrito                             Representante                        Oficio

 

I: Louvre                                Anna Maillet             couturière (costurera)

II: Bourse                                     ?                                 –

III: Temple                             Marquant                  mécanicienne (mecánica)

IV: Hôtel de Ville                  Angéline Sabatier         chapelière (sombrerera)

V: Panthéon                         Victoire Paiesvaux       chamarreuse (bordadora)

VI: Luxembourg                   Nathalie Lemel            relieuse (encuadernadora)

VII: Palais Bourbon             Octavie Vataire             lingère (confeccionadora

de ropa interior femenina)

VIII: Elysée                          Marie Picot                  sans profession

IX: Opéra                              Bessaiche                 couturière (costurera)

X: Encles St. Laurent        Blanche Lefebvre             modiste (modista)

XI: Popincourt                     Marie Leloup                couturière (costurera)

XII: Neully                            Forêt                         couturière (costurera)

XIII: Gobelins                      Mme Chantraille           sans profession

XIV: Observatoire              Riviêre                            giletière (confeccionadora

de cadenas de reloj)

XV: Vaugirard                           ?                                  –

XVI: Passy                           Aline Jacquier          broucheuse (taponadora)

XVII:  Batignolles-

Monceaux                 Aglaé Jarry                           sans profession

XVIII: Butte-Montmartre    Blondeau                  polisseuse de or (pulidora

de oro)

XIX: Buttes Cahuimont     Jeanne Musset        couturière (costurera)

XX:  Ménilmontant             Adéle Gauvain         cartonnière (cartonera)

Fuente: Braibant, Elisabeth Dmitrieff (1993; 114-115); Noveau plan de Paris divisé en 20 arrondissements, 1871.

La causa de las mujeres iba de la mano del proyecto de nueva sociedad liberada de la Comuna. Una cosa no podía avanzar ni realizarse sin la otra. Esto lo recabó Eilsabeth Dmitrieff al Gobierno de la Comuna. Lo entendió muy bien y acogió plenamente Leo Frankel, Ministro del Trabajo e Intercambio. Frankel (1844-1896) era un revolucionario internacionalista húngaro, miembro de la AIT y amigo de Marx. Se dispuso que el Gobierno de la Comuna apoyaría con fondos a la Unión de Mujeres, y la organización rendiría cuentas de su uso.

Desde hacía años, feministas francesas reivindicaban el derecho al voto y a ocupar todos los puestos políticos detentados por los hombres. De hecho, en las elecciones y Gobierno de la Comuna no participaron las mujeres. Según el análisis de Eichner, Dmitrieff y la Unión de Mujeres estaban muy conscientes de esta

terrible contradicción. Sin embargo, considerando que la puesta en marcha de la Comuna era un proceso de transición a la nueva sociedad de la democracia social, y en vista del contexto bélico en que se desenvolvía, decidieron posponer esa demanda y dar énfasis a las reivindicaciones económicas. Esa sería la base para la transformación política, filosófica y cultural.

Represión brutal

 El proyector libertador de este feminismo socialista, como todo lo propuesto en la Comuna de París, llegó a un fin abrupto en los últimos días de mayo de 1871. En lo que se ha denominado la Semaine Sanglante, o Semana Sangrienta, el Ejército de Versalles atacó sin misericordia, con artillería superior, a la ciudad. Además, Thiers sustituyó batallones de la Guardia Nacional con soldados provenientes de las zonas rurales de Francia, con predominio de pequeños propietarios y empresarios rurales antagónicos a todo lo que la Comuna implicaba. Temeroso del ejemplo revolucionario para Prusia (una Comuna de Berlín…), Bismark autorizó poner en manos del gobierno de Thiers alrededor de 125,000 soldados prisioneros. En esos días trágicos de Francia, contando con fuerzas militares superiores, el Gobierno burgués desató toda la furia de clase dominante contra la clase trabajadora y sus líderes.

El 28 de mayo la Comuna sucumbió. Las estimaciones de communards muertos en combate, fusilados y masacrados oscila entre no menos de 30,000 y hasta 100,000.

En mayo, los últimos llamados de la Unión (Appel aux ouvrières, 18 de mayo) fue a las mujeres para que ayudaran en los servicios de ambulancia, atendieran a los heridos, y fueran a combatir a las barricadas.

Elisabeth Dmitrieff combatió junto a Leo Frankel en una de las barricadas del Faubourg (barrio) Saint-Antoine, de los distritos 11 y 12 de la ciudad. Ambos fueron heridos. Ella rescató a Frankel que estaba en peores condiciones y se escondieron unas semanas. Haciéndose pasar por una pareja de viajeros prusianos (ahí ayudó también saber alemán) lograron escapar a Ginebra a finales de junio de 1871.

Últimos años y legado

Después de unos meses en Suiza, ella regresó a San Petersburgo. Las condiciones políticas habían cambiado algo y se le hizo difícil reinsertarse en los grupos conocidos. La policía secreta zarista incrementaba su vigilancia. Sobre las operaciones de la Ojrana (seguridad zarista) el revolucionario Víctor Serge (1890-1947) publicó Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión (1925); lectura indispensable. Luego Serge fue víctima de la represión stalinista, preso y deportado. Esa atrocidad igualmente hay que conocerla.

Elisabeth se casó con Iván Davydovski, amigo de su hermano mayor Alexander y quien había trabajado en la hacienda de su padre años atrás. Tuvieron dos hijas, Irina y Vera. En 1876 su marido fue acusado de participar de una “conspiración criminal”, que ella alegó fue por razones políticas. Sus siguientes años fueron de deportación a Siberia. Después de muchas vicisitudes y años de destierro, incluyendo una pelea con su otro hermano Vladimir por la herencia, se separó de su marido y consiguió llegar a San Petersburgo en 1899.

En 1902 se mudó a Moscú con sus hijas. De sus últimos días no se ha podido documentar casi nada. Incluso el año de su muerte, 1916 ó 1918 es incierto. Irónicamente, ya era el contexto de la Revolución Rusa. ¿Qué posturas tuvo esta sobre la cuestión de la mujer? ¿Y luego en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en la Federación Rusa hasta hoy? ¿Cuál es la realidad de las reivindicaciones de las mujeres por la equidad en la sociedad en general en todo el mundo?

La contribución de Elisabeth Dmitrieff a la lucha por la emancipación de las mujeres, al socialismo feminista y a la Comuna de París es monumental. Ya se quisiera ver seguir el modelo de organización y comunicación libertadora como el diseñado por ella en los distritos y barrios de cualquier ciudad, y en todos los pueblos y campos de un país. En el 2007 fue honrada con una placa en la Place Élisabeth Dmitrieff, en el Distrito 3 de París; (véase información general en Wikipedia). Indudablemente, su vida y obra revolucionaria merece estudiarse y conmemorarse en todas las naciones.

El autor es historiador, catedrático jubilado del Departamento de Historia, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Comentarios a: fmoscoso48@gmail.com

 

 

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