En Reserva-Una ruina llamada teatro

 

Especial para En Rojo

 

No recuerdo la fecha exacta…

La primera ruina de esta escena es mi memoria, pero entre el periodo del 2003 al 2008, años en los que viví en NY y que regresaba a Puerto Rico en los veranos y en las Navidades, solía caminar por la Norzagaray en el Viejo San Juan y mientras subía la cuesta recordaba que ese mismo trayecto lo daba todas las mañanas cuando caminaba para llegar al teatro a ensayar en el 2001.

Ahora, años después, muchas veces miraba el famoso portón que daba a la zona de carga del Teatro… y por el cual entrábamos los actores… Así pasaron años sin yo atreverme a detenerme ante ese portón.

Creo que entre 2008-2010, ya de regreso a mi Isla, no recuerdo exactamente cuándo fue, reitero que la memoria es una ruina que a veces, con pedazos de conversaciones o mientras escribo empieza a reconstruirse…

Un día mientras subía la cuesta de la Norzagaray, decido pararme…

Me acerco al portón, no veo a nadie, en el 2001 cuando ensayábamos siempre había un guardia en una silla.

Ahora… nadie.

Empiezo a vociferar:

YO: Hola.

Silencio.

Buenos días. Hola.

Se acerca alguien, no recuerdo si es un guardia o personal administrativo del edificio, no recuerdo si es mujer o  hombre, creo que hombre.  Vamos a llamarlo, por ahora, guardia.

 

YO: Hola… Mire… Le voy a pedir un favor… ¿Puedo pasar a ver el teatro?

GUARDIA: ¿Teatro? Aquí no hay ningún teatro.

YO: Sí…(hago un gesto con la mano)…allí a tu izquierda hay un teatro.

GUARDIA:No, aquí no hay un teatro. Aquí nunca entra nadie para ningún teatro.

YO: Mis compañeros y yo…cuando ensayábamos para la obra…entrábamos por aquí…siempre había un guardia aquí sentado que nos dejaba entrar por aquí…

Guardia sigue mirándome en silencio.

GUARDIA: (Con firmeza y un poco molesto) Aquí no hay un teatro.

Me siento como en una obra de Beckett o en una escena de Cien años de soledad (el famoso Macondo). El guardia y yo seguimos repitiendo las mismas frases sin llegar a ningún lado. A menudo digo que escribo obras absurdas porque la realidad es absurda; la naturaleza, el fluir de mis  pensamientos y las imágenes en mi mente son desordenadas, caóticas y bizarras. Además lxs que hemos vivido en el Caribe entendemos este ‘surrealismo tropical’ diario, en fin, un puertorriqueñx lo tiene muy claro. Después de este pensamiento autorreferencial, vuelvo a la escena beckettiana…

 YO: Yo le aseguro que aquí hay un teatro, yo ensayé allí más de tres a seis meses…esto fue en el 2001… Allí monté mi primera obra… Hágame un favor, plis… Se lo ruego, no se lo digo a nadie, Pero déjame pasar…Quiero ver el teatro de nuevo…solamente por un segundo…

Guardia: Desde que estoy aquí, nadie nunca pasa a ningún teatro…Allí lo que hay son cajas y archivos…

YO: No entiendo.

GUARDIA:Hay un montón de cajas y archivos…

Miro por las rejas.

Yo: ¿Puedo entrar a ver?

Guardia: Es que no puedes caminar, está lleno de cajas y archivos…

YO: ¿Dé qué? ¿Todo el escenario está lleno de cajas y archivos? ¿De qué?

GUARDIA: No sé.

Mientras protesto, el guardia se queda mirándome con ‘poker face’

YO: Ese el Teatro Lucy Boscana.Antes se llamaba el Teatro del patio del antiguo Convento de los Dominicos, Pero en el 2000 justo antes de estrenar mi obra le cambiaron el nombre…en honor a Lucy Boscana…

Guardia se queda mirándome con su “poker face”, el nombre no le mueve ni un pelo…

 YO:Se entraba por la San Sebastian, pero cuando ensayábamos, el guardia nos dejaba entrar por aquí, por la zona de carga, porque el acceso era más directo…

Mire… por esa rampa… Por la rampa entras al backstage y luego al escenario…

Por poco se me zafa un “créeme”.

Ambos miramos la rampa y hay varios carros estacionados tampándola… a primera vista jamás uno se imaginaría que allí detrás hay uno de los teatro más mágicos del mundo, un teatro proscenio de dos pisos, íntimo y en el que se presentaron tantas obras…Me empieza a dar furia y frustración…

 YO: Déjame pasar un minuto.

Guardia: Allí lo que hay es un almacén.

YO: Pero de qué.

GUARDIA: No sé. Con documentos del gobierno. No sé bien.

Me doy cuenta que no tiene idea de qué es lo que hay en el teatro.

GUARDIA: No la puedo dejar pasar… No va a poder ni caminar por el espacio…

El Guardia sigue mirándome en silencio con su “poker face”.

Me doy cuenta que de que no importa lo que le diga, no me va dejar pasar.

Miro la rampa, me siento bien cerca de la rampa…Si no hubiera montado mi primera obra allí, lo dudaría, no hay nada, ni un signo que delate que detrás de esa puerta hay un teatro.

Nos miramos.

Él está detrás del portón, el portón está cerrado.

Yo estoy al otro lado.

No puedo entrar.

Me rindo por un segundo.

YO: Ok. Vengo después.

Silencio.

Gracias.

Decido irme.

Triste.

Trago duro, en el surrealismo tropical nuestro de todos los días, los teatros con historia cultural son almacenes de archivos del “Gobierno”.

De repente esta escena con el guardia me lleva a un relámpago de imágenes…

De sopetón me viene sorpresivamente un paisaje de Cien años de soledad­–seguramente han pasado como quince años desde su lectura–, la narración comenta cómo matan un montón de personas en la plaza, los meten en unos camiones y llega una lluvia torrencial que dura años; cuando escampa…un personaje cuyo nombre no recuerdo pregunta por los muertos…Nadie en el pueblo los recuerda. ¿Qué muertos?

De un centellazo, mi mente me lleva a la sala de mi casa, mami tiene prendida en la tele las vistas del Cerro Maravilla, recuerdo la respuesta de Barceló y los policías:

“No recuerdo”.

“No recuerdo”.

Brinco de nuevo al guardia diciéndome:

“Allí no hay ningún teatro”

“Allí no hay ningún teatro”

“Aquí yo nunca veo a nadie entrando a ningún teatro”.

Muchos años después, en el 2014, el Municipio de San Juan, auspicia mi obra Oh Natura en el Teatro Tapia. Estoy en una reunión de producción con la asesora de planta física del Municipio, cuando terminamos la reunión de producción, le pregunto:

YO: ¿Cómo se encuentra el Teatro Lucy Boscana?

Asesora: ¿Cuál? ¿Quieres decir… El corralón?

YO: No, el antiguo Teatro del patio del Convento de los Dominicos.

ASESORA: Ah. ¿Cuál es ese?

YO: Al que se entra por la Calle San Sebastián…entras por la Galería Nacional…

ASESORA: No sé. Pero…te puedo averiguar.

YO: ¿Me puedes llevar allí?  Yo quisiera visitarlo.

Ella me responde que sí, que tiene que coordinar una cita.

Varias semanas después, me lleva.

Esta vez entramos por la entrada de la Galería Nacional del ICP. Pasamos por el patio interior hasta que llegamos a la puerta del teatro. Antes de entrar me informa que está completamente en ruina, que tuvieron que arrancar todas las alfombras y las butacas porque se habían podrido…

Me dice que piensan restaurarlo…

De un centellazo recuerdo que en el 2001 por poco no podemos estrenar allí porque estaba en “vías de remodelación”… Pienso en la contradicción de que en el 2000 lo renombran Teatro Lucy Boscana, pero que como lleva cerrado por más de veinte años nadie lo reconoce y pasa más al olvido.

… había un piano de cola tapado en la esquina que ocupaba la mayoría del escenario.

¿Dónde estará el piano ahora?

Subimos al segundo piso, las escaleras están sin la alfombra roja, ahora en hueso, piedra blanca-gris (cemento); cuando miro el espacio sin butacas recuerdo  la primera obra que vi allí fue La nostalgia del quinqué de Teresa Hernández, creo recordarla con un micrófono paseándose entre las butacas hasta el escenario…ahora no hay ni una butaca, un piso vacío…

Subimos a la cabina- lo que queda es un esqueleto, un hueco enorme, como si una bomba hubiera explotado la cabina por la cual el técnico de luces miraba el escenario para tirar los cues

Me remonto al día de estreno de mi obra Tres puntos… en un limite como parte del Festival de Teatro Puertorriqueño del ICP, desde la cabina miraba hacia abajo con nervios a los actores…veo a Eyerí Cruz, Lidy Paoli y Yaraní del Valle moverse por un cuadrado blanco en el piso del escenario, ahora vacío… completamente vacío…

Por un momento me percato de la belleza del espacio, una escenografía horriblemente preciosa…Las ruinas siempre poseen una belleza; nos sobrecoge su olor a muerte, la nostalgia de lo que ya sucedió, pero cuando te conviertes en la ruina es otra cosa… para los personajes que lo encarnan…la realidad es otra…lo que les espera es un final de picada,una caída.

Voy decendiendo las escaleras del Teatro Lucy Boscana…

Cojo un break del escrito y del recuerdo de la ruina del Boscana.

Decido bajar a la perra para respirar un poco,

Paseo por el patio y a lo lejos veo un semáforo virado e intermitente que nunca ha vuelto a funcionar desde María,La acera por la cual paseo a Olivia está agrietada y levantada del suelo, trato de no tropezarme mientras me lleva Olivia a un trote perruno sin freno,

Pienso en los salones de la Universidad donde enseño con techos de paflones con moho y rotos,

Hace un mes, mientras ensayábamos en el Teatro de la Universidad de repente se cae la tramoya del telón, menos mal que la pesa no le cae a ningún actor en la cabeza….

Trato de abrir la puerta del lobby en mi edificio para regresar a escribir…

Leo: “La cerradura de la puerta no funciona, usa la otra”,

Aprieto el botón del ascensor de mi piso y no prende,

El ascensor no marca los pisos que sube… ¿estaré subiendo, no se sabe, de repente se abre la puerta:

YO:¿Cuándo fue que salí del teatro en ruina?

 

 

 

 

 

 

 

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