Entre crónicas y memorias junto a Efraín Barradas

 

 

Zaira Rivera Casellas

Especial para En Rojo

 

En Visa para un texto: crónicas y memorias (San Juan: Ediciones Callejón, 2023), Efraín Barradas comparte con sus lectores momentos significativos de sus travesías por diferentes ciudades del mundo. La escritura le permite capturar situaciones y describir lugares que marcan sus experiencias de audaz viajero a lo largo de los años. Se percibe el paso del tiempo, no porque el autor narre largos periodos de sus vivencias individuales, sino porque apuesta al valor histórico tanto de la crónica como de la memoria para enunciar una voz crítica propia, que logra apalabrar anécdotas cargadas de significados inolvidables.  De cierta manera, se tiene la impresión de que participamos, durante la lectura, en una agradable conversación con un amigo que le encanta echar cuentos y, sobre todo, cuando los relata nos regala una iluminadora reflexión sobre la literatura, el cine, los movimientos sociales, la cultura popular o la pintura. Así me sentía mientras iba leyendo los textos reunidos en esta nueva publicación de Barradas. Era como si le acompañara a revivir incidentes de viajero que se van recreado mediante una práctica escritural de tono coloquial y estilo ameno.

Visitamos México, Cuba, República Dominicana, Perú, España, Estados Unidos, Puerto Rico, entre otros lugares, para observar y descubrir juntos otras realidades. A menudo entre los recuerdos conviven diversidad de voces y personajes. Por tanto, llegamos a conocer detalles de la vida de mucha gente que creíamos saber algo de ellas por ser figuras reconocidas como actores (María Félix, Pedro Armendáriz), cantantes (Toña la Negra, Daniel Santos), escritores (Benito Pérez Galdós, Cervantes) o, simplemente, las redescubrimos en el viaje de la lectura desde otra perspectiva. Tuve esa sensación, sobre todo, leyendo muchas de las crónicas urbanas que se desarrollan en América Latina y el Caribe. Una de mis favoritas narra la curiosidad que le causa la rutina diaria de la gente alrededor de un cementerio, mientras va de camino a su trabajo de profesor de verano en Cuernavaca. Se proyecta la imagen del turista tratando de ajustar ideas preconcebidas de la cultura popular a partir del arte de las calaveras y los esqueletos de José Guadalupe Posada.  Los grabados del artista distan mucho de las tradiciones de los muertos y los vivos dentro de la realidad de esta comunidad. Una reencarnación imaginaria de la actriz Sara García, en pleno rol de la mala, parece ser la moraleja de la historia de adopción de un difunto ajeno en un cementerio de Cuernavaca. Suena insólito, pero los detalles de la narración comprueben hasta dónde puede llegar la determinación de un turista inquisitivo.

El autor evidencia su curiosidad por lo cotidiano desde la primera crónica del libro. Se desarrolla en una estadía en Madrid, y comienza mediante un recorrido peatonal por calles descritas en la novela Fortunata y Jacinta de Galdós.  La rememoración de los hechos literarios se traslada, inesperadamente, a otro espacio y tiempo cultural debido a la conversación de unas vecinas de mesa. La incorporación de las voces de tres mujeres trabajadoras, dos cubanas negras y una española blanca, que interrumpen la recreación de una escena galdosiana en la Plaza La Chueca, conduce a la confraternización trasatlántica de los recién conocidos. Las tradiciones religiosas de África en el Caribe provienen de la colonización, así que el encuentro fortuito entre una hija de Obatalá, una hija de Ochún, un hijo de Eleguá y una huérfana española (sin oricha que la proteja) en una plaza de Madrid enmarca el contrapunteo afrodiaspórico de las identidades caribeñas en el entorno europeo.

Sin duda, las tradiciones indígenas también marcan una profunda huella en la memoria viajera de Barradas. Por esa gran estima que expresa a la cultura mexicana descubrí al artista Rodolfo Morales. La historia de su vida se convierte en móvil de una reflexión iluminadora sobre la pintura mexicana contemporánea a través de un diálogo imaginario entre el artista y el autor del texto. Asimismo, la vida y obra literaria del venezolano Boris Yzaguirre radicado en España, se convierte en tema de estudio y permite repasar debates cruciales sobre la dimensión social y política de la literatura gay. De igual forma, la excursión por barras gays en México sirve para recordar el largo trecho caminado por las comunidades LGBTQIA+ en la creación de espacios culturales y sociales entre siglos. En ese sentido, el inventario de nuevos autores o artistas poco reconocidos evidencia cómo se va formulando un corpus de crítica gay en las prácticas escriturales de Efraín Barradas. Gran parte de sus meditaciones revelan las transformaciones que experimentan los cuerpos y las sexualidades en circuitos urbanos de Estados Unidos, Europa, América Latina y el Caribe. Efraín vive y se siente parte de ese cambio en las calles de muchas ciudades, pero siempre planteando preguntas imprescindibles para el desarrollo de una disciplina académica centrada en estos temas. La posibilidad de una estética o actitud ante la vida y la cultura gay latinoamericana, que ocupa a Efraín en varios de los textos, confirma sus aportaciones precursoras a los estudios del género.

De otra parte, la llegada inesperada a una iglesia de negros en Salvador de Bahía confirma un encuentro inesperado con prácticas espirituales africanas. Para mi sorpresa, el viaje a Brasil remite a un lejano reflejo de mi vida en Puerto Rico durante los años ochenta. Efraín se refiere a sus diez días en la ciudad brasileña como “casi una experiencia surrealista”, y lo acompañan en esa aventura dos amigas. Una de ellas, Lupe (Marín, qepd), era la hermana de mi maestra de español avanzado durante mi último año en la escuela superior Miguel de Cervantes Saavedra en Bayamón. Así que los logros de Lupe en sus estudios graduados, y los de sus compañeros en Brown University, eran parte de las placenteras digresiones de nuestra queridísima y apasionada maestra, Gloria Marín. Hablar de Lupe llenaba a Gloria de orgullo por obvias razones. Pero, para una clase de estudiantes de escuela pública en Lomas Verdes era, al menos para mí, imaginar por primera vez que existía la posibilidad de ganarse la vida leyendo literatura. Sin darnos cuenta, Gloria nos daba las pistas para aspirar a esas posibilidades académicas para nosotros mismos y, sobre todo, nos llenaba de ilusiones con la Facultad de Humanidades del Recinto Río Piedras, de la cual era egresada también.

Las memorias universitarias de Efraín coinciden en una satisfacción similar, cuando narra en “Pasillo, pasillistas y pasillismo” cómo se convirtió simbólicamente, durante sus estudios subgraduados, en alcalde de un espacio muy especial para él y sus amistades, en la Universidad de Puerto Rico en las décadas de los años sesenta y setenta. A partir de ese entonces, y tras años de infatigable tarea intelectual, Barradas atestigua su presencia y participación en una cantidad considerable de foros académicos. En ese sentido, la crónica y la memoria le permiten entrar y salir de debates de la vida pública y privada, reiterar la defensa de minorías raciales, sexuales, movilizaciones sociales de la izquierda y polémicas culturales de diferentes épocas. Es decir, la lectura de los textos reunidos en esta publicación también es un recorrido por las rutas de los estudios literarios, culturales y del género junto a las vivencias de quien viaja y escribe.

 

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