Un café gentrificado en la Loíza.

 

 

 

Música de bossa nova y tostadas con pescado crudo. Muy fino para alguien acostumbrado a los jamón y queso embarrados en mantequilla, con la mosca de siempre dando vueltas.

Con eso me seducen.

No me gustan ni los sushi con maduros ni los hamburgers con mofongo. Cada cosa en su lugar.

La Loíza está invadida de turistas. Todos comentan de las fiestas de la calle. Todos están enjoying this Caribbean festivity. Nadie se queja de los altos precios de las comidas. Todos tienen su tarjeta pa responder. Let locals deal with that shit, dicen ellos. Todos cargan la frescura de los los que visitan y no tienen que tolerar las penurias coloniales. Todo se ve mejor desde afuera.

Yo los miro con la expresión del fuck you del Bronx neoyorquino. I am a local, displaced, by people like you. Assholes.

El café me lo trajeron frio. La leche se calienta tambié n, cabrones. Usen la cacerolita guayá y doblá que tienen guardada por ahí, pero tráiganme un café caliente y con nata. Me largo. I am disgusted, les digo con la misma voz pendeja que usan los gringos de Wisconsin.

Me voy, impulsado y motivado por los acordes estruendosos de un boceteo intenso de un Annuel belicoso y un sol imponente y grandioso que me recuerda que somos más y no tenemos miedo.

La cuenta, que espere por mi regreso.

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