Por Cándida Cotto/CLARIDAD
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“Ese día yo andaba por el aire”. Así recuerda sentirse Adolfo Matos Antorgiorgi aquel 11 de septiembre hace 20 años, a su salida de prisión en California. De ahí viajó junto al grupo que le acompañaba a Nueva York, en donde le esperaban sus familiares más cercanos, entre ellos sus dos hijas, los cuales todos le acompañaron en el vuelo definitivo hacia la isla.
“En el avión, cuando llegamos aquí a Puerto Rico, a San Juan, ocurre algo que yo no esperaba, que anunciaran el asiento donde yo estoy y vinieron policías y hasta civiles con la idea de escoltarme. ‘Bienvenido a Puerto Rico’, me dijeron. Me sacaron primero del avión y una vez fuera, allá estaba medio barrio de Lajas. Vinieron en una guagua escolar”.
El exprisionero político sonríe y compara el momento de su llegada al aeropuerto y su saludo al público, como la de un boxeador rodeado de gente de camino a subir al cuadrilátero.
¿Cómo se acostumbró otra vez a su pueblo de Lajas tras 20 años de ausencia?
“Vivo en Lajas, en Parcelas Rayo Plata, en la guardarraya de Sabana Grande y Lajas. Desde que llegué estoy allí y allí estaré hasta que llegue la hora en punto”.
Recuerda que al día siguiente de su llegada, en la casa amanecieron asando un lechón, apareció gente con ollas de comida, regalos, ropa: “Me impresionó mucho el recibimiento. Llegué el 11 y el 18 de septiembre ya estaba celebrando mi cumpleaños y el 26 de septiembre me hicieron un recibimiento en el pueblo. Todo fue una fiesta de barrio”.
Adolfo no deja pasar por alto su agradecimiento al apoyo que recibió y ha recibido del alcalde de Lajas, Marcos Turín Irizarry, quien respaldó su salida garantizando que tendría trabajo en el municipio una vez saliera de prisión. Allí trabaja todavía, en el Departamento de Arte y Cultura de Lajas, como coordinador de adiestramientos. El lajeño domina el arte del repujado en cobre y el de la restauración de muebles antiguos, por lo que es maestro de ambas artes y además está certificado como guía turístico. “Sirvo hasta de chofer de citas médicas si es necesario”, dice con entusiasmo sobre su trabajo.
De su tarea como maestro expresa que ha sido una experiencia muy satisfactoria, primero porque conoce bien la materia para enseñar el repujado en cobre de arriba a abajo y, más, por el trabajo que logran realizar los estudiantes.
En su quehacer de guía turístico admite que en su recorrido hay cosas que las dice a pinceladas, y repara en que le han invitado a hablar como historiador, pero que ha declinado hacerlo, ya que reconoce que esa es una profesión más allá de sus conocimientos como guía turístico. Comenta que entre los atractivos de su pueblo que más le gustan de su recorrido está la Sierra Bermeja: “Se dice que esa cadena de montañas va desde Guánica a Cabo Rojo y que es lo más antiguo que hay en Puerto Rico y en El Caribe, que tiene 195 millones de años de existencia y que vino del Pacífico. Les digo que si no me creen que busquen la información. Lo otro es el barrio Sabana Yeguas, que es la capital. Hay un largo historial. Allí era donde los españoles criaban yeguas y caballos de caballería. Con el respeto a Ponce y otros pueblos, allí también en ese sector se cantaba y tocaba la bomba y la plena; hay evidencia”, sostiene.
Pero lo que ha sido parte de su vida y que expresa llenó un espacio en su espíritu una vez de regreso a la patria fue entrar de lleno a la campaña de excarcelación de sus compañeros que permanecieron en prisión: Carlos Alberto Torres, Oscar López Rivera y Haydée Beltrán. En esta tarea Adolfo junto a otros compañeros desarrolló la Coordinadora del Sur en donde —expresa— trabajó con compañeros muy buenos, entre ellos Luis Martínez, de Sabana Grande, quien murió no hace mucho.
“Una de las cosas principales que nos tocó antes del acuerdo de firmar para salir fue que el mismo Oscar nos dijo: ‘No, ustedes tienen que irse’. Aceptamos de manera colectiva. En verdad no sabíamos exactamente lo que nos esperaba, las condiciones que tendríamos que obedecer”, relata sobre la decisión que tuvo que hacer el grupo de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), ante la oferta del entonces presidente Bill Clinton.
Durante todo este tiempo uno de los episodios que dijo siempre recordar por lo gracioso fue haber ido a un festival en Hormigueros y que la amiga que lo llevó, “me da un aparatito y me dice póntelo en la cintura. Yo no sabía lo que era. Entonces me lo pongo, y de momento empiezo a sacudir la pierna creyendo que era un ciempiés que se me había trepa’o en la pierna y era el busca persona ese… un beeper”.
De Lajas a Manhattan
“He trabajado en la caña cuando muchacho. La sembré, la corté y me la chupé también”, dice riendo Adolfo, a lo cual atribuye su padecimiento de la espalda baja y por lo cual ha tenido que bajar el volumen de trabajo de asistir a ferias culturales a exponer y vender sus piezas en repujado. Ahora las hace por encargo.
Fue a los 16 años que el joven salió de Lajas a Nueva York para vivir con sus abuelos maternos. Corría el 1966. Cuenta que fue a la escuela por dos años, a la vez que trabajaba en un restaurante. Después dejó la escuela y se puso a trabajar de lleno y, como otros trabajadores boricuas de esa época, iba y venía cada seis meses de Nueva York a la isla. Entre los muchos trabajos que tuvo llegó a ser chef salad de un restaurante francés.
“Nunca fui a Chicago, aunque ahí fue que me arrestaron; pero yo vivía en Manhattan”, dijo sonriendo sin querer agregar detalles.
La pregunta obligada es cómo adquiere su conciencia política. “Lo que son don Juan(refieriéndose a Corretjer) e Isabelita Rosado son los responsables de que yo haya desarrollado conciencia política”.
Como si fuera una confesión, Adolfo narra que conocía a Isabelita Rosado y a Don Juan Antonio Corretjer desde joven, antes de ir a prisión. Ambos visitaban en Nueva York a su suegra, María Luisa Ayala. Su suegra y Corretjer se conocían desde niños, en Ciales, y cuando este viajaba a Nueva York se alojaba en la casa de doña Luisa. Adolfo era el responsable de llevar a Corretjer a casa de su hija, que vivía en Paterson, Nueva Jersey. Aun cuando admite que en una hora de camino casi ni se atrevía hablar con Don Juan, describió: “Fue una cuestión de lo coges o lo coges… la conciencia política”.
Añade que al haber llegado sin tener la cabeza llena de la ideología colonial que enseñan en la escuela pública —porque no estudiaba, sino que se copiaba— tan pronto llegó a Nueva York se dio cuenta de la situación de los puertorriqueños. Eso incluyó el haber estado consciente de que tenía que aprender inglés como necesidad y hasta por obligación.
¿Como hizo para evitar el servicio militar?
Adolfo ríe y cuenta que tuvo suerte en los sorteos del servicio selectivo, ya que nunca le tocó, y que cuando llegó a Nueva York, un buen día no sabe quién le entregó una hoja que decía las cosas que podía hacer para evitar el servicio. “Cuando muchas veces me preguntan si soy veterano respondo: ‘Sí, yo soy veterano legítimo, veterano por la lucha por la independencia de Puerto Rico, y se lo digo mirándolos a la cara”.
Adolfo tiene dos hijas y tres nietos, dos de la mayor de 15 y 11 años y un varón autista de su hija menor, quienes viven en Manhattan, a quienes procura visitar cada año. Todavía tiene a cuatro tías por parte de madre y primos paternos que también viven en Nueva York.
El pasado mes, en ocasión del aniversario 20 de la excarcelación, el artesano de Lajas participó en Nueva York junto a otros siete compañeros(as) exprisioneros(as) en una actividad del centenario de Lolita Lebrón y en un conversatorio en el Hostos Community College. “El salón estaba repleto de estudiantes. El énfasis nuestro fue el testimonio de la cárcel”.
El verano del 2019
Para el exprisionero político gran parte de lo sucedido en el ya llamado Verano del 2019 tiene que ver con el andamiaje del sacrificio de todos los luchadores por la independencia, desde Betances hasta el presente, que incluye a los de la FALN. Aunque dice que no pudo estar en las manifestaciones debido a su condición de espalda, siguió todo el movimiento por la televisión. “La mayoría jóvenes, compañeros LGBTT, y las mujeres fueron grandes impulsores del movimiento”.
El compromiso demostrado por todos estos sectores, y en especial la juventud, le hace confiar en que pronto debe venir que todos esos jóvenes se muevan con más conciencia patriótica para hacer cambios. “Es que es ahí que se tiene que invertir el tiempo, la palabra, el verbo, la poesía. Esas protestas nos han dicho que los cambios tienen que darse. Si se dice que en nuestras escuelas públicas no se enseña la historia de Puerto Rico, ¿cómo han podido captar el sentido político de ese movimiento?”
Vivir a plenitud
Para Matos Antorgiorgi estos 20 años no han pasado rápido, ni lentos. “Algunas personas dicen que pasan rápido. Yo los visualizo en términos de lo que se ha hecho, lo que se hizo y las proyecciones que tengamos al futuro cercano. El día 10, cuando se cumplieron los 20 años, me despierto, sé que es el día 10, y escuchaba ruidos, escuchaba cuando yo salí de la prisión, el ruido de los presos despidiéndome, ese bullicio, esa solidaridad me retumbó”.
Adolfo no quiere dar por terminada la entrevista sin dar las gracias a CLARIDAD. “Me siento muy agradecido del periódico CLARIDAD, que siempre han estado firmes en apoyo a todos nosotros. Todavía nos quedan Nina y Ana Belén, esas dos compañeras. Se espera que Nina salga ahora, para octubre”.
Es en esa entrega a la lucha de donde dice que sacó las herramientas para poder reintegrarse al país.
“Poder vivir a plenitud, esos son deseos de vivir, de compartir, deseos de ser útil. Yo creo que esa es la parte principal de usar las manos. No hace mucho tomé un entrenamiento para ayuda en caso de huracanes con Ser de Puerto Rico. que me dio más motivación para querer dar a mi comunidad. Cuando voy como guía turístico saludo hasta más que el mismo alcalde”.