Intempestiva sobre la carencia y la caricia

 

  1. Hace algún tiempo anoté en mi cuaderno el siguiente verso:

una caricia

se da con temor

a la despedida.

El drama de amor es uno de caricia y carencia. La carencia lleva a la caricia, y la caricia a su carencia. Un pestañeo. El visaje en el otro rostro. La mano abre, los dedos se extienden hacia la otra piel.

La caricia no es frotación, pero igual irisa.

  1. No hay colma de carencia en la caricia. No satisface. Es fallida. La carencia está ahí, insiste. A pesar de la caricia, por la caricia. Pero, ojo: porque es caricia, no hay sostén. En su ensayo sobre la caricia, Gaos subraya la total ausencia del apretón en la caricia. Es apenas un roce. Un leve presente (con amor) al otro en los dedos. Porque es breve, antecede al adiós. Su tiempo es del roce. Su duración, el del recuerdo de la caricia inscrita por vez primera en la otra piel. Aún hoy, eriza.
  2. La caricia es un estilo. Según Lezama, la casa es un estilo para combatir el tiempo. El estilo en la caricia, empero, no salvaguarda. No tiende puente. La caricia no edifica. Es un dar con (puro) ardor. La caricia es un presente absoluto. Es un caro presente. Caro presente carente. Sin condición y sin promesa. Ardor, ceguera. Zarza ardiente.
  3. No retiene. Nunca. El pestañeo en tu mirar. El amor dura el tiempo de la caricia. Con amor, la caricia deja ir.

 

 

 

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