La vida homérica de don Rafa: documental de Ana María García

 

 

Especial para En Rojo

Después de treinta años estoy de vuelta al teatro de la Universidad de Puerto Rico (UPR), es un miércoles 15 de septiembre por la tarde y se me iluminaron los ojos sentado en la plaza Antonia Martínez. Estoy de regreso a mi alma mater para estar en el debut del documental “I’m not sorry for what I did”.   Ana María García ha dedicado un documental a  la vida épica de Rafael Cancel Miranda,  nació en Mayagüez en 1930 y muere en San Juan el 2020. Fue líder independentista, nacionalista y poeta. Su vida fue muy intensa, su trayectoria fue una forma de entender la vida con veinticinco años de calabozos en los Estados Unidos. En 1954 cuatro nacionalistas atacan el Congreso son arrestados y condenados de por vida detrás de las rejas.En 1979 el Presidente Jimmy Carter excarceló a Lolita Lebrón, Irvin Flores, Oscar Collazo y a Rafael Cancel Miranda. Los presos nacionalistas de inmediato que tocaron suelo boricua se dedicaron con alma y corazón a disfrutar la libertad personal pero siempre estrechamente ligada a la independencia a su pueblo, el objeto de sus vidas. De lo que he leído en la prensa comercial del país “I am not sorry what I did» es la ópera prima de Ana María García. Sin embargo, es un error. Es suyo el formidable documental «La operación» (1982) y «Cocolos y rockeros». La apertura me permite volver a pisar el teatro de la Universidad en un clima de halagos y de mucha alegría que me hace reflexionar en esa extensa oda del distinguido nacionalista en la pantalla grande.

Es un vibrante documental,  temo estar exagerando, ha embelesado a una especial concurrencia que desde luego fue acompañante de la gesta del héroe nacionalista. En su momento, esta audiencia entregó el todo por el todo al lado de Rafael, el inspirador del país, lo abrazaron   en las tertulias con él y en las marchas  en la calle le pisaron los talones a Rafael como su fuera el hermano mayor. Esta audiencia que intento elogiar, me causa asombro y optimismo. Pienso que son los renovados y flamantes  nacionalistas de la nueva resiliencia pero hoy con distintos matices sin poner entre dicho el temple de los generosos nacionalistas históricos. La familia inmediata de Rafael, se dirigió a la audiencia con palabras y anécdotas de gratitud. Ellos  iniciaron ese gran preludio de devoción y familiaridad que dieron paso a grandes emociones de júbilo en el debut de “I’m not sorry for what I did”.

En la apertura le tocó el turno a la artista, a la docente, a la directora, a la amiga de la familia de Cancel Miranda, de inmediato la audiencia se puso toda de pie y le brindaron un extendido aplauso a Ana María García. Emocionada por el debut de  “I am not sorry for what I did”  la autora nos habló de su hazaña alcanzada, no cabía la menor duda, después de escucharla el público se fundió entrañablemente con héroe nacionalista. Cuando la pantalla se iluminó, nos quedamos pegados a ella sin pestañear, sin mover las cabezas siquiera, había comenzado la riqueza visual, la riqueza de significados sin melodramas. Ana María García nos dio un regalo inesperado en un Puerto Rico patas arriba, encamado, gobernado por estafadores y, aún más,  agobiado e idiotizado por la prensa y la radio mediocre, trastornada por la bulimia 24/7, por décadas acostumbrada a  la violencia sensacionalistas en la TV y su homólogo el cine comercial.  “I am not sorry for what I  did” es  un documental de la madurez que ha sido capaz de expresar y remontar la vida de Rafael, a escala testimonial completa. El documental se nutre de épica y de poesía porque Rafael era así, y gracias a esa vida homérica García pudo proyectar escenas llenas de sutileza en los calabozos.  El ostracismo se presenta con líricas imágenes, los diálogos son conmovedores y tiene la dicha de inspirar nuestro día a día. Uno se siente desahogado como si estuviera llenando un vacío de conocimientos y emociones porque el documental no es relato de enmiendas ni de imputaciones, por el contrario a mi me creo bienestar terrenal y espiritual  porque todo concuerda al milímetro con la gesta de Rafael y con dramático el paisaje histórico de reclusión que le tocó vivir.

En “I am not sorry for what I did”, tiene el cuidado de presentarnos detalles tras detalles que en ningún momento de la cinta se separan del protagonista. Me marcó mucho aquella escena, que se repite en momentos claves, cuando el niño Rafaelito tira el trompo en el suelo adosado de su casa natal en Mayagüez. Este detalle tiene mucha certeza biográfica, y sobre todo, cuando aparece se emplea como un emplazamiento a un  importante acontecimientos en la vida del protagonista. No solamente nos invita a lo próximo,  el trompo, encabulla y tira, tiene un ritmo óptimo y hábil, tiene sutilezas y la aceleración atornilla la  incertidumbre, la rebeldía y furor.  El trompo de madera es lanzado por las manos del niño que lo hace  girar, pero es más que un juguete, los giros son vinculados en el film  a la sensibilidad  que se expande con sus órbitas desde la infancia del héroe hasta más allá de prisión y de la vida homérica. Es decir, el trompo es una fuerza reparadora e incansable en la imaginación intuitiva de la autora de “I am not sorry for what I did”.

De modo que, agarrar el trompo y soltarlo es reanudar la vida, es dar otro desplazamiento de cambio, es un tiro de vuelta a otro encierro  entre el calabozo y la libertad. El artefacto candoroso crea suspenso, es poseedor de simbolismos en la narración del tenaz prisionero político. De cualquier manera, el trompo  nunca es  abandonado, es un talismán que tiene una fuerza secreta para sobrevivir, es un arma amorosa porque dentro de la circunferencia cónica  hay un sentimiento de lucha germinado en el hogar. El trompo es un vigor urgente que se repite  en momentos claves que son referentes entre el decir y el hacer en la vida ejemplar de Rafael Cancel Miranda. El trompo  y su significado es parte fundamental de la poesía del testamento fílmico creado por Ana María García, su obra es una fuerza que abarca tanto la claridad como la oscuridad. “Lo que resulta claro y evidente se explica por sí solo, pero el misterio tiene efectos creadores”. Cito a Stefan Zweig en la introducción de su monumental biografía sobre los secretos de la vida de María Estuardo.

Perdonen la lata del trompo es que la imagen es genial, está bien realizada, tiene de todo. Sin embargo, el trompo no se rompe en pedazos, gira hermoso y es fuerte, su punta es capaz de herir, de hacer un agujero, es decir, la lucha puede doler, tiene cicatrices, dejó heridas abiertas en el niño, futuro héroe, que sabe no puede ser indiferente a las imágenes de horror de los compañeros de partido. El trompo es la recarga del héroe en la encrucijada que nos enseña a superar la deshumanización, el calabozo, la desnacionalización cultural; su fuerza interior no se quiebra, la trayectoria personificada es eleva a un campo ético que esculpe la dignidad del ser puertorriqueño. Entre Rafael y su pueblo se extiende  una cuerda de nudos que los atan a los dos.

Por supuesto que, Rafael Cancel Miranda es un referente de la construcción de lo humano, tanto en lo extraordinario como en lo cotidiano y tanto él como muchos otros nacionalista que fueron de mucho calibre y que no fingieron su nacionalismo militante y pedagógico. Ellos adoptaron una auténtica y plena ciudadanía puertorriqueña de carácter congénita, activista,  espiritual, cultural y cívica que sin duda hoy está bien tazada, tiene peso, es dinámica, tiene literatura, salsa y reggaetón. Creo que los nacionalistas históricos se encargaron de engrandecer ese orgullo público de ser puertorriqueño, sin dudarlo, esa es una de las mayores herencias identitaria de don Pedro Albizu Campos. Los puertorriqueños nacionalistas del siglo XX, lucharon por esa dignidad ciudadana, independiente y separada de toda soberbia imperialista. Me pregunto, ¿Quiénes fueron los que  levantaron el telón y nos enseñaron las claridades  de los auténticos valores de la vida como el trabajo, el amor, la amistad, la cultura, el arte y el respeto a nuestra dignidad y naturaleza? En su exquisito documental  Ana María García nos lleva de la mano a un hermoso paseo histórico, sin lujos ni exuberancias, donde gana terreno la belleza, donde se ha prestado atención a la palabra justa y necesaria, mientras tanto, también hace un valiente énfasis en el alumbrado nacionalista en tiempos muy oscuros para el país.

Ya en los últimos minutos de documental aludido uno comienza a tener la fuerza verídica de que nuestra relación colonial está llena de mucha brutalidad que estremece hasta un extraño ermitaño de cualquier parte del mundo. Este film esta al servicio de la reflexión. El peligro mayor de hoy es la advertencia del héroe nacionalista de cuidarnos de la  inducida deshumanización, es decir, lo digno de lo puertorriqueño, hay que defenderlo cueste lo que cueste sin importar los peligros y sin distracciones.  Desde luego que García, una artista sensible y patriótica, anida en toda su obra este misterio de anhelar un país mejor y distinto.  Y lo hemos hecho felizmente en el verano de 2019.  Este teatro a tope ha disfrutado del debut de un documental histórico. El espectador atento comienza a atar cabos sueltos, desenreda acontecimientos, se contesta preguntas importantes. Durante todo el film se adquieren muchos conocimientos y se trasmiten emociones que sitúan al espectador en veraces memorias que nos revelan que “es prohibido olvidar”.

El film es una ocasión histórica pero debemos recordar que detrás del “film” está la maestría de la artista Ana María García con una propuesta documental única que a la vista está para las generaciones venideras que quieran enderezar o decidir por un nuevo país. La manera de trabajar de García, a fuerza de lo verídico y de la incertidumbre, hace de su obra una llena de belleza, de ternura que mira al pasado de Rafael con admiración y  relevancia. La obra de García hoy día tiene mucha pertinencia, es una joya documental que formará parte de nuestra cultura, es un relato portentoso de las luchas de ayer que se sueltan y se entrelazan similares al colapso de hoy. García es como un duende determinante que de  estudiante en la ciudad de Nueva York, vio y escuchó al héroe decir  “I am not sorry what I did”. No me arrepiento de lo que hice le contesto Cancel a un periodista americano buscando respuestas de culpabilidad de cada uno de los cuatro nacionalista que atacaron el congreso de los Estados unidos en 1954.  Cuenta García en su presentación que ese fue el momento de inflexión cuando ella escuchó al héroe poeta intacto de convicciones, ese giro le puso las cámaras en sus manos para hoy felizmente darnos una conmovedora película de Rafael Cancel Miranda. Bien sabía la autora que  la vida del héroe sucumbe cuando se repiten las canalladas de políticos y periodistas coloniales. La figura del nacionalista ha encontrado narradores como Enrique Laguerre en su novela La Resaca. El cine y el teatro han hecho su tanto, también.

Horas después de la Masacre de Ponce en 1937, los padres de Rafael Cancel Miranda llegan a la casa en Mayagüez,  Rafaelito jugaba con su trompo en un suelo adosado cuando los padres abrieron la puerta, su hijo vio a su madre con su vestido blanco ensangrentado porque se tuvo que arrastrar en la calle ensangrentada  para evitar las ráfagas de balas de los fusiles de la guardia nacional americana. Este es el momento donde cuenta Rafael entró él en la historia nacionalista de su país.  Era un niño de siete años, sus padres poseían poco pero no le faltó la pasión y el amor excesivo que abarca con tenacidad el universo de un país ocupado por extranjeros cuyas ambiciones imperiales estrangulaban a los puertorriqueños.

Su padre fue el fundador del Partido Nacionalista en Mayaguez, su madre también nacionalista y Rafaelito se hizo adolescente en un hogar patriótico donde se le educó que no es bueno vivir para sufrir, que no es bueno vivir esperando más estupideces imperialistas. La Masacre de Ponce fue la hora nacionalista que determinó la vida entera de Rafael consagrada a la lucha por la independencia, la paz y la democracia para su país.  En la bendita masacre murieron 17 puertorriqueños nacionalistas y una niña que salía de la misa del Domingo de Ramos. El nacionalismo se expandía por toda la isla, nuevos adeptos se unen diariamente. Las prédicas y la claridad de las voces nacionalistas rendía sus frutos. El despegue del movimiento nacionalista a finales del la década del treinta del pasado siglo  permitió que los puertorriqueños dejara de ser una muchedumbre sin norte.

Don Pedro Albizu Campos nos dio un vozarrón de esperanza, fue una escuela de sabíduría y valor, fue el más hermoso patriota del mundo, fue la figura clave en todo esto porque su mensaje trasformaba a la muchedumbre ambivalente en un avispero de abundancia nacionalista, unidad y de un amor propio capaz de pensar en un destino hondamente patriótico. Ese magnífico optimismo de los nacionalistas alzó un profundo sentimiento de nación nunca antes experimentado en nuestra historia. Los nacionalista no se cruzaron de brazos no podía tolerar que el imperialismo sea la única existencia permitida a los boricuas. Los americanos solo reconocen su sistema como único, la suya propia es la verdadera, la imponen contra la libertad e independencia, la imponen con arrogancia negando los derechos humanos, alimentos, escuelas y la tierra. Nuestros nacionalistas pusieron al imperio en jaque. Conocían muy bien de la pata que cojean, sabían dónde llevaba el talón de Aquiles.

La tormenta nacionalista estaba preparada y comenzó a darle azotes al imperio colonial enclavado y casi intocable en Puerto rico. La respuesta yankee fue el uso de la violencia contra el Partido Nacionalistas por toda la isla.  Desde la invasión en 1898, ya éramos prisioneros del imperialismo pero a partir de la fundación del Partido Nacionalista nos convertimos en enemigos, y de ahí, descendió una borrachera de totalitarismo,  intolerancia, de hostilidad, calabozos, difamaciones, y desprecio por la vida de los nacionalistas. En el montaje García configura una paleta de colores por medio del calabozo y la libertad para pintar el personaje, que elige la ruta del relato nacionalista.

“I am not sorry for what I did” es un breviario intenso de las luchas épicas de nacionalismo fuera y dentro de la figura heroica de Rafael Cancel Miranda. No cabe duda que es su película como bien él le expresó a su autora. Hay que ver este documental donde se aprende un montón de lo que se presenta y de lo que falta por hacer en la cinematografía nacional. Es provechoso para un crítico de arte real o un escritor imaginario, que un documental de una hora provoque tanto interés por escribir e interpretarlo. En mi caso escribo de lo que me interesa, le saco el jugo a lo me apasiona de una obra, hasta me permito confesarme para hablar con el lector desconocido para acercarlo a una indispensable pieza documental que me arrancó emociones y que me hizo pensar que este documental es de todos los puertorriqueños. Si las generaciones venideras quieren un Puerto Rico mejor deben estudiar y saborear la fuerza emancipadora  de  “I am not sorry for what I did”. En la apertura de su obra en el teatro de la UPR,  Ana Maria Garcia llenó de plácemes a la afectuosa audiencia porque ella y su corillo nos dieron una buena sorpresa que siempre son buenas si están  pensadas para perdurar.

 

 

 

 

 

Artículo anteriorEsta semana en la historia
Artículo siguienteLa caída de Liz Truss