Mirada al País:El 9/11 y la geopolítica de los recursos naturales en Afganistán

 

Especial para CLARIDAD

Seguimos inmersos en los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y en los recientes incidentes asociados a la salida de las tropas del ejército norteamericano de Afganistán. Los medios de comunicación de forma concertada rememoran los trágicos eventos del 9/11 y los interrelacionan con la incertidumbre que plantea la recuperación del control político por el Talibán en Afganistán. Esta propaganda incide sobre la comprensión de la cotidianidad de los asuntos que ocupan, entretienen o distraen nuestra atención; en cierta medida oscurecen nuestro pensamiento colectivo sobre otros problemas o preocupaciones. Esa es parte de la agenda mediática que llevan a cabo las instituciones públicas y privadas responsables de construir el llamado imaginario de la “Guerra del Terror”. Los argumentos que se esbozan públicamente para construir y sostener la teoría que explica las causas y motivaciones de los denominados “enemigos” que amenazan la seguridad nacional de los EE.UU., se construyen, en parte, sobre medias verdades, pero fundamentalmente sobre falacias propagandísticas. La propaganda de las agresiones imperialistas generalmente se pretenden fundamentar en hechos que se justifican a base de algunos conflictos vinculados a principios y valores que permiten la convivencia en las sociedades civilizadas. Se habla de principios como preservación de la libertad individual y colectiva, justicia social, derechos humanos, principios relacionados a la organización democrático de los sistemas políticos de las naciones (libertad de expresión, de asociación, de culto, de selección de la dirección política mediante elecciones libres, derecho a la intimidad, etc.), pero pocas veces se reconoce que la causa y motivación de los conflictos bélicos y de las intervenciones extranjeras contra las soberanías nacionales responden a intereses materiales movidos para el acceso y control a bienes y recursos naturales (en especial minerales e hidrocarburos) que se consideran indispensables en los procesos de producción de los sistemas económicos, particularmente los capitalistas. Algunos de estos conflictos también responden a las necesidades geopolíticas de los Estados imperialistas dirigidos al control de rutas terrestres y marítimas para mover o transportar esas materias primas o productos terminados hacia los mercados de consumo. Todos estos elementos están inmersos en la propaganda que, desde hace muchos años, se divulga relacionados a los incidentes en los EE.UU. del 11 de septiembre de 2001 y la agresión a Afganistán a partir del 7 de octubre de ese mismo año.

Desde el mismo momento en que se comenzó a comunicar los incidentes del 11 de septiembre (9/11) he cultivado dudas sobre los fundamentos que explican las causas y efectos de esos desgraciados incidentes. Como muchos otros, todavía cuestiono las explicaciones que el gobierno de los EE.UU. y sus instituciones oficiales han ofrecido para explicar las causas reales del colapso de los tres edificios que se derrumbaron durante ese día y donde resultaron muertos cerca de tres mil personas y muchos otros miles heridos y afectados física y emocionalmente. Las versiones oficiales que se han ofrecido no corresponden del todo con la observación objetiva que se puede hacer en la documentación de estos hechos históricos. Por ejemplo, no se ha podido explicar, razonablemente, cómo unos alegados secuestradores podían pilotar los aviones comerciales que se estrellaron contra la Torres Gemelas (edificaciones de 110 pisos, identificados como WTC 1 y WTC 2) sin haber tenido adiestramiento y experiencia previa en la operación de naves equivalentes a los Boeing 767. Los aviones que impactaron las torres se desplazaban a baja altura, en un espacio urbano con múltiples edificaciones multipisos o rascacielos, a una velocidad estimada en cerca de 550 millas por hora (800 pies por segundo), maniobrando con precisión para impactar las edificaciones en un ángulo e inclinación propicio para estrellarse dentro de la superficie de las paredes exteriores a una altura similar en cada caso. Las imágenes que se proyectaron en televisión me harían pensar en los denominados “kamikazes” japoneses que estrellaban sus aviones de combate contra los barcos de las fuerzas navales norteamericanas en la Segunda Guerra Mundial.

Todavía no acepto la explicación que, por el efecto del impacto de esos aviones sobre esas edificaciones y el incendio que provocaron en los pisos superiores fueran causa suficiente para que en un caso en 90 minutos (WTC 1) y en el otro, una hora y media (WTC 2), los edificios colapsaron. Más sorprendente fue observar los videos de los colapsos estructurales que tomó, alrededor de 10 segundos en desplomarse y pulverizarse de forma dramática. A pesar de lo observado, las entidades oficiales evaluadoras descartan que haya ocurrido una demolición controlada mediante artefactos explosivos colocados con fecha anterior a ese martes fatídico. Quizás más inverosímil resulta la explicación ofrecida por el colapso del edificio WTC 7, el cual se alega se incendió como resultado de escombros calientes que cayeron sobre parte de su estructura provenientes del colapso de las Torres Gemelas. En este edificio de 47 pisos que no fue impactado por algún avión, se produjeron incendios en distintas localizaciones generando fuegos que no fueron controlados y que, después de cerca de ocho horas del comienzo de los incendios, colapsó catastróficamente. Este colapso, al igual que en las Torres Gemelas, ocurrió de forma abrupta y en menos de 10 segundos. Según el informe oficial que explica ese incidente, el colapso del WTC 7 lo convierte en el primer rascacielos del Mundo con armazón estructural de acero que se desploma, primordialmente como resultado de un fuego no controlado. Las autoridades insisten que el colapso no respondió a una demolición controlada mediante el uso de explosivos.

Afortunadamente, no murió ninguna persona en este edificio pues el mismo fue desalojado oportunamente. Convendría señalar que en el WTC 7 el Departamento de Defensa, la Agencia Central de Inteligencia y el Servicio Secreto mantenían oficinas operacionales en esa edificación. También se ha destacado que la Agencia del Manejo de Emergencias de la ciudad de Nueva York había construido su centro de operaciones en el piso 23 de esa edificación, una instalación que, el entonces alcalde Giuliani, se jactaba de que constituía un “bunker” indestructible. Paradójicamente, al inhabilitarse el WTC 7, primero por los incendios y luego por el colapso estructural del edificio, la ciudad se quedó sin capacidad de operación para coordinar se forma efectiva la respuesta a la emergencia producida por el impacto de los aviones y colapso de las Torres Gemelas. Tanto los bomberos de la ciudad, la policía municipal, como los servicios de emergencias médicas, se quedaron sin centro de control y comando.

Además de lo incomprensible que todavía me resulta entender los colapsos de los WTC 1, 2 y 7, me resulta sorprendente la explicación de que el incidente de 9/11 reportado en el edificio del Pentágono haya respondido al impacto del Boeing 757 del vuelo 77 de American Airlines. El incidente reportado indica que ese avión manejado por un piloto aficionado descendió de una altura de dos mil pies, maniobró a cerca de 550 millas por hora, a poca altura sobre las edificaciones de la ciudad y se estrelló a poca elevación del terreno en la pared del edificio sin que en esa trayectoria derrumbara postes de alumbrado, vayas de seguridad y otras estructuras que ubicaban adyacente al edificio. Las fotos que se muestran sobre el área impactada sugieren que el supuesto avión chocó de manera perpendicular al edificio, en un ángulo perfectamente horizontal, y que todo el fuselaje y las alas de la nave penetraron al edificio sin dejar huellas o muestras de impacto a las paredes adyacentes a la pequeña área impactada y perforada por la nave. Conservo fotos oficiales que muestran bomberos y otros funcionarios que respondieron el incidente pero no muestran escombros que típicamente se producen cuando se estrella un avión, que, entre otros, incluye piezas y fragmentos de fuselaje, motores, alas, ruedas, maletas y otros escombros relacionados con la carga que transportan los aviones comerciales. Muchos han especulado que los que realmente impactó el edificio fue un proyectil teledirigido de los que usan las fuerzas armadas para destruir instalaciones subterráneas (p. ej. similar a un Tomahawk). Esos proyectiles pueden maniobrar en la forma que se ha descrito hizo el supuesto avión, penetrar estructuras densas de concreto y provocar daños estructurales compatibles con los observados en el Pentágono.

En resumen, las explicaciones oficiales de los incidentes del 9/11 mantienen múltiples incógnitas sobre la realidad material y física ocurrida en esos incidentes. No obstante, en respuesta a los mismos, movió al presidente Bush y a todo el aparato gubernamental norteamericano a invadir a Afganistán supuestamente con la excusa de capturar y asesinar a Osama Bin Laden que se alegaba fue el autor intelectual y gestor de los alegados ataques a los EE.UU.. Aunque, supuestamente, Bin Laden se encontraba en Pakistán, a partir del 7 de octubre, (26 días después de los incidentes del 9/11) los EE.UU. comenzaron una serie de ataques y en pocos meses, una invasión militar para derrocar el gobierno del Talibán, constituido casi una década antes en Afganistán. Esta intervención que se prolongó por 20 años dio inicio a lo que los norteamericanos han denominado “Guerra Contra el Terror”, guerra que ha provocado múltiples intervenciones en Asia y otras regiones del Mundo con la supuesta justificación de perseguir, capturar, destruir y matar todo grupo o individuo que el gobierno norteamericano identifica y clasifica como “terrorista”. Es decir, todo individuo o entidad que realiza o es capaz de realizar actos “terroristas” contra los intereses de los EE.UU. se considera un enemigo que justifica ‘legítimamente’ la intervención unilateral de uso de la fuerza y agresión en supuesta defensa de la seguridad nacional. Eso es lo que se reclama, pero la realidad objetiva es mucho más compleja de lo que se pretende describir. Veamos qué importancia tiene Afganistán.

Mucho tiempo antes de la invasión y ocupación militar de los EE.UU. en Afganistán ya se tenía conocimiento de los vastos recursos minerales que están presente en ese territorio. Desde el 1977 el Servicio Geológico de ese país había documentado extensos recursos minerales en territorio de Afganistán (Abdullah, Sh., et. al.”Mineral Resources of Afghanistan”; 2ed.,1977). Con la invasión de la antigua Unión Soviética a este país en diciembre de 1979 y su permanencia hasta mayo de 1989, buena parte de la documentación técnica realizada sobre el potencial de estos recursos minerales se mantuvo en posesión y control de geólogos y otras personas, aunque se conoce que los soviéticos realizaron algunos estudios que documentaron dichas riquezas. Con la invasión norteamericana, y a partir de principios del año 2002, se le encomendó al US Geological Survey realizar estudios más detallados de los recursos minerales en Afganistán. El resultado de esos estudios se hicieron públicos en el 2007 con un impactante informe que reseña la presencia de numerosos depósitos previamente no descubiertos de minerales con gran valor económico (“Preliminary Assessment of Non-Fuel Mineral Resources of Afghanistan”, USGS, 2007). Ese informe destaca la abundante presencia de minerales económicos que incluyen grandes depósitos de cobre, barita, azufre, talco, cromo, magnesio, sal, mica, mármol, rubíes, esmeraldas, lápiz lazuli, asbesto, níquel, mercurio, oro, plata, plomo, zinc, fluorita, bauxita, berilio, litio, uranio y “elementos de tierras raras”. El nombre de “tierras raras” se le ha asignado a un grupo de 15 elementos que en la Tabla Periódica se identifican como lantánidos, a los que se le añaden otros dos elementos, el escandio y el itrio que, en su conjunto, son indispensables para la construcción de artefactos e instrumentos electrónicos. Estos minerales son relativamente escasos en la mayor parte del Mundo. El 95 por ciento de estos elementos ubican y se extraen en China por lo que el resto de los países industrializados del Mundo dependen de esa fuente. El control de China de estos elementos químicos se considera un factor crítico entre la guerra comercial entre EE.UU. y Europa con China de manera que la presencia de estos minerales en Afganistán lo convierte en un elemento estratégico crítico desde la visión imperialista-capitalista estadounidense. Dice el informe del USGS que estimaban la presencia en Afganistán de 60 millones de toneladas métricas de cobre, 2,200 millones de toneladas métricas de mineral de hierro y, al menos, un millón de toneladas de elementos de elementos de “tierras raras”. Se ha señalado que el valor monetario del litio y el oro descubiertos en Afganistán excede $1 trillón. La cuantía y valoración del litio, es similar a la que posee Bolivia.

Científicos del USGS entrevistados por la revista Scientific American indican que la documentación sobre la cuantía y diversidad de minerales identificados es probablemente mayor de la informada. Consideran esas cifras conservadoras, pero en el informe recomendaban ampliar las exploraciones a otras áreas que, por las circunstancias de los conflictos bélicos con el Talibán, no pudieron ser áreas examinadas. También es conocido que en la parte norte de Afganistán existen cantidades significativas de petróleo (1.6 billones de barriles) y gas natural (15.7 billones de pie cúbicos).

Aparte de toda la riqueza mineral, Afganistán constituye un espacio estratégico para la ubicación de gasoductos que se han propuesto construir desde Turkmenistán hasta Pakistán e India. Un proyecto clave identificado como TAPI Pipe Line (Turkmenistan-Afganistán-Pakistán-India) se proponía como estrategia para conducir grandes reservas de gas natural en Asia Central hacia India y el Océano Índico. Los norteamericanos estaban proponiendo otro gasoducto que se hubiera conocido como el Afghan Oil Pipeline que hubiera llevado petróleo desde Asia Central hacia el Océano Índico vía Pakistán. Aparte de la importancia económica de los combustibles transportados, el TAPI planteaba un valor estratégico adicional porque se pensaba que limitaba el potencial de que Irán pudiera suplir el gas natural que posee en abundancia a los mismos mercados (India y China). La intención de EE.UU. era limitar la capacidad económica de Irán como parte de sus estrategias de bloqueo económico de ese país como parte de su presión o chantaje para que se desista del programa nuclear en Irán. Visto desde ese contexto general, Afganistán supone una pieza clave en la geopolítica de la región, tanto para la explotación económica de los recursos naturales de Asia Central como de Afganistán, pero además de las consideraciones geopolíticas pará el control de adversarios que la mirada imperialista norteamericana considera “enemigos” y que en algunos casos cataloga bajo el epíteto de “terroristas”.

En ese contexto, el objetivo de la “Guerra del Terror” tiene un significado de mayor importancia económica para las empresas multinacionales capitalistas que, propiamente ideológico en relación la manera que se organizan y se desarrollan los pueblos. La ocupación militar de Afganistán y las intervenciones militares en la región procuran asegurar el control y explotación de la inmensa riqueza de ese Pueblo y sus naciones vecinas y el aspecto ideológico-cultural queda subordinado a este objetivo. En la propaganda contra el Talibán y otros movimientos árabes y musulmanes que se oponen y resisten a estas intervenciones imperialistas se nos presentan como nuestros enemigos cuando en la práctica, independientemente de la valoración de los medios y las formas de resistencia, lo que están ejerciendo es su legítimo derecho de defensa propia, de su defensa nacional.

La narrativa que ya por décadas nos transmiten los medios de comunicación comercial sobre las posturas oficiales del gobierno de los EE.UU. sobre Afganistán, sobre el Talibán, Al Qadea y sobre la resistencia de otras naciones y grupos que luchan para impedir la explotación de sus recursos naturales, en la práctica forman parte de un proceso de propaganda cargada de demagogia y de desinformación. La estrategia de esa propaganda ha viabilizado la adopción y en gran medida la aceptación de leyes que restringen la libertad individual y la organización social para procurar los cambios políticos indispensables para un desarrollo económico y social más justo. Los incidentes del 9/11 se desarrollan en este contexto geopolítico, pero se nos presentan como una agresión inaceptable a los intereses y seguridad del Pueblo de los EE.UU. y por consecuencia de la relación colonial prevalente, al Pueblo de Puerto Rico. Los incidentes del 9/11 se utilizaron para justificar la denominada Patriot Act, mecanismo legal que se ha instituido para la restricción de libertades individuales de derechos a intimidad y privacidad que se supone estaban protegidos por el régimen del marco constitucional estadounidense, y para activar y mantener la militarización indefinida de esa sociedad alegando que vive y está amenazada por enemigos concretos y difusos en distintas regiones del Mundo. El costo material de esa militarización, en términos de pérdidas de vida y de destrucción de espacios construidos y de naciones constituidas, es extraordinariamente alto sin que se pueda cuantificar ni siquiera cualificar un beneficio colectivo a la sociedad norteamericana y a la convivencia internacional. Pienso que las circunstancias del 9/11 y de los conflictos en Afganistán está plagados de incongruencias, de mentiras y de manipulaciones de la realidad que ni siquiera van en beneficio del Pueblo de los EE.UU. sino que más bien responden a la insaciable sed y hambre de riquezas de élites capitalistas que controlan el mundo económico y el mundo civilizado. Ojalá que en un tiempo oportuno se haga disponible la información oculta o controlada por esa élite y por los actores gubernamentales que los auspician y los sostienen. La adecuada comprensión de esta realidad geopolítica es indispensable para poder organizar y actuar en nuestra realidad existencial como personas y como Pueblo en el impostergable proceso de descolonización.

 

 

 

 

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