Será Otra Cosa-Hablar es liberar

Ilustración Mya Pagán

 

 

Especial para En Rojo

Se pueden decir muchas cosas sobre ser independentista pero, para mí, una de las principales es que esta tarea conlleva una actuación perenne. Cuando digo ser independentista, me refiero a la independencia política de Puerto Rico, pero también a todo lo demás: a ser feminista, a ser antiracista, defensora de derechos humanos, porque, ser independentista debe ser luchar por muchas independencias, confrontar todas las opresiones posibles. Entonces, ser todo esto que somos es estar siempre en una especie de teatro invisible1 predicando la palabra sin que se note, como si fuera un asunto casual (aunque a veces se nota bastante). Por ejemplo, en la fila del supermercado, en las llamadas de servicio al cliente, en conversaciones de sobremesa, en reuniones. Yo siento que siempre estoy en papel, acechando al prójimo con mi lenguaje y comentarios aparentemente inofensivos, con el fin de convencer, o al menos lograr inclinar a alguien hacia una revolución independentista.

Días como hoy, siento que puedo afrontar y resistir casi cualquier cosa en este país (esto es una hipérbole suelta para llegar a otro lugar). Excepto escuchar a gente que una sabe o presume es independentista, hablando como si ya se hubiesen asimilado (y ojo que en proceso de asimilación estamos todas. Por algo a esto que nosotras hacemos se le llama resistencia). Una del enemigo espera cualquier cosa pero, cuando viene de tus pares, es más difícil digerir el quiebre de nuestro reparto colectivo.

Últimamente he escuchado a varias personas que presumo independentistas, incluso periodistas, refiriéndose a los estados aquellos como lo “nacional”. Me parece que están repitiendo los términos que ellos usan allá para sus asuntos, que por supuesto muchas veces se mezclan con los nuestros. Pero si usted le llama a aquello, lo “nacional” (televisión “nacional”, por ejemplo, para referirse a los programas de allá desde su lugar acá), lo que está implícito es que usted perdió entonces su nación, o al menos su lucha por el reconocimiento nacional de su país, que no dudo es Puerto Rico.

De muy pequeñita, fue mi madrastra y entonces segunda mamá, Honelly Gómez, quien no sólo me enseñó a escribir sino que enunció por primera vez que yo sería escritora. Pero siempre recuerdo cómo el mundo se me expandió de forma casi inimaginable cuando, a mis 20 años, aprendí a escribir por segunda vez. Eso ocurrió aquí en Claridad y debo admitir que, aunque ya mi padre, fundador de este periódico, no trabajaba oficialmente en el semanario, él fue uno de los que me dio la gran lección que hoy reconozco como la del lenguaje para la liberación. Y quiero compartir tan solo un par de ejemplos con ustedes a modo de repaso y renovación de lealtades y compromisos. Hago la salvedad de que, obviamente, vamos a confrontar contradicciones y paradojas siempre dentro de nuestra situación colonial. Y a veces hará falta echar mano de una gran creatividad, flexibilidad o incluso habrá que tomar malas decisiones para asumir esas contrariedades. Lo que importa es utilizar siempre el lenguaje más revolucionario posible porque hablar es liberar.

  1. Local, nacional: Estas palabras pueden ser muy delicadas en el contexto colonial pero jamás una persona independentista debe referirse a Puerto Rico como lo “local” en relación a Estados Unidos. Mucho menos debe referirse a Estados Unidos como su nación o a los asuntos de ese país como los temas nacionales, a menos que no se esté implicando a Puerto Rico en ello. Es decir, si Puerto Rico o usted como persona de este país está envuelta en la conversación, usted no dice “eso lo vi en televisión nacional”. En todo caso, podría decir “eso lo vi en una cadena nacional de Estados Unidos”. Todo lo relativo a EEUU es estadounidense, norteamericano, anglosajón, usted escoge. Lo referente a Puerto Rico no es “local” porque nuestro archipiélago no es una municipalidad más. Local es lo municipal, lo referente a Adjuntas, por ejemplo, eso es “local”, pero siempre en relación a Puerto Rico. Si necesito hablar de nuestro país en relación a Estados Unidos, me permito utilizar “estatal”, a diferencia de lo federal. A veces incluso hablo de nuestra jurisdicción pues, aunque no me guste, tampoco puedo borrar la relación colonial evidente. Pero lo más importante es que, si Puerto Rico es su nación, lo nacional debe ser lo puertorriqueño. Es fácil. Si EEUU no es su nación, no hable como si lo fuera.
  1. Ideología estadista: Mi padre me prohibió esa frase casi desde mi primer día en Claridad. La estadidad, me dijo, no es una ideología, no se fundamenta en las ideas. No recuerdo exactamente su explicación pero creo que quiso decirme que el anhelo de la estadidad se basa en el miedo, el clientelismo y la dependencia y ninguno de estos conceptos pueden conformar una ideología sino todo lo contrario. De hecho, no sé ahora, pero en Claridad se promovía que no usáramos la palabra estadidad sino anexionismo. Supongo que suena más vulgar, menos razonable y diplomático (después de todo, la estadidad proviene del estado, que se supone sea un concepto más o menos honroso), bastante más rastrero.
  1. Los Estados Unidos”: Esto lo dice medio mundo y me causa verdadera repulsión. El artículo determinado “los” sugiere exclusividad. La forma correcta es decir “Estados Unidos”, sin sugerir exclusividad alguna. Pero hay una forma de utilizar el “los” si lo prefiere: al decir “los Estados Unidos”, asegúrese de indicar a cuál Estados Unidos se refiere, si a los “Estados Unidos de América» o a los “Estados Unidos Mexicanos». Ahí no habrá problema pues está especificando el país, y no está presumiendo la noción implícita de superioridad que exhibe cuando se refiere al primero sin especificarlo.
  1. Ciudadanía de “segunda”: Parece mentira que haya que decir lo obvio pero si usted habla de la “ciudadanía americana de segunda clase” de las personas de Puerto Rico, usted necesita un baño de descolonización urgente y profundo. En primer lugar, la ciudadanía americana no es tal cosa. Las personas de Puerto Rico no somos ciudadanas americanas. Somos sujetas coloniales con pasaporte americano, que es muy distinto. Lo que sí tenemos, además, es ciudadanía puertorriqueña. En efecto, esta no es de “primera clase” todavía porque vivimos en un estado colonial y eso es deplorable, pero esa ciudadanía es la única que responde a nuestro origen nacional y, por tanto, es más legítima que la americana. Ni nuestra dignidad ni la de ningún otro pueblo emana de la ciudadanía que nos otorgue o no un imperio supremacista como Estados Unidos. Nuestra opresión no puede resolverse convirtiéndonos en nuestro opresor. Pensar lo contrario es racista y es supremacista. Así las cosas, esa supuesta “ciudadanía” no resolverá nuestro problema aún si se convierte en una verdadera ciudadanía de “primera clase”. Así las cosas, tener una supuesta ciudadanía americana de “segunda categoría” no es realmente el problema y mucho menos la solución.

Es urgente repasar el lenguaje de nuestra propia liberación. En eso, tengo que decir que Periódico CLARIDAD ha jugado un rol central, no sólo en mí sino en el País. Fue aquí donde se le empezó a llamar selección nacional a los equipos puertorriqueños, algo en torno a lo cual no existe duda ni incertidumbre alguna. Por eso dedico esta columna a CLARIDAD escuela, a CLARIDAD, la hacedora de palabras y a CLARIDAD activista, en este mes en que celebramos sus 64 años de existencia.

1Lo del teatro invisible lo aprendí de Maritza Pérez Otero, quien puso a mi padre, Juan Mari Brás, a actuar en esa modalidad una vez en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos. Otro día haré ese cuento.

Artículo anteriorSobre la depre pos jangueo y los círculos viciosos
Artículo siguienteTito Puente y su Orquesta en Puerto Rico 1958-1959