Será Otra Cosa: Universitaria sin rejas

Ilka Ivelyss Cruz Rosario

Columnista invitada

Discurso pronunciado por Ilka Ivelyss Cruz Rosario, Magna cum laude, en el Ágape de Reconocimiento a la primera clase graduanda del Programa de Estudios Universitarios para personas confinadas de la Universidad de Puerto Rico. Facultad de Estudios Generales, Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, 1 ero de junio de 2022.

I. Muy buenos días. Me uno a los saludos protocolares.

Para mí es un honor dirigirme a ustedes hoy.

II. Alegría

¡Ha sido largo el viaje! ¡Lograr este bachillerato no ha sido un proceso fácil! ¡Hemos llorado, hemos gritado y hemos resistido! ¡Hemos pasado por sufrimientos y dolores que  para ustedes son difíciles de imaginar! ¡Pero estamos aquí hoy, haciendo historia! ¡Nosotras estamos haciendo historia! ¡Y estamos de fiesta con este reconocimiento de nuestros logros y nuestra graduación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras! ¡Somos doce discípulos los que honramos hoy a nuestra alma máter!

III. Mi historia

Cuando entré a la institución carcelaria en el 2010 no tenía ninguna esperanza. Recuerdo las palabras de la sociopenal cuando me aclaró, con su jerga carcelaria que no tenía derecho “ni a cama bajita”.  Pero todo cambió una tarde del año 2014… durante mi hora de recreación, la Oficial envió a la compañera Coraly Campos, a preguntar celda por celda, quién tenía cuarto año. Le pregunté para qué quería saber y ella me contestó, con tono sarcástico, “y que pa estudiar en la universidad”. Esa idea se quedó rondando en mi cabeza hasta que una tarde me entrevistaron para pertenecer al Plan Piloto de Estudios Universitarios. Siempre recordaré ese día, cuando la Dra. Edna Benítez Laborde, Coordinadora de este programa, junto a un grupo de profesores, nos orientó de qué se trataba y nos brindó una ilusión que jamás pensé que tendría.

Me entusiasmé porque se hacía realidad un sueño roto que albergaba desde los dieciocho años de estudiar en la Universidad de Puerto Rico. Y ahora se haría realidad tras las rejas. El día que inicié mis estudios, comenzó una batalla en mi mente, no sé si era una voz desde adentro o desde afuera que preguntaba: ¿tendrás la capacidad para estudiar? ¿crees que lo puedes lograr? ¿y a esta edad? ¿y en estas condiciones? ¿tienes el calibre? Pero decidí ignorar esas dudas, me aferré a mis estudios con pasión, como mi tesoro personal. Tomé este plan piloto como un reto a mí misma para superarme. Rompiendo todos los estereotipos que había aprendido del mal del patriarcado: que debía estar subordinada, maltratada y que no tenía valía alguna, y comencé a cultivar mi voz interior genuina, sana y real.

Recuerdo que la primera clase que tomé fue Ciencias Sociales, organizada e impartida por alrededor de doce profesores. Al principio estaba bien perdida, no se me hacía fácil expresarme. Fuimos de Freud a la industrialización de Puerto Rico, Manos a la Obra, la pobreza de nuestro país, la misoginia, la nieve que trajo la alcadesa Felisa Rincón, la naturaleza y la ecología. Me cuestioné porqué en el ambiente en el que vivía no me había percatado de todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. No tanto los eventos o las fechas especiales, sino cómo yo me conectaba con las historias de precariedad en mi isla. Ahí fue que pude concebirme como parte de la sociedad. Mi pensamiento crítico surgió y me di cuenta que, aún estando tras las rejas, podía hacer algo para ayudarme a mí misma y a las demás compañeras.

En este curso obtuve la calificación de B. Descubrí y comprendí que tenía la capacidad para llevar mis estudios universitarios. Cuestioné las percepciones que tenían mis maestros de la escuela elemental de Nueva Jersey, siempre con sus armas en mano, la paleta de madera, la regla y la tinta roja, listas y preparadas para descalificarme y marcar su territorio de dominación… cuando al hablar español en el salón de clase, me regañaban diciéndome: “You are so stupid, we don’t speak Spanish here! Shut up!”. Esa experiencia, lamentablemente, se repitió cuando regresé a la isla y los maestros me      decían: “¡Qué disparatera! ¡Mija habla bien!”. En cambio, mi gran familia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras me dio la bienvenida a un mundo sin jerarquías, nunca me señaló, nunca me prejuiciaron, nunca me dijeron que era disparatera o que “no sabía hablar”, me aceptaron tal y como soy.

He estudiado en la cárcel, con recursos limitados…  He seguido estudiando después de múltiples traslados (de la Escuela Industrial para mujeres en Vega Alta a Bayamón. Y más recientemente, de vuelta a Bayamón luego de que el Hogar Intermedio para Mujeres de Puerta de Tierra, el único programa de desvío que había para la población carcelaria de mujeres, se cerró por causa de la crisis económica.  Así que soy víctima de la austeridad, se van desvaneciendo poco a poco las oportunidades para personas como yo). Estudio con mi hijo mayor paciente de cáncer y privado de libertad, con otro hijo que sufrió COVID y actualmente está en tratamiento de diálisis y una hija que tiene 18 años recién cumplidos que espera a su mamá, los huracanes Irma y María, temblores, apagones, una cuarentena de COVID institucional y para completar, también he padecido el virus.

Hoy afirmo que no soy la misma mujer de hace años, la oportunidad que mi familia de la Universidad me dio, me ayudó a ser mejor madre, hija, hermana, sobrina, amiga y compañera.

Sigo adquiriendo conocimiento, pensando más allá del bachillerato.  A pesar de que he estado once años y medio en reclusión, nunca he permitido que dobleguen ni quebranten mi espíritu, ni que silencien mi voz.

Propongo, aseguro y confirmo con certeza que la educación universitaria es fundamental para que las personas encarceladas comiencen su rehabilitación. Entiendo que la concentración menor del Programa de Estudios de Mujer y Género debe ser un requisito para todo el estudiantado de la Universidad de Puerto Rico porque esta me ayudó a desarrollar mi pensamiento crítico y fue una herramienta esencial para escribir mi tesina, titulada: Lectura, escritura y liberación: narrativa personal académica sobre la experiencia universitaria en la cárcel.  Este trabajo académico y creativo me ofreció el espacio para dar cuenta cómo el Proyecto Universitario para personas privadas de libertad de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras me transformó y logró mi autorrealización      y liberación como mujer al permitirme estudiar la diversidad de teorías feministas.

Yo soy un ejemplo vivo de una intelectual que está situada en el rincón del olvido, detrás de los barrotes y que nadie ha querido escuchar. Gracias a la educación universitaria, específicamente los cursos de género, he tenido acceso a cuestionamientos epistemológicos feministas decoloniales que me han permitido desarrollar mi propio pensamiento, aportar al conocimiento, liberarme y sanar mi cuerpa. Insisto y recalco que hay que educar acerca de teorías de género en la Universidad, para mí ha sido esencial, tanto en mi vida como en mi trabajo académico.

Espero que la ventana que se abre con esta graduación sea un precedente para que continúen el Acuerdo Colaborativo entre el Departamento de Corrección y Rehabilitación y la Universidad de Puerto Rico, más allá del 2024, y se ofrezcan más oportunidades para que más compañeras se beneficien de la educación universitaria.  Que se rompan los estereotipos que la sociedad tiene de las mujeres confinadas, que sepan que cualquiera puede cometer un error y todas tenemos derecho a una educación legítima, libre de sexismo, que nos permita rehabilitarnos.  Si lo ha hecho con mis tres compañeras y conmigo, que seremos las primeras Jerezanas privadas de libertad graduadas de la Universidad de Puerto Rico desde su fundación en 1903, ¡que no logrará con las otras compañeras que se encuentran en la misma situación que yo!

Deseo seguir conquistando el mundo de saberes y conocimientos y entrar por la puerta ancha hacia la maestría. ¡Una vez Jerezana, siempre Jerezana!

Muchas gracias.

 

 

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