Sillas y cuelleras 

 

Especial para En Rojo

Estoy en el Gate 18 del JFK esperando un vuelo pa PR.

El grupo de pasajeros se compone de los que están en silla de ruedas, los que tienen una cuellera puesta y los que comen papitas y doritos.

“ Si andas en silla de ruedas no tienes que hacer fila”, me dijo un señor saludable que esperaba en su silla, tranquilo, mientras se comía un poco de arroz con habichuela que le mando su “ santa” suegra.

Parecía que iban a una convención de billeteros de la Avenida Chardón.

“¿Y si andas en una silla de ruedas y una cuellera, cual es el premio, sentarme en primera clase?, le pregunté al señor, que se rió con fuerza para luego preguntarme dónde conseguía una cuellera de esas.

“En ningún gate de este aeropuerto se congregan tantas personas en silla de ruedas”, comentaba un empleado de Jet Blue que sujetaba la silla a una señora que hablaba durísimo por FaceTime con una nieta “que se parecía mucho a ella”.

Debe ser resultado de muchos años de coloniaje. La gente se acostumbra a que los empujen y los tengan que cargar. O tal vez es la cultura del joceo y truqueo, una cultura aprendida por el pueblo para poder desquitarse del sistema y salirse con la suya, burlarse de de las reglas y la autoridad, de la desigualdad. Son pequeñas victorias en un juego desigual.

A medida que se acercaba el abordaje iba creciendo la fila de ensillados.

Quizás debo pedir una. Empezar a gritar con fuerza en español que me duele algo. Caminar con el cuello trinco. De seguro me envían al Hospital Bellevue y me ponen una camisa de fuerza. Ultimamente no estoy de suerte.

Ya estoy en el avión.

Adentro todo cambia, como dijo Mercedes Sosa.

Como en un acto milagroso,y como prueba del poder de Dios, muchos de los ensillados se levantaban, se estiran, y caminan por los pasillos con mucha agilidad para buscar algo en sus maletas, que en general es comida o alguna golosina para el niño del siervo que lleva jodiendo, gritando y tirando peos todo el camino con el favor de sus padres alcahuetes.

Después de aquel viaje terminé entumecido y adolorido necesitando y reclamando la silla de ruedas que me negaron en el gate del aeropuerto JFK.

Castigo de Dios.

 

 

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