Transatlántico de María Ostolaza

 

 

 

EDP Editorial, 2022

La invitación a la presentación de un libro plantea de entrada la revisión de un sinnúmero de supuestos. El primero que me planteo es la posible audiencia: ¿quién estará presente? ¿Para quién o quiénes debo escribir, de tal manera que mis palabras no se pierdan entre conceptos académicos que a la postre pocos quizás conozcan? ¿Cuál es el balance adecuado? Sin subestimar a los presentes, preparé estas palabras enfocado en conceptos claros y necesarios.

Les presento la más reciente publicación de mi colega escritora, María Ostolaza, poeta, escritora, guionista, periodista y crítica de arte. La primera rección podría ser: Ah, Ostolaza, ¿un poemario? Reacción esperada dado a que nuestra autora es reconocida precisamente como una excelente poeta, aunque esta no es su primera incursión narrativa, ya la autora ha publicado narrativa antes y se prepara actualmente para publicar su primera novela.

La portada no da indicios del contenido, más bien Transatlántico parece dirigirnos a encontrarnos con ese mundo poético característico de los escritos de esta poeta y narradora. Pero, no. Transatlántico es un texto narrativo. Partir de esta afirmación nos produce un cambio de perspectiva porque, lo que Roland Barthes llamó el contrato con el lector, incide en nuestra predisposición hacia el texto. El contrato de lectura se refiere a las expectativas y suposiciones que el lector tiene al abordar una obra literaria. Barthes argumentó que estos supuestos son el resultado de la interacción entre el autor, el texto y el lector, y que el contrato de lectura es un acuerdo implícito entre el autor y el lector sobre cómo debe ser leída y entendida la obra. Pero ¿cómo leer un texto hecho de palabras, si toda palabra es potencialmente poesía? El asunto se torna más arduo, pues Ostolaza escribe cuentos cortos o microcuentos, como quiera llamárseles, ya que la extensión de todos estos relatos ronda las 500 palabras; y, si nos referimos a ellos como microcuentos, el acercamiento, y el contrato de lectura, se tornan algo diferente. El microcuento exige un lector involucrado, que esté atento a los silencios y los complete, que rellene los espacios vacíos; es decir, el autor de microcuentos tiene un lector ideal, uno en el cual confía como para delegar en él todas las posibilidades de lectura y comprensión. La autora quiere lectores cultos, así como todos los aquí presentes.

La lectura que reseñaré es muy personal, la que realicé en un momento y tiempo muy justos, pero solo para mí. Así que la misma variará de lector a lector e, incluso, claro, la mía en diversos contextos.

Si comenzamos con el título, podemos, de inmediato especular. ¿Transatlántico? ¿Es una invitación a un viaje? El tema del viaje ha sido un elemento recurrente en la literatura a lo largo de la historia. Desde la antigua epopeya de Gilgamesh y la Odisea de Homero hasta las novelas contemporáneas, el viaje ha sido un recurso utilizado por los autores para explorar temas como la aventura, la exploración, el crecimiento personal y la transformación.

Uno de los aspectos más interesantes del tema del viaje en la literatura es la variedad de formas en que se puede presentar. Algunas obras de literatura se centran en el viaje físico, donde el protagonista recorre lugares exóticos y desconocidos. En otros casos, el viaje puede ser más simbólico o metafórico, donde el personaje principal se enfrenta a desafíos emocionales o psicológicos.

En la literatura clásica, el viaje a menudo se utilizaba como una forma de demostrar la grandeza de los héroes. En la Odisea, por ejemplo, el protagonista Odiseo se enfrenta a múltiples peligros y adversidades durante su viaje de regreso a casa después de la guerra de Troya, lo que demuestra su valentía y habilidad para superar los obstáculos.

En la literatura moderna, el tema del viaje a menudo se utiliza para explorar cuestiones más profundas como la identidad, el sentido de la vida y el significado del mundo que nos rodea.  Creo que esta última es la visión del viaje que definen los relatos con los que se encontrará quien acepte el llamado al que invita este libro. Así que, al abrirlo, abordamos el crucero que nos llevará a través del océano que conforma la creación literaria de Ostolaza.

Norte

Transatlántico es un viaje que comienza con el artista y su musa. Abriendo la primera sección con el título de Norte, el libro inicia con un magnífico cuento en el que el arte y el artista se presentan en un constante antagonismo, una batalla infinita. Aquí, un pintor lucha por vencer a la inspiración, pero esta última se muestra siempre resbalosa, elusiva. Como si tuviese criterio propio. El cuento expone la visión de mundo de la artista, en este caso la narradora, quien ve la creación del arte como resultado de una relación muy íntima, cuasi erótica entre el artista y su obra. El cuento La musa es una hermosa metáfora del proceso y el trabajo artístico, pero también de la locura del creativo.

En los relato subsiguientes, A la deriva, El último café, A lo lejos, Acicalado y Sueño perdido encontramos el retrato de ese mundo distópico en los que se impone la locura, y continúa ese viaje cuasi poético por la psique humana y nuestra locura individual y colectiva. Partiendo de una visión intimista de la vida y con la isla (¿nuestra Isla?) como telón de fondo, las historias van demarcando un cuadro de lo feo y de las pasiones mundanas: la soledad, la muerte, la locura, la mujer atacada, maltratada, disminuida, vejada, derrotada.

Todo este desconcierto con la Isla, ¿nuestra isla?, como telón de fondo. Y en medio de todo el caos, la escritura. Quizás como salvadora o como escape o, al menos, refugio; y una escritora ciega, pero con los ojos abiertos, como en el cuento El reflejo, en el que se juega con la oscuridad real y metafórica y que le proporciona a la escritora protagonista una esperanza espuria, falsa, inauténtica.

Sur

Del Norte, (hemos partido del supuesto de que la primera parte transcurre en nuestro Isla), el texto nos lleva al Sur: Perú y Chile. ¿Por qué esas dos naciones? Ese cambio de ambiente no resulta refrescante, como uno podría pensar de un viaje a través del océano. Allá en esas distantes tierras, aparentemente bien conocidas por la autora, llegamos para toparnos con los mismos humanos y las mismas perversidades que pensamos solo ocurren en nuestro país. Una serie de cuentos poco más o menos apocalípticos se exponen para mostrar que el problema del planeta somos nosotros.

En el relato La columna predomina una visión oscura del Perú. La corrupción, los favores políticos, las “palas” son aspectos que nos recuerdan que la sociedad es la misma aquí y allá.

Tiro de gracia, un cuento que evoca al Pedro Páramo de Rulfo, dibuja el egoísmo humano, el poco valor que a veces se le adjudica a la vida humana. Aquí el viaje se desarrolla en auto, a lo largo de la Ruta Panorámica Sur que une a Perú con Chile. Pero es un viaje por tierras donde la muerte campea y reina, con muertos que murieron solos y de los que ni Dios sabe que existen.

La ironía se despliega a lo largo de las narraciones. En el relato La fiesta de Dios un pueblo fantasma, impregnado de olor a muerte, enmarca la explotación minera que ahoga y mata, pero que a la postre borra del mapa todo lo humano para beneficio exclusivo de los explotadores, y con el beneplácito de la clase política.

Dale a la machaca es un relato que parte del folclore chileno en el que el tema de la necrofilia se presenta con un cierto humor agrio. En este relato, la autora parece jugar con la semántica de los conceptos y el juego de significados que se produce, sobre todo en el lector puertorriqueño.

Bruma en huesos de sirena es un texto muy inclinado a lo poético en el que se trabaja con las relaciones humanas: el amor, la desilusión y el rencor.

En La vía retoma el motivo de las mujeres muertas en vida. La vía- vida representa un presente que, por oscuro, no queremos vivir, por eso de que “las costumbres nos sobreviven”.

Encanto, para mí, se encuentra entre los mejores relatos de la colección. Con una atmósfera morbosa, muy al estilo de las novelas negras, se retrata la vida solitaria del escritor que cuestiona su razón de ser y que escribe buscando la originalidad, pero se percata que escribe “sobre espejos”, es decir, a partir de los reflejos de otros, tal como lo explica Poe. Según este último, la originalidad literaria implica una combinación única de elementos ya existentes, y no simplemente la creación de algo completamente nuevo. En otras palabras, la originalidad consiste en tomar ideas, temas o motivos y combinarlos de una manera nunca vista. Poe también creía que la originalidad era importante porque permitía a los escritores expresar sus propias ideas. Él escribió: «La originalidad es una de las cosas más importantes que un poeta o escritor puede tener, ya que le permite expresarse a sí mismo de manera única y original».

En este relato, el protagonista es el prosista condenado, aquel que sabe que esa, y no otra, es su función en la vida, pero se pregunta constantemente quién lo lee, y aun así vive su incurable enfermedad de escribir, aunque sepa que nadie podrá penetrar el sentido último de su escritura.

Paralelos

En la tercera sección que titula Paralelos, se encuentran otros 7 cuentos cortos que recorren temas que van desde la prostitución inducida por la necesidad; nuevamente, la locura el desapego y el desamor; la venganza, los sueños, el engaño y la muerte principalmente de inocentes, todos asuntos muy humanos, enfocados desde la perspectiva femenina. Se aborda lo erótico y los amores prohibidos, y el asunto político. Son paralelos que demarcan la distancia entre norte y sur, más allá de las fronteras; allí, donde seguimos siendo humanos.

Ostolaza se pasea en estos cuentos alrededor de la frontera entre el verso y la prosa. Aunque, lo que salva a estos cuentos es que la autora no se detiene a hablar de lo bello, de la “Belleza”; aquella que, según Poe, encuentra su mejor ámbito en el poema.  En esta colección de relatos distópicos, Ostolaza se une al conjunto de narradores que utiliza sus textos para explorar la condición humana y mostrarnos nuestro lado grotesco, el que no nos gusta: nuestra verdadera esencia humana. Para lograr sus objetivos, recurre a la utilización de la fragmentación y la ambigüedad en la narrativa, creando una sensación de dislocación y extrañamiento, así como a la ironía, el humor (agrio la más de las veces), la intertextualidad y el recurso de la elipsis. De esta última se ampara para producir relatos, que si bien no muestran temas originales (insisto en Poe), logran en el lector ese efecto único necesario para que su lectura perdure. Si al leer uno de estos relatos, usted se siente incómodo, entonces el texto habrá servido a su objetivo. Me atrevo a afirmar que el viaje en el que nos embarcamos logra un final adecuado y justo.

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