Un flâneur en Río Piedras: Gilberto Hernández Matos

Conocemos la poesía de Gilberto Hernández desde que hace muchas décadas leímos Poesía oi, antolojía de la sospecha, (1978). Allí, Hernández, nacido en 1959, figura como el más joven de aquella generación de los Setentas. Yo lo pensé como el primero de la generación de los Ochentas., lo cual prueba lo subjetivo del asunto de ls generaciones.

Lo cierto es que, en general, aquellas profecías de Melendes se cumplieron. El poeta, riopedrense de nacimiento, formación y crianza, ha construido una obra de importancia: De los nombres del poeta, Libro de los viernes, El expolio de Tannhauser, entre otros.

Tengo en mis manos, la publicación más reciente Río Piedras, ciudad que transito (2025), de la editorial Último Arcano. El poemario comienza con el paseante (flâneur), cuyo vagar afirma la libertad y es el modo en el que vamos a medir el espacio de la ciudad. Esas medidas incluirán el recuerdo, la partida, el regreso y el olvido. 

Si bien el concepto de flâneur nos refiere a una persona que pasea por la ciudad de manera despreocupada y observadora, disfrutando de la vida urbana, aquí los poemas se hayan intervenidos por una mirada que recupera de la ciudad los signos de lo ya recorrido con fervor, porque todo tiene valor, valor de aquello que nos hace humanos.  Cierto que el hablante/observador se mezcla con el entorno y reflexiona sobre el paisaje urbano, las interacciones sociales y la cultura que lo rodea. Sin embargo, lo hace desde un profundo sentido de pertenencia y deseo: Desde los espacios alejados y solos/ pido un abrazo al mundo./ Que no me dejen llorando/en estas esquinas tan solas,/que no me dejen llorando/si finjo caminar indiferente en los días de lluvia. El flâneur aquí ya no es como aquel personaje emblemático de la modernidad, sino un testigo presencial de la erosión de aquella idea.

Todo el poemario es una demostración del espacio indisoluble del espacio-tiempo. No hablo de ciencia ficción. Lo que digo -y es el efecto de lectura que tuvo este libro en mi conciencia- es que el caminante en estos poemas realiza una conexión a través del enlace cognitivo de la emoción, de los lugares y el tiempo. El barrio Buen Consejo y las tiendas como Le Parisien, Valu Slacks, La Gloria están ahí como cronotopos del mismo modo que las ahora fantasmales librerías: La Tertulia, Universitas, Hispanoamericana, Continental, Alma Mater, Contemporánea.

Río Piedras, ciudad que transito, está además tejido a partir de los encuentros del hablante con otros niños, amores, trabajadores y poetas. Emotivo el tríptico dedicado a Anjelamaría Dávila. Otro poema de esta sección, que no es parte del tríptico pero hay que leerlo en conjunto, desbroza el odio, el malestar generado por alguno de esos personajes que gravitan en el dosel entre el recuerdo y el olvido. Hay en estos poemas y en el resto de este recodo y esquina del libro, un tono de desasosiego amoroso que persiste al final de la lectura, por días:

Hoy “La Esquina y el Recodo

La Casa de la Gran Hamburguesa”

se ha apagado

y se paga la pena

de quien derriba a todos,

y quienes lamentan el vacío de la ciudad

prefieren ignorar que también ellos,

víctimas de la prisa

vivieron expulsando al otro

y contribuyeron a su desgracia.

Hernández Matos es un escritor de larga trayectoria y esta reciente publicación conserva la frescura en el decir de aquellos tiempos de poeta joven. Esto se debe a que su mirada al entorno siempre ha tenido una dimensión más profunda y compleja. Siempre ha revelado la falta y el deseo con el que se relaciona el hablante con el Otro y con su propia imagen. Agradecemos a Gilberto esta otra oportunidad de visitar la ciudad que transitamos.

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