Un tío llamado Federico García Lorca

 José Angel Leiva

Cuando Laura García Lorca nació en Nueva York, en 1954, su padre, Francisco, tenía cincuenta y dos años de edad. Hacía ya dieciséis años que a su tío Federico, autor de una obra espectacular en la poesía, la dramaturgia y el ensayo, lo había asesinado la derecha española, a pesar de buscar refugio en casa de su amigo el poeta Luis Rosales, militante falangista él como sus hermanos. No obstante la defensa de estos influyentes intelectuales, que ponían en riesgo su propia vida, ni la supuesta amistad de Federico con José Antonio Primo de Rivera, fundador de la falange, ni el prestigio de Federico García Lorca, pudieron contra el odio. Laura recuerda que en su familia se hablaba muy poco de Federico, sólo en contadas ocasiones su padre refirió los juegos, los dichos, las canciones que solía compartir con su hermano. Pero nadie se atrevía a preguntar más sobre la vida y mucho menos sobre la muerte de su tío; una sombra de tristeza planeaba sobre la atmósfera familiar. No fue sino hasta pasada su adolescencia, tras la muerte de su padre (1976), cuando se rompió el mutismo. Laura de los Ríos Giner, su madre, y la tía Isabel García Lorca, ya mayores, pudieron hablar, no sin dolor, del asesinato del famoso tío.

A Laura aún la traicionan las lágrimas al hablar de esa tragedia, al saberse parte del árbol genealógico de un personaje tan amado y admirado. Vino a México desde Granada, donde dirige la fundación que lleva el nombre de su tío, para participar en el Congreso Federico García Lorca y la tradición andaluza en México, organizado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y el Colegio de San Ildefonso, de la UNAM. Al final de las ponencias que se expusieron los días 28, 29 y 30 del pasado septiembre, uno adquiere más razones para entender el fenómeno popular e intelectual del autor de Poeta en Nueva York. Laura misma, acompañada de su marido, Andrés Soria Olmedo, catedrático en la Universidad de Granada y experto en la biografía y la obra del poeta, reconoce que ha aprendido y descubierto ángulos que ignoraba.

“Fue una educación privilegiada, con una fuerte carga política y de conciencia social, de justicia, muy sensible a las artes –narra Laura García Lorca. Federico tuvo, antes que una formación literaria, una educación musical y pictórica. Mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres mantuvieron una relación muy estrecha con la música tradicional y popular de España, además de la música culta. En casa nos criamos cantando las canciones populares de España y del mundo. Pero como en España el canto popular, folclórico, se vinculó a un pensamiento conservador, franquista, falangista, escuchamos más música popular mexicana, argentina, cubana. Por eso me resultaba tan familiar Chavela Vargas. Pero la llegada de Paco Ibáñez a casa fue una maravilla. Con su voz recuperamos cuarenta años de aislamiento musical, cultural, del país de mis padres.”

La presencia de Laura en el plantel Del Valle de la UACM desata reacciones inesperadas entre chicos LGBTI. Corren a recibirla y uno de ellos exclama: “Deja que yo pueda sentir esa poderosa sangre que corre por tus venas, déjame sentir esa herencia maravillosa.” Los motivos de admiración a Federico García Lorca son plurales, desde su abierta aceptación a su homosexualidad en tiempos que, como dijo el poeta y editor José María Espinasa, ser homosexual era una invitación justificada al crimen. Mucho se ha especulado sobre qué tanto el asesinato de Lorca atendió a un odio homofóbico. Sobre todo por las abiertas y repetidas declaraciones del fascista Juan Luis Trescastro, quien prestara su coche para detener al poeta y conducirlo, primero por las calles de Granada y luego al camino de Víznar a Alfacar, hacia el sitio donde lo fusilaron. Trescastro solía jactarse de haber participado en la muerte de comunistas, pero sobre todo exhibía su trofeo: “Yo le di dos tiros a García Lorca en el culo, por maricón.” Aunque esa bravata no parecía responder a la realidad, pues no hay registros de que hubiese estado en el lugar del crimen, no deja de revelar la idiosincrasia de una comunidad. La propia ciencia médica, en esa época, definía a la homosexualidad como una aberración sexual. Pero había motivaciones más fuertes para justificar el asesinato del artista. Se trataba de un intelectual famoso, de un poeta y dramaturgo con mucho éxito que renegaba con sus ideas de justicia, libertad e igualdad, de su origen burgués, aristocrático, de noble familia granadina. Era un rojo.

“Granada es una de las ciudades más bellas de España, no cabe duda, pero también tiene una de las burguesías más conservadoras e intolerantes del país”, afirma Laura, quien abandonó Estados Unidos con sus dos hermanas en 1968, cuando sus padres regresaron del exilio para asentarse en Madrid. “Yo tuve conciencia de quién era mi tío en la adolescencia, cuando mi padre trabajaba en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde era profesor. Allí, un actor cubano dijo de memoria un poema: “Herido de amor”: “Amor, amor, que está herido,/ herido, de amor huido./ Herido,/ muerto de amor./ Decid a todos que ha sido/ el ruiseñor./ Herido,/ muerto de amor./ Bisturí de cuatro filos,/ garganta rota,/ y olvido./ Cógeme la mano, amor,/ que vengo muy malherido,/ herido,/ de amor huido./ Herido,/ muerto de amor.” Fue una descarga eléctrica al corazón. Cuando volví a casa busqué sin demora a mi padre y le conté la impresión que me había causado ese poema. Fue a su biblioteca y regresó con las obras completas editadas por Aguilar. Abrió el volumen justo donde estaba impreso el poema y me dijo: “Allí lo tienes, el autor es tu tío.” Pero fuera de eso, no volví a preguntarle más sobre su amado y admirado hermano.

García Lorca y México

A lo largo del congreso se especuló mucho sobre la posibilidad de que Federico hubiese concretado su viaje a México. Por diversas razones lo había pospuesto. Entre ellas, que trabajaba en el final de La casa de Bernarda Alba, que no se estrenaría sino hasta 1945, en Buenos Aires, Argentina, además de querer estar cerca de Juan Ramírez de Lucas, el último amor de su vida. Algunos de sus biógrafos afirman que incluso tenía ya el boleto para embarcarse a México, donde lo esperaban impacientes sus amigos del grupo los Contemporáneos, particularmente Salvador Novo, a quien había conocido en Argentina, y Gilberto Owen, con quien se había encontrado en Nueva York. Alfonso Reyes mantenía también una fuerte amistad con el granadino.

Laura imagina que México le hubiese encantado a Federico por las mismas razones que a ella y supone que hubiese sido la tierra de su exilio. Una parte de la familia de Laura, por parte de los Ríos Giner, echaron raíces en México. Ella solía venir a visitarlos y a encontrarse con su amigo el poeta mexicano Manuel Ulacia, nieto del poeta español Manuel Altolaguirre, miembro de la generación del ’27. De hecho, Andrés Soria cuenta que ellos vinieron a veranear con Ulacia en 2001 y se fueron a Ixtapa, Zihuatanejo, donde el poeta mexicano perdió la vida mientras nadaban a la orilla del mar.

“No puede negarse la importancia que tuvo Estados Unidos en su obra, particularmente en Poeta en Nueva York, que dio un giro de ciento ochenta grados en su discurso –advierte Laura. Tampoco la importancia que adquirió la figura de Federico García Lorca como creador en ese país. Sobre todo después de su muerte.”

Y nos preguntamos: ¿cómo hubiera sido el reencuentro en México con Buñuel, examigo de la Residencia de Estudiantes de Madrid, al igual que Dalí? “Después del éxito del Romancero gitano, Luis Buñuel y Dalí rompen la amistad con Federico –afirma la sobrina de García Lorca. Le dicen de todo, que se ha vuelto un conservador, un poeta putrefacto entregado a la cursilería, etcétera. Tuvo que dolerle mucho a Federico la actitud de sus amigos, con quienes había mantenido una relación muy estrecha. Luis Buñuel, en Mi último suspiro, reconoce de sí mismo que era un bruto y menciona lo extraordinario que era Federico. Dalí era un personaje raro, muy raro en todo, desde hacer cualquier cosa para que expulsaran a Buñuel del MOMA de Nueva York, hasta ser un inútil completo que no entendía muchas cosas de la vida práctica.”

García Lorca encarnaba en sus poemas más populares temas y valores muy cuestionados en la España actual, como es la fiesta taurina. ¿Cómo se lee Lorca en el contexto de mundo de habla hispana en el que esos valores son políticamente incorrectos? “A Federico comenzaba a molestarle que lo gitanizaran, que lo etiquetaran de poeta popular –advierte Laura. Consideraba que era una forma de negar sus alcances intelectuales. Uno puede contrastar al Federico de Poeta en Nueva York con el de los romances, que tanto gusta a los intérpretes de cante jondo. En mi caso no puedo defender el sentido de las corridas de toros, su fondo de crueldad, el sufrimiento animal. Pero tampoco me siento capaz de condenar su existencia. Hay en mí un un sentimiento encontrado. Supongo que en Federico ocurriría algo semejante, porque en su época era no sólo normal, sino que formaba parte de la mitología española, de la cultura mediterránea. ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’ es una muestra de su visión de la fiesta y la tragedia, no sólo del toro, también del hombre, del torero, que por lo regular eran hombres del campo, personas de clase baja que aspiraban a conseguir la gloria en el ruedo.”

Federico fue muy sensible a la vanguardias y entre sus amistades, además de los surrealistas Buñuel y Dalí, hubo también ultraístas. Sus romances y poemas populares acusan líneas de corte vanguardista. Laura García Lorca dirige la fundación dedicada a su tío en la ciudad de Granada, donde se conserva su biblioteca, sus archivos y los textos que aún siguen derramando nuevos hallazgos de una obra que se actualiza, de un escritor que se cultivó a sí mismo en la capacidad de contradecir lo que antes afirmara, y de afirmar lo que antes contradijera. García Lorca está vigente.

Tomado de La Jornada

 

 

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