En una sombría noche de San Juan, Puerto Rico, a mediados de la tercera década del siglo pasado, un poderoso vampiro llamado Blanton Winship acechaba en las sombras. A simple vista, parecía un respetable hombre de la alta sociedad, pero su oscuro secreto estaba oculto a la vista de todos, a excepción de su amado perro Jack. Winship había estado activo en la Guerra Hispanoamericana, en la que perfeccionó sus mortales trucos gracias a sus estudios en Derecho. Luego participó en la invasión a Filipinas hasta que decidió retirarse de allí en busca de sangre de ascendencia europea en su país natal.
Si bien Winship era conocido en círculos políticos como un destacado oficial del gobierno colonial estadounidense en Puerto Rico, fue enviado a la isla por su sed de sangre y porque había practicado en las Filipinas el uso de zombis entrenados durante la ocupación norteamericana de Haití. Para ello se hizo acompañar en Puerto Rico de Francis Riggs, entrenador de zombis en la vieja Rusia, pero retirado en su mansión en medio de una vaquería en Virginia.
Desde su mansión en las colinas de San Juan, Winship ejercía una influencia grave sobre la política de Puerto Rico. Durante el día, trabajaba diligentemente en su oficina, apoyando públicamente el gobierno estadounidense y sus políticas. Pero, cuando caía la noche, se transformaba en un depredador imparable. Su vida nocturna lo llevaba a los rincones oscuros de la ciudad, donde cazaba a sus víctimas. Sin embargo, se cebaba con los trabajadores de la caña. A menudo, elegía caminos desolados alrededor de los cañaverales saludando en uniforme de gala y español quebrado a aquellos que se cruzaban con él. Los famélicos trabajadores, asombrados por aquella pálida presencian sucuían al hielo del miedo.
A medida que su reinado de terror crecía, también lo hacía su influencia política. Winship manipulaba a los políticos y controlaba las decisiones clave que afectaban a la isla. Si alguien se atrevía a desafiarlo, su destino estaba sellado. Bastaba con mostrar los colmillos. Sus oponentes se encontraban con un final siniestro a manos del vampiro en el poder.
Pero, como en todas las historias de vampiros, la caza de Blanton Winship no pasó desapercibida para todos. Un grupo de valientes cazadores de vampiros, conocedores de la verdad, se propuso detenerlo y liberar a Puerto Rico de su influencia malévola. La batalla entre el vampiro y los cazadores finalmente ocurrió en una calle de San Juan. Su entrenador de zombis, Francis Riggs, murió abaleado en la calle Recinto Sur. Sin embargo, los que lo ejecutaron, fueron fusilados en el cuartel de la policía, por órdenes del comandante de la 65 de infantería.
Por supuesto, la inmortalidad de Winship y su sed insaciable de sangre lo convirtieron en un enemigo formidable. Los cazadores fueron arrestados y enviados a cárceles en el extranjero. La lucha fue intensa, con fuego y metralletas Thompson cruzándose en la fulguración del sol tropical. Un año después, en un derroche de crueldad, zombis entrenados admiradores de la Falange Española, ejecutaron a 19 personas en plena calle de la Señorial Ciudad de Ponce.
El final feliz hubiese sido que, con un esfuerzo conjunto, los cazadores lograran inmovilizar al vampiro y le incrustaran una estaca de madera a través de su corazón, poniendo fin a su reinado de terror.
Con la muerte de Blanton Winship, la isla de Puerto Rico podría finalmente respirar aliviada. Su oscuro legado quedaría en el pasado, y la sombría historia del vampiro en el poder se convertiría en un oscuro cuento de advertencia sobre la ambición desmedida y la lucha contra el mal.
Pero no. Apareció un vampiro de habla seductora, Luis Muñoz Marín, un carismático líder político, aspirante a poeta que usaba el lenguaje de los cazadores. Su carisma y habilidad para unir a la gente hicieron que muchos lo admiraran, pero nadie sospechaba que era un clon de su padre, del mismo nombre.
Muñoz Marín se había convertido en un ser inmortal durante los primeros años de la colonización española, y desde entonces había caminado entre los mortales, influenciando en las sombras, haciéndose pasar por su padre. Escribía en periódicos de Nueva York. Llegó a publicar reseñas sobre teatro de ciencia ficción en Broadway y algunos poemas sueltos donde, megalómano, su voz se transmutaba en la de panfletista de dios.
En la tranquilidad de su mansión colonial -antes ocupaba por Winship- , Muñoz Marín mantenía su identidad vampírica cuidadosamente oculta. Durante el día, se dedicaba a su trabajo político, impulsando la democracia y el progreso en Puerto Rico, mientras que en la noche, redactava leyes contra la libertad de expresión y reunión, y se alimentaba de la sangre de aquellos que le prestaban el voto..
Su carisma y liderazgo encantador no eran más que una artimaña para mantener su dominio sobre la población. Aquellos que desafiaban su autoridad eran cazados sin piedad, sus vidas entregadas al vampiro en busca de inmortalidad.
A medida que el tiempo pasaba, Muñoz Marín acumulaba más poder político y, al mismo tiempo, más víctimas para alimentar su sed de sangre. Sus seguidores, cegados por su carisma, no sospechaban que su amado líder era en realidad un ser de la noche.
Sin embargo, como en todas las historias de vampiros, la verdad no podía permanecer oculta para siempre. Un grupo de valientes cazadores de vampiros llegó a Puerto Rico, decididos a poner fin al reinado del vampiro político. Conocedores de su verdadera naturaleza, se prepararon para la batalla final.
La confrontación entre el vampiro Muñoz Marín y los cazadores fue épica. Luces brillantes y cruces potenzadas (☩) sobre un trasfondo negro llevaba el Ejército Libertador. Lucharon contra la oscuridad y la inmortalidad de cara al sol. El final feliz, otra vez, es que después de una intensa lucha, finalmente lograran inmovilizar al vampiro y clavaran una estaca en su corazón, poniendo fin a su reinado de terror y su influencia política oscura, cimentada en la mentira.
Pero no fue así.
Más de medio siglo después -recuerden que esto es un asunto de inmortalidad- siguen los vampiros en el poder, mutando de forma que la claridad tropical no les lesiona el cuerpo, apoyados por zombis y buitres, mientras los cazadores esperan un milagro que les devuelva la esperanza.
* Fragmento de un ensayo histórico mayor bajo el auspicio de la Fundación Transilvania.