Editorial -Triunfo de Lula, victoria de América Latina

 

 

El triunfo electoral de Luiz Inácio Lula Da Silva el pasado domingo, en la segunda vuelta de la elección presidencial en Brasil, significa un giro importante hacia el regreso de la democracia popular,  y un detente al rumbo político, económico y de turbulencia social que la incumbencia del derechista Jair Bolsonaro ha marcado para la nación suramericana. Con el regreso de Lula al poder, se respiran también nuevos aires de victoria en América Latina, que ha vivido en tiempos recientes triunfos similares en Colombia, Perú, Chile y Honduras, representando una nueva coyuntura de equidad de oportunidades para las clases populares en nuestro hemisferio.

Fue una lucha reñida y un triunfo limpio para Lula Da Silva,  el ex dirigente sindical y ex presidente y su Partido de los Trabajadores (PT) que, en alianza con otros sectores de la democracia brasilera, se lanzaron al rescate del país de las manos de los intereses del gran capital, y de las fuerzas más retrógradas y extremistas de la derecha política, las cuales han generado inestabilidad, confrontación y pugnas entre bandos políticos, y han profundizado la desigualdad y la pobreza a través de todo Brasil.

Pero, para entender en toda su dimensión la importancia del triunfo de Lula, repasemos su trayectoria. Nació hijo de familia muy pobre. Comenzó de jovencito a trabajar en la industria metalúrgica y durante la dictadura militar fue el líder de huelgas muy álgidas que enseñaron a los trabajadores a luchar por mejorar sus salarios y condiciones de trabajo. Luchó contra la dictadura y fundó una organización para promover la democracia electoral. Fue fundador del PT, y su candidato a presidente en tres ocasiones (1989, 1994 y 1998), en todas las cuales fue derrotado. En la cuarta vez que se postuló ganó y gobernó Brasil, y luego revalidó para un segundo término consecutivo (años 2000-2010). Los logros de su incumbencia fueron históricos. Los programas sociales Bolsa Familia y Cero Hambre lideraron la salida de Brasil del mapa del hambre de la Organización de Naciones Unidas. En sus dos términos llevó a cabo reformas radicales que lograron el crecimiento de la economía y la reducción de la deuda pública de Brasil, y sentaron las bases de oportunidad para que más de 20 millones de brasileros y brasileras salieran de la pobreza. Aparte del gran avance en la reducción de la pobreza, decrecieron también la desigualdad, el analfabetismo, la mortalidad infantil, el desempleo y la explotación laboral infantil, y hubo aumentos notables en el salario mínimo y el ingreso personal y familiar. También, se expandió el acceso a la escuela, a la universidad y a servicios de salud.

Además de  ganar popularidad entre su pueblo, ganó estatura como líder mundial, pero su hoja de logros levantó el odio de sus enemigos de siempre: la oligarquía y demás sectores del gran capital que vieron su gobierno  como una amenaza al estatus quo y a sus privilegios de poder y de ganancias. Por eso, se elaboró un plan para evitar que concluidos sus términos, Lula pudiese regresar a la presidencia de Brasil. Lo acusaron falsamente de lavado de dinero y corrupción, utilizaron prueba trucada y consiguieron encarcelarlo por 580 días, tiempo suficiente para que no cualificara como candidato a las elecciones de 2018. Así se impidió su candidatura y se abrió la puerta al triunfo de Bolsonaro, un político de estilo pendenciero y bravucón, y respaldado por las fuerzas más extremas y conservadoras de la derecha autoritaria.

Los cargos contra Lula fueron eventualmente desestimados porque eran falsos, y fue excarcelado. Así pudo  presentarse a esta elección, en la cual siempre estuvo al frente en las encuestas de intención del voto, finalmente obteniendo el endoso de 60 millones de votantes, dos millones más que su contrincante. Un Lula, totalmente reivindicado, aceptó con humildad su triunfo, mientras su opositor tardó tres días en decir públicamente que respetaría la constitución, y autorizaría la transición de gobierno.

Con la próxima juramentación de Lula y su equipo de trabajo apenas comienza la lucha por nuevamente poner a Brasil sobre sus pies. No será tarea fácil.  Hay diferencias ideológicas profundas que dividen al país en dos grandes polos. Pero, sobre todo, está la amenaza latente a los derechos democráticos alcanzados por el pueblo por parte de las fuerzas recalcitrantes del autoritarismo,  y de la discriminación, la exclusión y la represión contra los disidentes.  Habrá que  luchar también para que se profundicen las reformas económicas y sociales que encaminaron a Brasil hacia una sociedad más igualitaria  y con mayores oportunidades para todos y todas. Neurálgica es también la lucha por la preservación y supervivencia de la región del Amazonas- el pulmón de nuestra América-  ahora mismo en absoluto riesgo no solo por el cambio climático y la deforestación, sino por la codicia y las estrategias de depredación y exterminio de quienes quieren saquear sus recursos y eliminar a sus habitantes. Sin duda, Brasil se encuentra hoy ante un panorama incierto que requiere la mano firme y compasiva de un liderato político maduro, competente y comprometido, como la alianza que encabeza un estadista de calibre mundial, como Luiz Inácio Lula Da Silva.

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