El oportunismo y la cobardía tomados de la mano

Vilmarie Rivera Sierra. Foto Alina Luciano/CLARIDAD

 

Especial para CLARIDAD

 

Llevaré por siempre en la memoria el jueves 30 de marzo de 2023 como el día en que se apagó el rayito de esperanza de que una mujer que cumpliera con los criterios de la ley orgánica de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres (OPM), Ley 20 de 2001 y con la recomendación de una gran número de organizaciones feministas y defensoras de los derechos humanos, ocupara la posición y la sacara del marasmo y de la falta de efectividad en que la sumieran incumbentes que sucedieron a la compañera María Dolores (Tati) Fernós López-Cepero. Ella fue la primera Procuradora y con su sabiduría, valentía e independencia de criterio, le dio la visibilidad y respeto necesario para fiscalizar la implantación de la política pública de la legislación y para defender hasta las últimas consecuencias los derechos de las mujeres.  A pesar de los ataques hacia Tati para sacarla de carrera antes y durante las vistas de confirmación, que incluyeron amenazas a su seguridad física, prevaleció y durante siete años sorteó un espinoso camino para beneficio de las mujeres y de otros sectores vulnerables, como la comunidad LGBTTQ. El infortunio de la OPM comenzó con la mal recordada Ivonne Feliciano y se agravó con Wanda Vázquez Garced y Lersy Boria. Esta última renunció y fue premiada con el puesto de Sub Secretaria de Estado. Qué está haciendo y cuál será el salario que recibe, es la gran interrogante.

La noticia el pasado jueves de que el gobernador Pedro Pierluisi retiró el nombramiento de la Sra. Vilmarie Rivera Sierra como Procuradora de las Mujeres confirma lo que señalé en la columna que escribí en enero: en gran medida la estaba nombrando por conveniencia política.  El puesto llevaba meses vacante y las festividades de Año Nuevo y Reyes Magos fueron empañadas por dos feminicidios, además de la puertorriqueña que en estado de embarazo fue asesinada con múltiples puñaladas por su pareja en República Dominicana.  No le convenía quedarse de manos cruzadas. Por supuesto que la designada tenía los méritos, la preparación, la experiencia, el compromiso y la independencia de criterio. Sin embargo, a Pierluisi se le vio la costura del oportunismo al no mover ni un dedo para lograr el apoyo de la delegación del Partido Nuevo Progresista (PNP) que preside y por el cual es gobernador. Al día siguiente de la nominación de Rivera Sierra, el senador Thomas Rivera Schatz, portavoz de la minoría PNP, se ensañó con la nominada y el resto de la delegación le hizo coro.  Nunca le dieron la oportunidad se ser evaluada en los méritos y su actitud hostil fue evidente en la vista de confirmación del 16 de marzo. Una se cuestiona, cuál es el liderato que tiene este gobernador cuando ni siquiera pudo lograr algunos de los votos que hubieran podido completar los catorce necesarios para la confirmación.

 

Cuando ya no le convino políticamente la controversia del nombramiento de la Procuradora para sus fines electoreros, comenzó entonces el juego político del también candidato a la re elección en el 2024, sobre retirar o no el nombramiento. Aunque no lo puedo afirmar, creo que la iniciativa no fue de la designada, sino del primer ejecutivo. Entiendo, sin embargo y lamento mucho el trato politiquero e injusto al que fue sometida, el cual debe haberle causado mucho desasosiego a ella y a su familia.

En el lado del Partido Popular Democrático (PPD) que, por un pellizco de ñoco, como dicen en Vega Baja, o sea, por un chin-chin, es mayoría legislativa, tenemos a José Luis Dalmau, el presidente del Senado, cuyo liderato también es inexistente y quien nunca dijo si estaba a favor o en contra del nombramiento. Participó en las vistas de confirmación porque allí estaba la prensa y el salón lleno de gente que respaldaba la designación.  Con la delegación popular a favor, la Sra. Rivera Sierra hubiera tenido los catorce votos pues contaba con el de la representación del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), los dos de Victoria Ciudadana (VC) y el del senador independiente. Por conveniencia política, pero más por cobardía, Dalmau se quedó observando hacia donde soplaba el viento y el miércoles 15 de marzo, a preguntas de la prensa, contestó que no había contado los votos de su delegación (¡A esas alturas del juego!). En su opinión, no los tenía.  Esta es la misma persona que tildó de asesinas a las mujeres que pusieran fin a un embarazo, cuando se estuvo discutiendo el proyecto 693, presentado por la Senadora Rodríguez Veve del Partido Proyecto Dignidad (PD), el cual no fue aprobado gracias a las jornadas de lucha de las organizaciones de mujeres, las defensoras de los derechos humanos, entidades médicas y de salud pública especializadas.

Contrario a lo que escribí en la columna de enero, a raíz de la designación de Vilmarie Rivera Sierra, ya no tengo expectativa alguna de que la OPM pueda volver a su propósito inicial; el que las mujeres le adjudicamos cuando la propusimos como parte de las reivindicaciones del plan Post Beijing como resultado de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en el 1995.  El partidismo político, el fundamentalismo, la falta de compromiso del Estado y de los gobiernos con nuestras necesidades, diversidades, con la equidad, el desarrollo y la paz a la que tenemos derecho; sumado a la mediocridad de la mayoría legislativa, con las honrosas excepciones que ya conocemos, han apagado, al menos para mí, cualquier rayito de luz que hubiese asomado sobre la nube gris que arropó la Procuraduría a partir del 2007.

Lo bueno es que nosotras y nuestras organizaciones continuamos en lucha en contra de la injusticia y el discrimen. Resistiremos por la defensa de los derechos que tenemos y para ampliarlos. Mantendremos la exigencia de que la perspectiva de género sea la herramienta que nos permita erradicar los abusos que promueve el Patriarcado.  A nosotras los golpes nos hacen más fuertes. A los políticos mediocres que se toman de la mano para hacer bochornosas alianzas, las que llaman victorias los hunden más en el barro.

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