“El Viejo Griot”: La teoría de todxs nosotrxs (última parte)

 

En Rojo

En las primeras dos partes de este ensayo describo varios de los grandes ensamblajes compuestos de objetos antiguos, usados y deshechos de la cotidianidad de Loíza. La máscara de COVID-19 dentro del contexto de “Ambulancia” (ver foto) expresa precisamente esta juxtaposición y entrejuego de especifidad y lo general, de localismo y lo global.

“El Viejo Griot – La historia de todos nosotros” (MoMA PS 1) refleja cinco décadas de creatividad e innovación. Daniel Lind Ramos, recipiente hace dos años, del MacArthur, “premio genio”, siempre se ha mostrado capaz de reinventarse sin perder su sentido de estar enraizado en la tierra lomosa, el foliaje y las especificidades domésticas, sociales y culturales de la comunidad afro-puertorriqueña. Pinta y dibuja con todas las detrezas y conocimientos de la tradición occcidental y logra ser un reconocido, becado y premiado pintor de óleos. Su trabajo siempre muestra una elaborada y refinada precisión en el uso de colores, la textura creada por pincel y espátula y los más mínimos detalles artesanales.

El cuidado de colores que muestran sus lienzos, es igual o más evidente en los ensamblajes de las últimas dos décadas. En los 1990, Lind Ramos empezó a sentir los límites de la pintura y el lienzo como lenguaje para expresar la particularidad y universalidad de su experiencia y la de su pueblo. Así comenzó la búsqueda de una estética previa a y fuera de la metropolitana occidental establecida que permite la visualización de vidas y experiencias que han estado representadas solamente como trasfondo, o como imágenes y experiencias folclóricas. Estas frecuentemente desprecian e infantilizan su humanidad en relación a la profundidad de su historia y experiencia.

Al igual que los placeres de memoriar, alegrar y festejar, la comunidad enfrenta temas del mundo, tanto antiguo como moderno: la pestilencia, las tormentas y terremotos, la sequía y hambruna, las invasiones y matanzas, no como abstracciones sino como hechos concretos en las vidas cotidianas de la población especifíca local. Por eso, estas piezas grandes de Lind Ramos me recuerdan el libro-poema Omeros (1990) del poeta Premio Nobel de Santa Lucía, Derek Walcott, quien cuenta la vida afrocriolla del pueblo hablante de patois-francés de Santa Lucía a través de la epopeya pre-europea de La Iliada de Homero. Los ensamblajes de Lind Ramos reflejan la intensidad y fuerza de vidas y mitos similares. Loíza se convierte en Santa Lucia, en Trinidad, en Barbados, la Republica Dominica, en Jamaica, en Cuba, en Haití y en tantos otros locales, todos con grandes artistas y tradiciones de creatividad específica y global.

Después de ver “El Viejo Griot”, me topé con el libro de gran formato An Indigenous Present editado por Jeffrey Gibson (2023) que propone romper la noción del arte (moderno y tradicional) de artistas y pueblos originarios como curiosidades etnográficas, primitivas y folclóricas. Aquí la estética originaria es la primaria y más adelantada por existir antes, afuera y por dentro del arte colonizador ameri-europeo.

Lo que Lind Ramos ha logrado con tanta fuerza en “El Viejo Griot”es romper la hegemonía de la estética europea de una manera similar a lo que veo en Omeros y en el arte originario contemporáneo. Es a lo que me refería en la 1era parte de este ensayo como “de una estética exterior, de vivir más al aire libre y expuesto a los elementos naturales, en vez de interior, de espacios definidos, encerrados y fijos”.

Más importante, también indica una reordenación de nuestra apreciación del papel del arte europeo pos-renacimiento como la primaria, la normativa que reconoce la estética exterior, afrocriolla y local solamente como un subgénero o género menor de ella. Pero en “El Viejo Griot” y otros trabajos de Lind Ramos, la estética local, que puede incorporar multiples aspectos de la ameri-occidental, se muestra igualmente primaria, tiene su propia lógica y formas expresivas. Además este trabajo refleja las estéticas de miles de otros lugares caribeños, americanos, pacíficos, atlánticos, asiáticos, africanos y europeos que ya han asumido presencia y visibilidad en los escenarios internacionales de las galerías metropolitanas.

Si el arte euro-americano es imperial, si es la “máscara blanca” que cubre “caras negras” como diría Frantz Fanon, la creatividad y expresión artística de estos ensamblajes y tantos otros ejemplos del arte enraizada [O] en especificidades locales, pero que refleja condiciones globales, opera fuera del arte colonial. Representan una inversión de la influencia de la máscara africana en el desarrollo del cubismo y expresionismo de Picasso. Las nuevas máscaras africanas al igual que los ensamblajes de Lind Ramos, el arte indigena y la expresión contemporánea global prestan e incorporan el arte occidental sin modificar sus propias raíces y carácter particular y local y sin ser colonial ni imperialista.

Es arte anti-colonial, no tanto por enfrentar el poder metropolitano sino por trascenderlo, por estar fuera de su visión colonialista del arte y la cultura, y por establecer el imaginario cultural y el arte afro-criollo-caribeño-global en su propio y primer lugar. Que este arte reciba reconocimiento internacional y por miembros de la diáspora caribeña y críticos metropolitanos antes de su reconocimiento por la comunidad artística local, también es un reflejo del análisis de Fanon en Máscara blanca, caras negras.

La historia de Loíza, como “El Viejo Griot”, es la historia de todxs nosotrxs y, al crear arte loiceño, Daniel Lind Ramos también crea el arte puertorriqueño e internacional de todxs nosotrxs.

 

Artículo anteriorClaro de poesía-Durísimos olvidos
Artículo siguienteCambia, ¿todo cambia?