Independencia y desarrollo económico

 

Por Denis Márquez Lebrón/Especial para CLARIDAD

La única razón que necesito para explicar por qué soy independentista es sencilla, porque en Puerto Rico deben mandar las y los puertorriqueños. Sin embargo, sé que es importante abundar sobre las razones objetivas de los beneficios de la independencia. Para ello, comparto este segundo artículo sobre las herramientas que nos brinda la independencia para el desarrollo social y económico del país.

Sólo la independencia nos provee los poderes soberanos necesarios para proteger nuestra industria, comercio y agricultura; para lograr acuerdos con otros países –incluyendo los Estados Unidos– que promuevan la inversión de capital que nos permita desarrollar nuestra economía, así como acuerdos que amplíen mercados a nuestra producción manufacturera, agro–industrial, agrícola y de servicios. Por ello, es conveniente –para Puerto Rico y los Estados Unidos– acordar un tratado de amistad y cooperación, que provea un proceso de transición para transformar nuestra economía de dependencia, a una de producción y trabajo, incluyendo libre comercio entre ambos países.

Contrario a lo que muchos creen, nuestra extensión geográfica no es un obstáculo para el desarrollo económico. Se pueden lograr niveles altos en los indicadores de salud y educación en naciones pequeñas, sin que se tengan los mismos niveles de desarrollo económico de países industrializados. Aquellos que cuestionan la viabilidad de nuestra independencia utilizando ejemplos negativos de países vecinos, esconden que Puerto Rico se parece en su estructura socioeconómica más a Costa Rica y otras naciones pequeñas de las Antillas Menores, que nos rebasaron ya en los indicadores de desarrollo económico y humano. En síntesis, lo importante para un país es su capacidad para utilizar efectivamente sus recursos humanos, naturales, geográficos, culturales y su capacidad institucional y política, que se logra mediante el ejercicio de la soberanía plena.

En este nuevo mundo de economía globalizada, el sistema colonial ha colapsado y los Estados Unidos para no reconocer esa derrota han mantenido artificialmente nuestra economía, mediante transferencias federales, lo que la ha convertido en una economía de extrema dependencia. Por tanto, la colonia no puede ser la solución al problema. Por otro lado, la estadidad empeoraría nuestro problema económico, ya que continuaríamos perdiendo empleos y aumentaría dramáticamente el desempleo y la tasa de participación laboral. EI problema de la dependencia aumentaría vertiginosamente, al tener que proveer el gobierno federal aún más fondos federales que al presente.

La independencia incrementa las opciones de progreso económico. Cabe destacar por ejemplo, países como Costa Rica y Uruguay, para mencionar dos naciones pequeñas, que advinieron a la independencia más o menos cuando lo hicieron algunos países del Caribe, y ciertamente han alcanzado unos logros en calidad de vida que son muy superiores a los de Puerto Rico. Al igual que a las trece colonias británicas, en su momento les convino la independencia para convertirse en la República de los Estados Unidos de América, Puerto Rico no debe dudar que la soberanía política nos permitirá un uso más provechoso de los recursos humanos, sociales e infraestructurales que ya se han desarrollado muy limitadamente bajo la colonia. Pensar que con la independencia nuestra población volverá a los niveles de analfabetismo que tuvimos a principios del siglo XX, o que por arte de magia nuestras tuberías de agua y líneas eléctricas desaparecerán, o que se van a enrollar las vías públicas, o se van a desmontar las universidades del país, es subestimar irracionalmente la capacidad de nuestra gente, no ya de progresar, sino de tan siquiera retener conocimientos adquiridos y logros alcanzados.

Bajo el escenario de la República de Puerto Rico podríamos, no sólo sostener, sino mejorar significativamente el desarrollo industrial–manufacturero. Esto se debería principalmente a la capacidad de ampliar fuentes de capital y mercados extranjeros, a la vez que se facilita el desarrollo de la empresa de capital local. Por ejemplo, bajo las disposiciones aplicables del Código de Rentas Internas federal y los tratados contributivos que el gobierno de Estados Unidos acostumbra firmar con naciones amigas, las compañías norteamericanas establecidas en países extranjeros suelen obtener beneficios contributivos.

Es importante destacar que en tiempos modernos el gobierno de Estados Unidos ha rechazado los esquemas de subsidios basados en incentivos contributivos y utiliza con mayor eficacia los acuerdos bilaterales y multilaterales amparados en la soberanía de los países con los cuales negocia. Además, bajo la independencia Puerto Rico podría atraer más eficazmente capital industrial a través de tratados similares a los que países como Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá y Japón, entre otros, acostumbran firmar con naciones soberanas en desarrollo. Dichos tratados usualmente proveen incentivos contributivos que solo podemos negociar mediante el ejercicio de nuestra soberanía plena, que no es otra cosa que la independencia.

Por carecer de soberanía plena no hemos podido firmar ningún tratado de esa naturaleza, y no hemos podido aprovechar las oportunidades de desarrollo que esos países nos ofrecen. La independencia también permitiría revitalizar las industrias de capital local en la manufactura, agricultura y servicios. Al asumir jurisdicción nuestro gobierno sobre el comercio internacional del país, podrían protegerse las industrias locales en sus etapas incipientes como lo hacen todas las naciones libres del mundo. Además, podría abaratarse el costo de insumos industriales o de bienes y servicios de todo tipo que actualmente hay que comprar a precios altos en los Estados Unidos. Los costos de transportación de mercancías también se abaratarían. Según las leyes de cabotaje de Estados Unidos que nos aplican por la condición colonial, nos vemos obligados a usar la marina mercante estadounidense, que es la más cara del mundo. En la independencia podríamos usar barcos más baratos de otros países para la transportación de materias primas y productos semielaborados y terminados. Esto reduciría dichos costos en cerca de 40% y mejoraría la capacidad de nuestras industrias para competir en el mercado de Estados Unidos.

Finalmente, mediante tratados comerciales podría facilitarse también el acceso a otros mercados por parte de nuestras empresas, las cuales actualmente son consideradas como empresas norteamericanas para propósitos de terceros países. Esta es una dimensión que ampliaría sustancialmente nuestra capacidad productiva y fomentaría los vínculos de Puerto Rico con el resto de las naciones que desde hace décadas comercian entre sí y se benefician de los poderes que sólo son posibles al utilizar eficientemente la plena libertad política al amparo de su independencia nacional.

Por el gran potencial de desarrollo que significa que logremos nuestra independencia, es que los que se han enriquecido con la colonia han creado el discurso derrotista del “que nos haríamos sin los americanos”.  Cuando la realidad es que la independencia es la única solución para lograr el desarrollo económico que nos impulse a convertirnos en una nación prospera y alcanzar la justicia social.

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