¿La economía de los desastres? Puerto Rico, el huracán Fiona y la colonia

 

Especial para CLARIDAD

En el quinto aniversario del impacto del huracán María, el azote del huracán Fiona ha dejado ver las diversas vulnerabilidades de la Isla, porque la recuperación y reconstrucción nunca comenzaron. La recuperación requiere compromisos políticos, sociales e inversiones sociales, para construir esa red comunitaria y de solidaridad que ofrece la seguridad y la protección a la ciudadanía. La reconstrucción es reparar el entorno construido y fortalecerlo. El huracán Fiona creó cambios en las condiciones de vida de las personas, las comunidades y las actividades económicas, sociales y culturales, debido a los efectos directos, las inundaciones y los efectos del problema energético – LUMA- que llamamos desastre. Nuestra condición colonial (falta de poderes) no permite que podamos recuperarnos rápidamente y reconstruir nuestra infraestructura, de igual forma que no fomenta políticas de prevención que evite los daños, porque no mandamos en nuestra Isla y domina el capitalismo del desastre o la economía del desastre.

La vulnerabilidad es una condición previa a los desastres donde el evento natural – huracán – es el detonante de las condiciones de inseguridad y fragilidad existentes. Puerto Rico padece de vulnerabilidad física, económica, social, ambiental, institucional y política. Ser vulnerable ante un evento natural es ser susceptible de sufrir daño, tener dificultad de recuperarse del mismo y conlleva pérdidas materiales y de vidas humanas. Hasta el momento José Alameda ha estimado que los costos directos e indirectos de recuperarnos del huracán Fiona va por $5,000 millones (estimó que las familias han gastado en promedio en dos semanas $1,600 para comprar agua, gasolina, alimentos, hielo, productos de limpieza entre otros) y sigue aumentando.

El huracán Fiona impactó el suroeste de Puerto Rico con vientos de 140 kilómetros por hora (85 millas por hora) el 18 de septiembre y causó inundaciones en toda la isla. Este huracán nuevamente paralizo al pueblo por espacio de varios días, causando pérdidas en distintos sectores de la economía y la sociedad, principalmente por la falta de servicios básicos de energía eléctrica, agua potable y las inundaciones. Afectando este evento natural unos municipios que vienen de sufrir la tragedia de los terremotos de enero del 2020 y de la crisis sanitaria que fue la COVID-19. El gobierno de Puerto Rico espera tener una estimación preliminar de los daños causados por Fiona en unas semanas, pero cada día sigue aumentando ante la fragilidad del sistema eléctrico bajo la gerencia de LUMA.

Vulnerabilidad

Puerto Rico enfrenta vulnerabilidad física, económica, social, ambiental, institucional y política (condición colonial). Las condiciones socioeconómicas que generan vulnerabilidad: física (localización de los asentamientos humanos en zonas de riesgo y a las deficiencias de sus estructuras físicas), económica (excesiva dependencia de nuestra economía de factores externos), la debilidad de la infraestructura (en especial la eléctrica), la social (39.8% de las familias viven bajo el nivel de pobreza, la cohesión interna que posee una comunidad, esos lazos de solidaridad que ayudan a recuperarse, la situación de salud básica existente en la comunidad y las educativas), la debilidad institucional (debido a los recortes de la Junta de Control Fiscal en especial a los municipios), la ambientales (daño ambiental a manglares y costas entre otros), y la política crean un alto grado de vulnerabilidad con impactos económicos y sociales. La vulnerabilidad política tiene que ver con la condición colonial y constituye el nivel de autonomía que poseemos para la toma de las decisiones que nos afectan. Es decir que, mientras mayor sea esa autonomía, menor será la vulnerabilidad política, pero con la imposición de la Junta de Control Fiscal se ha perdido poder para decidir, establecer políticas públicas, definir objetivos sociales y económicos, aumentando la vulnerabilidad. En un país en donde la solución a la mayoría de los problemas todavía sigue dependiendo de Estados Unidos y del nivel central, la vulnerabilidad política también se manifiesta a nivel municipal. Esto no permite formular por sí misma la solución al problema planteado, lo cual incluye el conocimiento y la aplicación de los recursos locales existentes para implementar dicha solución, limitando la solicitud de ayuda externa a los recursos estrictamente faltantes.

La condición colonial se une todas estas vulnerabilidades creadas y en el contexto de insolvencia del gobierno bajo la Junta de Control Fiscal que maneja las finanzas gubernamentales, decide cómo se usa el presupuesto y las prioridades sociales, recorta fondos de inversión social y privatiza servicios esenciales, hace que el gobierno esté maniatado y carente de recursos humanos y fiscales, en especial los municipios. A eso se une la vulnerabilidad que enfrentamos al estar bajo el oligopolio del transporte con las leyes de cabotaje que nos limita y vuelve dependientes, al igual que la falta de poderes políticos para decidir. El desastre se llama la colonia, es parte del problema de la vulnerabilidad que enfrentamos, es parte del capitalismo-neoliberal del desastre para enriquecer a unos pocos. Los detonantes del desastre colonial son la Junta de Control Fiscal administradores coloniales.

Más que pensar en los costos económicos del huracán debemos comenzar a entender cómo se construye estas vulnerabilidades y por qué no hay interés en lograr la recuperación y la reconstrucción. Entonces entendemos esa economía del desastre o capitalismo del desastre, utilizado por las corporaciones para enriquecerse con esos fondos de reconstrucción que llegan a sus bolsillos y no benefician a la sociedad. Esto es importante cuando queremos entender por qué se dedican a reconstruir, que es la respuesta capitalista a los desastres diseñadas para beneficiar a los que participan de la reconstrucción, y no invierten en recuperación. Ignorando la recuperación social que genera mejores resultados.

Los desastres creados son el resultado de la combinación de estos elementos: El evento natural, el huracán Fiona, que provocan daños físicos al capital público y privado, a la agricultura y pérdidas humanas. La vulnerabilidad de las personas y los asentamientos humanos ubicados en diversos contextos geográficos. Unido a la vulnerabilidad política por la condición colonial, donde no podemos decidir y crea vulnerabilidad institucional-colonial.

Impacto económico y social

Todavía no tenemos un estimado de daños, pero dado la fragilidad en la que nos encontramos, los mismos son de más de 5,000 millones de dólares (estimado por Alameda) y sigue subiendo debido a la falta de energía eléctrica, de diésel, el problema con el transporte marítimo y las leyes de cabotaje. Así que el desastre lo va construyendo la condición colonial y la Junta de Control Fiscal que debilitó las finanzas y las instituciones, que no permite poder prescindir de contratos nefastos que nos van destruyendo, que no permite que podamos tomar decisiones y desarrollar una sociedad con cohesión interna, con lazos de solidaridad que pueda tomar las riendas de sus decisiones.

El estimado de costos es preliminar, pues hay que recopilar más información, y hay que separar los daños causados por el evento natural y los daños causados por la falta de energía eléctrica debido a la ineficiencia de LUMA, que viene arrastrando apagones y daños desde antes del evento. Es importante entender que diferentes metodologías pueden dar lugar a amplias diferencias en las estimaciones de daño de un mismo desastre.

Al declarar zona de desastre, entran el gobierno y la industria de los seguros a estimar daños. El Programa de Asistencia por Desastres de Estados Unidos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (conocido como FEMA) complementa los recursos disponibles de los gobiernos municipales, central y organizaciones privadas, con los seguros. Entonces se determinan los tipos de ayuda qué hay disponible tanto de asistencia individual, pública y de mitigación de daños.

Para la estimación de los daños se necesita, conocer la magnitud física de los afectados (población afectada), los activos físicos (viviendas, instalaciones, infraestructura, etc.) y los bienes finales, intermedios, materias primas, materiales y de respuesta.  Estos costos se dividen entre directos, indirectos y los intangibles en todos los sectores económicos y sociales donde convergen las diferentes vulnerabilidades.

Los costos directos son el costo que representan las consecuencias inmediatas del desastre en términos físicos dado los vientos e inundaciones a las viviendas, instalaciones y la infraestructura. Los daños mayores directos fueron debido a la gran cantidad de lluvia y las inundaciones.

La pérdida directa a las personas son los daños a la vivienda y otra propiedad personal debido al viento y las inundaciones o deslizamientos de terrenos. La pérdida directa del mercado son la perdida en bienes y servicios que son adquiridos en el mercado y se intercambian a base de un precio. Son perdidas de activos y daños a productos, a la manufactura, a la agricultura, sector de los servicios (incluye turismo), comercio y otras empresas, que se mide en infraestructura, gastos de las empresas antes y después del evento, y pérdidas de ingresos. La agricultura fue una de las más afectadas a lo que se une la escasez de alimentos que provoca.

Las pérdidas directas fuera del mercado son los impactos a la salud de las personas, pérdida de vidas, daños a las actividades naturales, perdida de ecosistemas, daños a los activos históricos y culturales. En las pérdidas directas al Gobierno se incluyen las labores gubernamentales, municipales y estatales que se vieron afectadas por el huracán, así como los activos y la infraestructura.

En las perdidas indirectas se incluye aquellos que no fueron provocados por el evento natural, pero fueron consecuencias de los mismos. Son los daños causados por los apagones y falta de agua potable, que impactan más a los pobres y necesitados, además de la reducción de recaudos fiscales o aumento de la deuda pública. La caída del sistema energético tiene un efecto devastador en la economía y la sociedad con efectos multiplicadores en diversos sectores de la economía, gobierno y sociedad. En este renglón los daños al sector salud y de la venta de alimentos son los más afectados.

Los costos intangibles son las pérdidas en la productividad, el miedo, la falta de seguridad, el estado mental de las personas, además de las cosas de valor emocional que afectan la cohesión social, además del impacto sobre la salud o el ambiente y en general bienes no intercambiados en un mercado. Regularmente estos costos no se miden, pero son importante para estimar la magnitud del problema y lo que representa para la recuperación, que es la parte olvidada para tener la red comunitaria y de solidaridad. Incluye todas esas ayudas que se ofrecen y no se contabilizan. En estos costos la cohesión social que posee una comunidad, esos lazos de solidaridad son los que ayudan en la recuperación.

El impacto económico lo podemos estimar preliminarmente (usando los impactos de otros eventos para poder establecer parámetros de comparación entre los costos económicos de un desastre) en:

Personas                     $2,500 millones

Gobierno                     $   334 millones

Energía Eléctrica        $1,000 millones (según informa LUMA, Alameda señala que es $2,000 millones)

Agricultura                 $   200 millones (estimados preliminares)

Manufactura, Servicios, Comercio   

$   500 millones

Carreteras, puentes     $     31 millones (puede ser mayor)

Estos costos son para la reconstrucción, podemos reconstruir y seguir siendo vulnerables. Sin contar con los costos intangibles, que son importantes para la recuperación y reducir la vulnerabilidad. Estos costos están sujetos a verificación oficial.

Conclusión

El país debe adquirir conciencia de que la prevención y la mitigación de las vulnerabilidades son importante la lograr recuperación y reconstrucción. No hemos estudiado el problema de las diferentes vulnerabilidades y cómo resolverlas para prevenir y mitigar. Entendemos que los huracanes no los podemos evitar, pero el desastre colonial sí.  Podemos tomar consciencia del peligro de ese capitalismo del desastre y los daños que causa, el ejemplo con energía eléctrica donde LUMA venía a modernizar la red eléctrica y reconstruir el sistema, pero no ha sucedido.

Por eso debemos recuperar nuestro país y definir hacia dónde lo queremos dirigir. Entonces juntos ir construyendo esas redes sociales y comunitarias que nos permita recuperarnos y reconstruir un país diferente. La recuperación requiere compromisos políticos, sociales e inversiones sociales, para construir esa red comunitaria y de solidaridad que ofrece la seguridad y la protección a la ciudadanía. En la misma debemos ser actores principales para poder entender los eventos naturales, nuestras vulnerabilidades y como prepararnos. La reconstrucción es reparar el entorno construido y fortalecerlo para que no se destruya ante los eventos naturales.

Un desastre natural genera costos sociales, políticos y funcionales que inciden en la evolución de la economía del país. Pero el capitalismo-colonial, del desastre y neoliberal que tenemos en Puerto Rico es parte del desastre, donde es más importante los que se benefician del desastre en vez de las personas. Podemos reconstruir y seguir siendo vulnerables, por eso debemos lograr la recuperación y decirle no al capitalismo del desastre. Debemos conseguir una buena gobernanza que responsa al pueblo, con estrictos códigos de construcción y permisos. El objeto es prevenir y evitar la ocurrencia de desastres naturales, la única manera de poder reducir las posibilidades de ocurrencia de desastres es actuar sobre las vulnerabilidades y sus causas.

Si queremos desarrollo económico que nos integre y genere crecimiento económico, debemos participar en el proceso de recuperación primero y de reconstrucción. No al capitalismo o economía de los desastres. La meta es Planificar el país que queremos, recuperar el país que tenemos.

 

 

 

 

 

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