Por Padre Luis Barrios
Iglesia Santa Cruz
Ciudad de Nueva York
Frank amaneció en Santurce, un 24 de agosto de 1949 y anocheció en la ciudad de Nueva York, en el Bronx, el Condado de la Salsa, el 25 de agosto de 2022.
Desde esta reflexión parto del postulado de que no hay persona más muerta que la olvidada. Por lo tanto, si mantengo viva la memoria de esa persona entonces esa persona no está muerta. Esta es mi realidad con mi amigo, hermano, compañero y camarada Frank Velgara, quien se liberó de su cuerpo enfermo y por esto puedo decir: ¡Frank vive y la lucha sigue!
Mientras otras personas estarán hablando o escribiendo sobre la trayectoria política del Frank con todos los movimientos de esa descolonización e independencia para Puerto Rico, a mí me interesa hoy poder reflexionar sobre esa descolonización e independencia desde otra realidad que no se habla; su espiritualidad subversiva. Esto sin restarle importancia a que fue y sigue siendo un gran independentista y socialista. Que quede claro, no hay ninguna contradicción entre ser un buen independentista-socialista y tener una espiritualidad subversiva. Ni mucho menos entre ser una persona atea y tener espiritualidad. Por todo esto hoy yo quiero reflexionar contigo sobre la espiritualidad subversiva de Frank, un ateo miembro activo de nuestra Iglesia Santa Cruz en la ciudad de Nueva York.
Permítanme aclarar algo desde el comienzo, Frank no era religioso y yo doy gracias a Dios que no lo era. Yo le tengo mucho miedo a las personas religiosas. El era muy espiritual.
El fundamento principal de la espiritualidad subversiva de Frank siempre lo fue la condición humana. Como Jesús se preocupaba por las personas y su situación. De aquí su gran trabajo por eliminar todo tipo de opresión política, económica, religiosa, social, cultural y podemos seguir mencionando. Lo conocí en los años de 1980 en protestas en la ciudad de Nueva York contra la brutalidad policial, los abusos de caseros, la violencia doméstica, la contaminación ambiental, el abuso contra personas inmigrantes, contra la baja calidad de educación, y la falta de servicios médicos adecuados para el pueblo. Y podemos seguir añadiendo. Pero asimismo esa espiritualidad de la condición humana la demostraba en la lucha por la independencia y descolonización para Puerto Rico, pero con un proyecto socialista. De esa manera no nos movíamos de un capitalismo extranjero a uno nacional.
Su espiritualidad subversiva siempre estuvo en contra del efecto narcótico de la religión que, en vez de despertar la conciencia del pueblo, organizarlo y movilizarlo hacia su liberación lo que hace es someterles. De aquí el que aprendí inmediatamente que en su espiritualidad subversiva Frank siempre estaba pendiente sobre qué clase de futuro vamos a construir. Que quede claro, también estaba en contra del efecto narcóticos de unos grupos políticos que no adelantan la lucha de descolonización de Puerto Rico.
En donde mas profundo yo pude sentir la espiritualidad subversiva de Frank fue en la lucha por sacar la marina de Estados Unidos de Vieques. Porque esa espiritualidad se caracterizó por demostrar la interdependencia entre las transformaciones sociopolíticas y la espiritualidad. Para Frank la espiritualidad subversiva tiene que ver con el aquí y ahora, no con el más allá.
En nuestras reflexiones teológicas sobre la espiritualidad subversiva coincidíamos por un lado en definir a Dios como justicia holística (política, económica, social, sexual, cultural, etc.) y por otro lado que había que ir más allá de tratar de definir a Dios porque a Dios no se le define, sino más bien se le practica con acciones de amor radical. Por esto nos encantaba la frase del hermano y compañero Che Guevara: «Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad…” Frank vivió y se liberó de su cuerpo como un verdadero revolucionario porque comprendió en carne propia lo que nuestro profeta Don Pedro nos sigue diciendo: La ley del amor y la ley del sacrificio no admiten la separación.»
Recuerdo una vez que se me acercó luego de una misa de apoyo a la Revolución Cubana. Yo había dicho que pertenecía al PCD (Partido Comunista de Dios) y esto lo conmovió. Cuando se me acercó le di una sonrisa y le pregunté que él que quería saber y con otra sonrisa me respondió: yo creo que yo también pertenezco a ese partido. Nos abrazamos y ese día descubrimos que ambos teníamos membresía. ¡La vida te da sorpresa!
En otra ocasión me preguntó sobre mi opinión sobre el Marxismo y casi se cae de nalgas cuando le dije que el fundamento principal del Marxismo no es el ateísmo sino más bien el humanismo de una espiritualidad subversiva. Ese día coincidimos que yo tampoco creía en el Dios que el no creía. Y toda esta reflexión se llevó dentro de una iglesia cuando estábamos hablando sobre derechos reproductivos de las mujeres y derechos de las comunidades LGBTQ. Porque en la espiritualidad subversiva de Frank siempre han existido tres dimensiones: solidaridad, compromiso y esperanza.
En otras palabras, la espiritualidad subversiva de Frank Velgara siempre se caracterizó y se caracteriza por ser una espiritualidad militante la cual se solidifica y se valida desde la comunidad hasta combatir el sufrimiento humano. Fue aquí con sus accione de amor solidario que convirtió a la ciudad de Nueva York en su trinchera de liberación. En esa militancia demostró con acciones que un mundo mejor es posible, solo tenemos que construirlo, aunque nos duela. Aquí Frank resucitó las palabras eternas de nuestra profetiza Lolita Lebrón: ¡no hay victoria sin dolor! ¡Gracias Frank!
Y recordemos, no hay persona más muerta que la olvidada; prohibido olvidar. ¡Frank sigue presente!