La migración China a la República Dominicana: Visión sociológica e histórica

 

 

Especial para En Rojo

Hace un año se publicó en la República Dominicana el libro La migración china en República Dominicana 1862-1961 (Publicación de la Academia Dominicana de la Historia CLX, 2021), del sociólogo y académico José Chez Checo.  Dicha publicación es el primer volumen de lo que será una serie de dos volúmenes, siendo el segundo, publicado recientemente, sobre el carácter laboral de la inmigración china de acuerdo a “las fichas de migración” del Archivo General de la Nación.  Este segundo volumen es de la autoría de la historiadora y académica Mu-Kien Sang Ben, que aún no ha llegado a Puerto Rico.

El primer volumen pasó desapercibido hasta ahora, hecho lamentable, pero entendible por la crisis del Covid-19 y la casi desaparición de la prensa escrita en Puerto Rico. Por la importancia del tema para los puertorriqueños, siendo Puerto Rico un país eminentemente migratorio y que también ha sido y sigue siendo recipiente de un sector importante de la casi transparente (ilegal) inmigración china, se amerita esta reseña.

Se inicia la publicación con un compacto prólogo de la autoría del Dr. Manuel A. García Arevalo en que resume la trayectoria y motivos de la inmigración china a la República Dominicana y el tratamiento que recibió ese nuevo segmento poblacional hasta la firma del Tratado de Amistad, firmado en 1940, entre la República Dominicana y la República China y que a su decir “contribuyó a que se propiciara un mejor trato a los hijos de otrora Celeste Imperio.”

El libro en cuestión se organizó en cinco capítulos que recogen, el Primero, la llegada de los primeros chinos que ingresaron a la Republica Dominicana en la época de la anexión a España y sus asentamientos en el país, 1862-1900. Periodo en que prevalece en el país hermano el deseo de aumentar la población del territorio con inmigrantes, pero de la raza blanca, en lo que se manifiesta el deseo o afán de “blanquear la raza” por lo que “se pusieron trabas para que cocolos, asiáticos y haitianos no regresaran al país” (p. 22)

Sin embargo, en el decenio del 60 del siglo diecinueve se produce la entrada de los primeros chinos, en calidad de deportados, procedentes de Cuba. El autor cita al historiador J. Marino Inchaustegui quien traza la procedencia de un puñado de inmigrantes chinos que entran al país entre 1861 al 1863 y fundaron pueblos, se convirtieron en comerciantes, se destacaron en la educación y en la política, entre otras (p. 23). De igual forma, se menciona un vínculo con Puerto Rico, toda vez que “trabajadores contractuales chinos que llegaron a Cuba se convirtieron en confinados y de allí pasaron a la Republica Dominicana… y luego pasaron al presidio de Puerto Rico” (p. 24).

El capítulo se divide en tres secciones, que además de enmarcar los Orígenes de esa inmigración, desarrolla las contribuciones a la Sociedad y Cultura en que recoge las características culturales de los chinos que entraban al país.

Es en la sección de Sociedad que Chez Checo lleva a cabo una minuciosa investigación en que presenta fuentes bibliográficas, periodísticas, notariales, genealógicas, entre otras, para presentar al nuevo segmento étnico que llega en el 1868 procedente de Cuba (al estallar la Guerra de los Diez Años) y que se asentaron en Puerto Plata.

Presenta el autor un estudio de caso, que es, el del padre de las hermanas Antera y Mercedes Mota, notables educadoras nacidas en San Francisco de Macorís, discípulas de Demetria Betances (hermana de nuestro Ramón Emeterio Betances) e hijas de “un supuesto asiático, un chino culí, traído mediante contrato desde Cuba para trabajar en las obras emprendidas por Gregorio Riva en la cuenca del Río Yuna, en Moca y la Vega” (p. 31)

Así presentando otros estudios de casos, y citando artículos y reseñas periodísticas de la época, va reconstruyendo el autor la escasa inmigración de “varones”, ya que esta primera fase de la inmigración china es mayormente de hombres solos.  Y en 1893 hay relatos de que estos se dedicaban a las tareas de lavandería y restaurantes, al igual que al cultivo de vegetales.

En cuanto a la subdivisión de Cultura la bibliografía reseñada destaca las características de estos como: “desconfiados, discretos, inofensivos y respetuosos de las leyes.» Se explica también la lentitud de sus patrones de reproducción por el hecho de que inmigraban hombres solos y se les catalogaba de “trabajador, honrado, cauteloso, inteligente y provisor” (p. 62)

Los capítulos II y III presentan a los chinos en República Dominicana a inicios del Siglo XX (1901-1916) y durante la primera ocupación norteamericana (1916-1924).  La organización de los capítulos sigue el mismo ordenamiento por secciones Economía, Sociedad y Cultura en el capítulo II y Sociedad y Cultura en el capítulo III.

Citando a José del Castillo (historiador) se observa que “las autoridades de ocupación norteamericanas fueron más liberales en lo concerniente a la recepción de chinos, aunque la Ley de Inmigración de 1912… los incluía dentro de la relación de inmigrantes restringidos” (p. 81).  No obstante, ingresan 75 chinos “sirvientes y cocineros”. Para 1917, unos 21 chinos residían en Santiago, según las cifras del Censo, 2 en Seybo y en la ciudad capital 64 ciudadanos chinos, y para 1920 se registran otros 255 distribuidos por provincias, siendo Santo Domingo la que más tenía, con 103 chinos.

El grueso de esos chinos ingresó al país en los primeros cuatro años de la ocupación militar norteamericana, patrón que continuó a partir de 1921 en que ingresan otros 14 chinos siguiendo el patrón de la Ley de Inmigración, eso es solicitando el correspondiente permiso y llenando un formulario que requería los datos simples de reclamación por parte de un peticionario que ofrecía información de manutención y la promesa de devolverlo “a mis costas al lugar de donde viene” si no puede valerse por sí mismo. La mayoría de esos nuevos inmigrantes, no obstante, encontraban trabajo fácilmente en lavanderías y restaurantes.

Con el aumento de la nueva inmigración se produce la fricción y el conflicto violento entre grupos étnicos y se presentan en el libro los expedientes judiciales de esos primeros casos donde el patrón tiende a ser de robos y agresiones a los nuevos inmigrantes chinos, en la mayoría de los casos. También se hace notar la indisposición de la prensa hacia los chinos, destacando las noticias negativas sobre estos y se señala al Listín Diario como el periódico que no perdía la oportunidad de tal comportamiento.

El capítulo IV cubre el periodo del gobierno de Horacio Vásquez que se extiende de 1924 a 1930. Bajo el acápite de Economía se hace un detallado recuento de los establecimientos chinos de comida (cafeterías, fondas, colmados y hasta un cabaret) y se hace también una relación estadística de importaciones desde China: 1925 la suma de 3,250 en dólares y para 1926 aumenta a 4,613 dólares (p. 95).

Dato curioso es que el 3 de noviembre de 1927, después de cumplir los requisitos de Ley, el chino Mamo Joa se convierte en el primer chino en nacionalizarse dominicano. Para el censo de la Dirección General de Inmigración cierra la década de 1930 con la cifra de 410 chinos viviendo en República Dominicana.

El capítulo V, el más extenso del libro, cubre la dictadura del Gen. Rafael L. Trujillo, periodo que se extiende desde 1930-1961, época en que creció numéricamente la colonia china. Citando al autor, este expresa que:

“(La colonia china) cambió de fisionomía y su integración y aportes a la sociedad en diferentes campos fueron cada vez mayores, en parte debido al comportamiento del gobierno dominicano muy alineado con la política exterior de China que dependía de las coyunturas políticas y económicas del momento y propiciaba un mejor trato para los nacionales chinos.” (p. 105)

Para 1930, la Dirección General de Inmigración, según censo que realizó, había 410 chinos distribuidos en toda la República. En la década del 1950 fueron aceptados unos 200 refugiados procedentes de Shanghái y para 1960, el Censo estimó unos 600 ciudadanos chinos. Cifras que no concuerdan con informes periodísticos, que tienden a aumentarlas (p. 129). Asunto que se aclarará en el libro antes mencionado de la historiadora Mu-Kien Sang Ben que analizará las fichas de Migración y el carácter laboral de esta población.

Bajo Economía se hace un minucioso análisis de las condiciones de la comunidad china, tipo de negocios que poseían, organización económica, integración social, tipo de negocios que poseían, organización económica, integración social a la comunidad, fuentes de trabajo que generaban para otros grupos étnicos, y casos de integración marital con otros grupos étnico-raciales.

Igualmente, respecto a la sección de Sociedad, además de informar sobre nuevos crímenes interétnicos, se nota un cambio de actitud oficial de proteger los derechos de ese grupo (el chino), al cual definen como “laborioso, modestos… que no constituyen una preocupación para nuestras autoridades como, tal vez ocurriría, con los individuos pertenecientes a otras razas” (p.121).

Será en la sección de Política donde se elabore en detalle los pormenores de las relaciones políticas y diplomáticas de la República Dominicana y la República Nacionalista China que culminan con la firma del Tratado de Amistad entre ambas naciones en 1940 y el artículo adicional en 1946.  Establece este que “los nacionales de cada una de las Altas Partes contratantes podrán entrar libremente al territorio de la otra y salir de este de igual modo… bajo las mismas condiciones que los nacionales de cualquier otro país.” (p.382) Se hace una relación detallada de la visita del embajador Ping Ling a La Habana, Cuba en 1931 y que dan inicio a las conversaciones diplomáticas con República Dominicana que culminarán con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

Sin embargo, es la sección de Cultura, la que arroja mayor luz sobre la antigua cultura china, su contribución al mundo y ahora al Caribe en las áreas de literatura, religión, artes, deportes, gastronomía y folklor. Mediante la incorporación de artículos y reseñas al texto, de las antes mencionadas áreas, se va creando un mosaico que incorpora desde las contribuciones a la cocina dominicana hasta los éxitos internacionales de los deportistas dominico-chinos en lucha libre.

En conclusión, el Tratado de la Amistad entre China y República Dominicana se firma en marzo de 1940 en ocasión de imponer al generalísimo Trujillo el Gran Cordón con Bordes Blancos de la Orden del Brillante Jade (la más alta condecoración del Gobierno Chino, entonces) “por la labor realizada en el país”. Comenta el autor, sin embargo, que “en el fondo era el fortalecimiento del apoyo del país a favor de China en su lucha contra Japón”. (p.356)

El libro en cuestión es una importante contribución a la bibliografía existente, no solo para Santo Domingo, sino que también para Cuba y Puerto Rico. Felicitamos al amigo José Chez Checo por tan noble esfuerzo.

Un aspecto no tratado en el comprensivo trabajo de Chez Checo, pero que esperemos haya sido tratado en el próximo libro, es la emigración de chinos, que de forma legal o ilegal salen de la Republica Dominicana hacia Puerto Rico y Estados Unidos. Asunto que traté pioneramente en el 2007 (31 de enero) en la Revista En Rojo del periódico Claridad titulado Los chinos en Puerto Rico.

Basado en un censo que llevé a cabo con mis estudiantes de Sociología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, se identificaron sobre 150 establecimientos de origen chino (restaurantes, heladerías, salones de belleza, entre otros) en el área suroeste de Puerto Rico. Mediante la observación partícipe y entrevistas a empleados hispanoparlantes de los establecimientos, se pudo determinar procesos de adaptación, condiciones de trabajo inaceptables y explotación a la que eran sometidos los empleados chinos (presumiblemente con estatus de ilegales) que trabajaban en las cocinas o lugares no visibles de los negocios. Población con ningún acceso a servicios públicos básicos, poca protección laboral y la falta de legislación que los proteja.

Años más tarde (2011) el novelista Eduardo Lalo publicó una novela cuya protagonista era china, titulada Simone, y ambientada en el área metropolitana de San Juan. Aunque se trataba de una obra de ficción, parte de la ambientación era china, llegando a validar muchos de los hallazgos del estudio mencionado anteriormente.

En el año 2015 se publicó un libro, basado en una tesis doctoral en historia, titulado también Los chinos en Puerto Rico de José Lee Borges. Este recoge la trayectoria histórica de esa comunidad que ya parcialmente se había estudiado en sus orígenes históricos, en otra tesis de maestría en 1969, por María de los Ángeles Castro.

La prensa local ha estimado a la población china en Puerto Rico en 17,000 personas que en su mayoría trabajan en unos 600 restaurantes y negocios de importación.

Al día de hoy poco se habla de esa población y los estimados de la Guardia Costanera durante el último año (1 de oct. de 2021 a 30 de sept. de 2022) informa que, de la entrada de ilegales a Puerto Rico, 88 intervenciones entre el Pasaje de la Mona y aguas cercanas y 2,273 personas de diferentes nacionalidades detenidas, ninguno de ellos era chino. (El Vocero, 5 de oct. de 2022)

Quizás ahora sea el momento de replicar o actualizar esos estudios, en beneficio de una comunidad invisibilizada, que merece ser integrada a la sociedad con todos los beneficios que amerita.

El autor es profesor emérito y académico de número Academia Puertorriqueña de la Historia

Artículo anteriorAdrinelle y Sergio: de los Beatles a Debussy, pasando por La Selecta
Artículo siguienteProvidencia «Pupa» Trabal, la eterna y esencial  luchadora de la Libertad