La ridiculez innecesaria del desafío a los dioses: Reseña de Thor: Love and Thunder

Especial para En Rojo

“And they’ve taken a banal American crime novel. And they are making a movie out of it based not on the novel, but on the poetry that they’ve read between the lines.”

Quentin Tarantino

Quentin Tarantino encuentra lo poético en lo que aparenta ser burdo. En una de mis escenas favoritas del cine en una de las joyas de Tarantino, Jackie Brown (EEUU, 1997), Max Cherry (Robert Forster), un prestamista de fianzas, espera a Jackie Brown (Pam Grier) que acaba de salir de un centro de detención. Él es el estereotipo de la masculinidad insensible, un hombre cansado, silencioso y cubierto en el hollín de la realidad. En las manos de Tarantino, la escena rompe la coraza de Cherry y adentra en su mundo interior. Sin decir una palabra ni demostrar expresión, la frialdad de Cherry se resquebraja cuando la música de la escena nos revela lo que él siente mientras ve a Brown a lo lejos. Con la ternura del amor inesperado de la canción “Natural High” de Bloodstone, tanto Cherry como yo quedamos deslumbrados con Jackie Brown. Su desordenada mata de pelo luce la dignidad y la poesía que persiste en una vida llena de dificultades. La cámara se fija en lo cotidiano, pero la construcción del director enfatiza la belleza sutil de una mujer que camina hacia un futuro incierto y los maravillados ojos del hombre desnudos de todo cinismo. Tarantino retrata un instante de luz en su mundo de criminales de poca monta, chotas y mujeres victimizadas. En Thor: Love and Thunder (dir. Taika Waititi, EEUU, 2022), Waititi intenta enfatizar la poesía y hasta el humor dentro de la lucha sangrienta entre seres que sufren y los dioses que los han abandonado. Pero no da la talla.

En Thor: Love and Thunder, nos reencontramos con un Thor que ha pasado por la depresión de haber perdido a su madre, padre, hermano y el reino de Asgard donde se crió. Inclusive, en su aparición en Avengers: Endgame (dirs. Anthony y Joe Russo, EEUU, 2019), el dios nórdico ha subido de peso y está en una clara depresión por no haber podido detener la desaparición de la mitad de la población del universo. Sin embargo, el Thor de esta nueva película no ha aprendido nada. Recupera sus músculos, el gozo absoluto de su poder y una desconexión total de los seres que lo adoran. El trauma de su pasado no dejó marca alguna y Thor pasa a ser un personaje acartonado con un arco dramático totalmente trivial.

Thor: Love and Thunder comienza con una secuencia desgarradora. Gorr (Christian Bale) aprieta a su hija muerta contra su pecho. Ambos están cubiertos de polvo y arena. La tragedia no ha quebrantado la fe del padre en sus dioses. Al borde de su propia muerte, Gorr se enfrenta a su dios que celebra la derrota de su oponente. Pero el dios se burla del sacrificio de Gorr, que jura vengarse de todos los dioses. Por otro lado, el personaje de Jane Foster (Natalie Portman), la doctora en astrofísica que se enamora de Thor en la primera película, ha adquirido los poderes del dios. Pero este poder tiene un impacto en la salud de Foster. Lo divino no es suficiente para salvarla de su mortalidad. Estas dos historias cuentan con tremendos actores (Bale y Portman) que resaltan la ceguera de los dioses ante el sufrimiento humano. Pero la dirección de Waititi resulta en una película repleta de chistes tontos que les restan espacio y fuerza a las historias de Gorr y Foster.

Como director, Waititi sabe transitar la línea entre un humor desmitificador y momentos de profunda emoción. En su brillante What We Do in the Shadows (dirs. Jermaine Clement y Taika Waititi, Nueva Zelandia, 2015), Waititi se enfoca en un grupo de vampiros que viven como roommates en Nueva Zelandia. El director se burla del romanticismo gótico de diversas tradiciones vampirescas con lo absurdo de su convivencia. Asimismo, en Jojo Rabbit (dir. Taika Waititi; Nueva Zelandia, la República Checa, EEUU; 2019), el protagonista es un niño que sueña en convertirse en el Nazi perfecto inspirado por su amigo imaginario, Adolf Hitler. Un día, Jojo sigue una mariposa azul que se encuentra en el camino. Cuando al fin la alcanza, la inocencia del momento se torna en algo más complejo. La mariposa reposa bajo los pies de la madre de Jojo que cuelgan en la plaza. Esta fue ahorcada por distribuir literatura anti-Nazi. Waititi entiende cómo crear momentos visualmente emotivos. No obstante, con todas las posibilidades de esta nueva historia de Thor, Waititi no logra combinar efectivamente el humor de lo ridículo con el dolor de la pérdida.

Thor: Love and Thunder pierde precisamente porque el humor de esta película no solo ridiculiza a los dioses, sino que inadvertidamente también menosprecia el dolor real de la condición humana. En la película previa, Thor: Ragnarok (dir. Taika Waititi, EEUU y Australia, 2017), Waititi también ignora por completo la oportunidad para contar una de las historias más poderosas de Hulk y entrelazarla con la de Thor. En la historia que cuenta el cómic Planet Hulk (escrita por Greg Pak y publicada entre el 2006 y el 2007), Hulk es esclavizado para servir como gladiador en la corte del Rey Rojo en el planeta Sakaar. Este arco dramático toca los temas de la esclavitud y la fuerza destructiva del dolor. A pesar de que Waititi claramente usa Planet Hulk como base para una de las líneas narrativas de Thor: Ragnarok, el director reduce la potencia de la historia haciendo de Hulk un fofo esclavo de sus apetitos. De una manera similar, los opuestos que embellecen los corruptos mundos de Tarantino, abaratan el justificado desafío a los dioses en Thor: Love and Thunder por sus incesantes giros de humor astracán.

 

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