“La víspera” de Papel Machete

 

En Rojo

Han pasado varios días desde que asistí al estreno de “La víspera de la abolición”, obra teatral original de mixtos medios del Colectivo Papel Machete en el teatro Victoria Espinosa en Santurce (8 -10 de diciembre). Por razones de salud, ya no tengo el privilegio que una vez tuve de escribir inmediatamente sobre obras teatrales. Además, el vaivén de mi vida entre Vieques y San Juan también impone sus condiciones.

No obstante, mi colega Rafah-Acevedo sí adelantó un escrito (5 diciembre) acerca de la obra antes del estreno que proveía el trasfondo del montaje y detalles sobre lxs artistas-participantes responsables y el tema futurista – la caída “de la última prisión en el sur de EEUU después que el movimiento abolicionista crea las condiciones para poner fin al complejo industrial carcelario” – año 2047. Por eso, no me detengo en los detalles de trasfondo para enfocar, no necesariamente en orden de preferencia, en algunos de los elementos que más me impactaron del montaje como tal.

Primero: la estructura multimedia inicia la función con un video del discurso de Mumia Abu Jamal, encarcelado en Pennsylvania desde 1982. Es importante oír su voz porque ilumina las discusiones locales principalmente de grupos feministas sobre la inutilidad del sistema penal actual de Puerto Rico.

En EEUU, desde la época de pos-Reconstrucción (1875 en adelante), se usa el sistema carcelario como una manera de re-esclavizar a la población afroamericana. La privatización actual de las cárceles, como grandes negocios de ganancia, empeora esa situación. La activista e intelectual Angela Davis (“Democracy Abolition”, 2005), entre muchas otras voces, ha sido influyente en la lucha por abolir la injusticia de las prisiones y transformar el sistema carcelario.

Segundo: “La flotilla” comienza con la caseta del Almirante con la hermosa embarcación progresivamente creciente de botes encima del mar de tela que cubre el escenario. Para mí, esto representa la solidaridad del ya liberado Caribe que sale en apoyo a la lucha para “abolir” esta última prisión estadounidense. Pero lo que más impresiona es el proceso estético colaborativo de los botecitos llevados en olas por las manos de lxs titiriterxs.

Tercero: en general, apreciamos tres niveles de representación: 1) la malévola Alcaide, lxs guardias penales, lxs encarceladxs y lxs militantes aparecen en la pantalla como miniaturas, 2) también entran en el escenario como marionetas manejadas por lxs titiriterxs y 3) entonces estos personajes asumen su tamaño humano.  Esta alternación de la acción fílmica de miniaturas y muñequitos y de la acción física de sus contrapartes en forma de marionetas y humanos enmascarados en escena, fluye naturalmente como la extensión del mensaje que Mumia da al principio. En la pantalla vemos la cárcel de muñecas y el tren de juguete y entendemos el discurso de la Alcaide sobre la función de la prisión de purificar agua para clientes ricos.

Cuarto: el uso de las máscaras de cartón piedra para lxs militantes y la Alcaide sorprende por su complejidad individual y precisión artesanal. De hecho, todas las máscaras, los títeres y objetos de mano, la utilería y los efectos especiales muestran una fabricación detallada de destrezas marcadas. Objetos de mano, como las pequeñas celdas con sus puertas de acero que abre para crear interiores con bancos, camas e inodoros para las marionetas que las ocupan y las pequeñas casetas de campaña, muestran esta dedicación al proceso.

Quinto: el papel de los Vejigantes de coco de Loíza dentro de la acción escénica proyecta el aspecto más puertorriqueño de esa lucha de liberación. Raras veces se han utilizado bien los Vejigantes en la acción teatral local (aún en la obra “Vejigantes” de Francisco Arriví el personaje del Vejigante es menospreciado). Aquí se pierden sus asociaciones folclóricas-turísticas para mostrar su carácter más vital y ancestral como guerrero y protector del pueblo. Hasta sus colores se revierten al coco natural en vez de estar pintado de los colores brillantes que caracterizan las máscaras más recientes de las fiestas de Santiago Apóstol. Esto se profundiza por añadir máscaras anti-gases lacrimógenos a la base de cáscara de coco en algunos de los Vejigantes.

El montaje de “La víspera de la abolición” es ambicioso e incorpora decenas de imágenes, títeres, máscaras y objetos pequeños, medianos, y grandes. La obra se basa en un cortometraje original que constituye la parte fílmica. Entonces se crece y multiplica a través de un reparto de más de quince actores-titiriterxs, cada unx con cambios de vestuarios y máscaras. Las máscaras de papel maché del colectivo de militantes, que finalmente tumba la última cárcel y libera lxs prisionerxs, son asombrosas por su número y la precisión de la artesanía de sus facciones y de sus vestuarios. Esa vista panorámica del escenario lleno de casetitas, militantes, prisioneros liberados y Vejigantes es la más impactante de la obra.

Lxs músicxs Lizbeth Román, Aníbal “eL S.” Vidal Quintero y Agustín Muñoz Ríos mantienen una presencia esencial en escena, y sus ritmos y composiciones subrayan toda la acción. Me imagino que cada actor hizo su propia máscara de militante. Siento que no puedo identificar todxs lxs artistas participantes, pero el elenco sí incluye al colectivo del teatro callejero Papel Machete y colaboradores como Sugeily Rodríguez Lebrón, Deborah Hunt, Yussef Soto Villarini, Francisco Iglesias y Carlos ‘Gandul’ Torres López. Agitarte, Inc. promueve el evento.

Aún dentro del alto nivel de gestiones y actuaciones del conjunto, es difícil no destacar al gestor-director Jorge Díaz y la titiritera Deborah Hunt. Jorge queda al lado de lxs músicxs — también entra en escena en ocasión como titiritero – para integrar un ingenioso doblaje de voces a la acción; mientras con el cabezudo de la Alcaide de la prisión puesto, Deborah crea un deleite de movimiento y gestualidad. No obstante, la acción es colectiva con participaciones iguales y el emotivo final que celebra la liberación del último encarcelado.

 

 

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