Los superadultos al poder

 

¡Buenos días, honorables representantes de nuestro pueblo y distinguidos visitantes!

Jamás imaginé que este honorable cuerpo honrara este cuerpo envejeciente a sus 83 años. Pero me percato que, en realidad, a quien honran es al superadulto que habita en él. En un país, que aún no lo es, que sobrevive en eterna adolescencia, el ser, más que adulto, superadulto es, sin duda, singular hazaña.

El chiquiteo al cual estamos mal criados, se extiende, por desgracia, a esta avanzada edad. Cuando en el consultorio médico me piden que saque la “lengüita”, me esmero en mostrar una yarda e lengua para desmentir el cariñoso, pero no menos infantilizante, apelativo.

Y de apelar se trata a este honorable cuerpo y agradecerle que reconozcan la mayoría de edad de sus constituyentes y contribuyentes, aquellos que nos negamos a ser ninguneados y postergados con las eufemísticas categorías de “tercera edad”, cuando en realidad es la última; “envejecientes”, que somos todos desde que estamos en el vientre de nuestra madre  (aquellos que hemos tenido la dicha de tenerla); “edad dorada”, que oro, lo que es oro o plata, brillan por su ausencia al final de la vida o “senior”, que supone prestigio por ser en inglés; pero ya yo fui senior en la high y en la universidad y no me interesa volver atrás.

No, miembros de este honorable cuerpo, somos, sin lugar a dudas, superadultos, más adultos que la mayoría de ustedes y como tales y en representación de nuestra superadulta población que crece día a día, los exhorto a tomarnos en cuenta más allá de este homenaje, pues al paso acelerado que vamos, pronto seremos mayoría y podremos elegir y derrocar gobiernos.
Esto no es una amenaza. Es tan sólo una “promesa”. Sabemos que la palabra “promesa” está irremediablemente teñida de autoritarismo en estos aciagos tiempos. No obstante, la uso aquí como amistoso y agradecido recordatorio de una desnuda y reveladora verdad demográfica.

El lenguaje, como la vida misma, está en constante cambio. Se suele decir que los niños son el futuro del país. Pero cada día nacen menos criaturas y, pese a la ruina económica, los huracanes, terremotos y pandemia, se aplaza la muerte de los adultos y nos convertimos en superadultos.
Se suman a estas cifras alarmantes, la emigración de jóvenes y, también de superadultos en busca de servicios médicos y calidad de vida y, por si fuera poco, el retorno de una diáspora que ansía morir en su patria.
Pocas cunas y menos tumbas auguran un porvenir nada alentador. Mas donde hay voluntad, y esta voluntad se traduce en acción comunitaria, no hay por qué temer.
Muchos de nosotros todavía podemos contribuir. El desperdicio de nuestras destrezas, experiencia y conocimiento no debe permitirse. Estas capacidades deben ser aprovechadas. Hay que ser muy, muy, pero que muy bruto, para llegar a viejo y seguir siendo bruto. ¡Qué mucho se aprende en el camino!

Aquí estamos, prestos a aportar todavía. “Todavía”, palabra compuesta, toda vía, que no sólo significa aún sino también muchos modos, múltiples posibilidades del quehacer. Mentorías a jóvenes, reconocimiento y ayuda económica a las abuelas que cuidan a los nietos para que los padres trabajen, consejos de superadultos en instituciones gubernamentales y privadas, proveernos pensiones protegidas y mejores servicios médicos y hospitalarios son sólo algunas propuestas para que podamos contribuir hasta el fin de nuestros días.

Estamos todos a la orden, y al desorden también. ¡Pidan por esa boca, que hay! Muchas gracias.

 

Agradecimientos en la Cámara de Representantes con motivo del homenaje en el mes del adulto mayor, 17 de mayo 2022

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