Más allá de los desiertos del Western: Nope

 

Especial para En Rojo

Ahora la libertad era adentro. Afuera, los pájaros habían creado pánico. […] Lo habían ocupado casi todo. Los cables, las ramas de los árboles, las piedras, los botes abandonados, las casas ya vacías, los condominios desolados, las mansiones huecas, los cercados y el contorno de los muertos. Así que obligados al silencio permanecimos allí a la espera de lo desconocido.”

“Pájaros,” Glendalys Marrero

En el primer cuento de Conversación en la neblina, “Pájaros,” Glendalys Marrero crea una realidad donde los pájaros han destruido todo. Los humanos se esconden en donde pueden para sobrevivir. Como parte de esa supervivencia, se agarran de objetos para quizás reconstruir una cotidianeidad o una experiencia profunda de un mundo previo a los pájaros. ¿Podremos recrear una realidad pasada a través de los fragmentos que han sobrevivido su destrucción? ¿Necesitamos esos ecos tangibles para no desaparecer del todo? En el caso de Nope (dir. Jordan Peele, EEUU, 2022), esos objetos (una llave, un zapato, un vellón, etc.) se transforman en una lluvia de proyectiles tan peligrosos como los pájaros de Marrero. Son la tablilla de un carro y la lata mohosa que encuentran Brody (Roy Scheider) y Hooper (Richard Drefuss) dentro de un tiburón en Jaws (dir. Steven Spielberg, EEUU, 1975). Los humanos perecemos, pero nuestros rastros permanecen. En Nope, los dos protagonistas, OJ (Daniel Kaluuya) y Emerald (Keke Palmer), luchan por sobrevivir los embates de un monstruo. Pero uno de los detalles que más me fascina de la película es la obsesión que tienen OJ y Emerald de capturar la imagen de ese monstruo. Esa documentación fílmica es más importante que sus propias vidas y es el fragmento que ambos buscan dejar atrás. Diferentes a los objetos del cuento de Marrero que funcionan para rememorar y pensar el pasado, los personajes de Jordan Peele buscan capturar la imagen de una amenaza alienígena en un ambiente mítico del cine donde el monstruo y los humanos luchan por su supremacía.

En Nope, OJ y Emerald son entrenadores de caballos (horse wranglers) en Hollywood. Su negocio ha estado ligado al cine desde antes del origen del arte a finales del siglo 19. Emerald declara con orgullo que ellos son los tataranietos de Alistair E. Haywood, el jinete negro que corre a caballo en The Horse in Motion. Esta es una serie de fotografías de Eadweard Muybridge que crean la ilusión de movimiento cuando son vistas a través del zoopraxiscopio, una invención del mismo fotógrafo. En realidad, la identidad del jinete no se puede comprobar con certeza. Alistair E. Haywood es una invención de Peele que distingue el linaje de OJ y Emerald Haywood en la historia del cine. En Once Upon a Time in Hollywood (dir. Quentin Tarantino; EEUU, Reino Unido y China; 2019), Tarantino también conecta su historia a las imágenes de Muybridge. En su película, Johnny Madrid (Timothy Olyphant) transita un pueblo del Viejo Oeste en su caballo blanco. La cámara lo sigue. Entre el jinete y el ojo de la cámara que no detienen su lento cabalgar, se interpone por unos segundos una baranda cuyos balaustres recrean el constante parpadeo que marca el paso entre una fotografía y la siguiente en la cinta fílmica. Este momento que dura unos segundos no solo demuestra el conocimiento de Tarantino sobre la historia del cine, sino que también nos advierte su intención de reinventar la historia de Hollywood. En el Hollywood de Tarantino, Sharon Tate (Margot Robbie) nunca fue asesinada porque Cliff Booth (Brad Pitt), un stuntman, y Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor, mataron a los seguidores de Charles Manson. Tanto como Tarantino, Peele demuestra su pasión por la industria cinematográfica enfocándose en figuras esenciales para una producción y que desgraciadamente se pierden entre la infinidad de créditos del final de cada película. Peele transforma en héroes míticos a estos dos entrenadores de caballos con vínculos a los orígenes del cine.

Peele localiza la confrontación entre los humanos y la presencia alienígena en el desierto, ese lugar mítico que define uno de los géneros más asociados a Hollywood, el Western. En The Searchers (dir. John Ford, EEUU, 1956), un clásico del cine del Oeste, Ethan Edwards (John Wayne) va en busca de su sobrina (Natalie Wood) que fue secuestrada por un grupo de comanches. El personaje de Edwards es un veterano de la Guerra Civil que peleó por la Confederación y que constantemente expresa su desprecio por la Nación Comanche. Sin embargo, Edwards se torna en un personaje heroico por el sacrificio de salvar a su sobrina. El desierto se torna en un campo de batalla donde el poderoso vaquero protege la blancura virginal de su sobrina de la amenaza étnica de los salvajes. En Nope, el director de fotografía, Hoyte Van Hoytema, retrata magistralmente un desierto de cielos abiertos y noches profundas, el escenario idóneo en donde Peele reinventará al vaquero. OJ, el héroe silencioso que prefiere su soledad, y Emerald, la astuta habladora que siempre tiene un plan, parecen ser reinterpretaciones del Blondie (Clint Eastwood) y el Tuco (Eli Wallach) de The Good, the Bad, and the Ugly (dir. Sergio Leone; Italia, España y Alemania Occidental; 1967). Peele redescubre el Western a través de la identidad afroamericana con toques de cine de monstruos y de ciencia ficción. Ya no es el desierto donde se pelea por la blancura, sino uno donde dos vaqueros negros luchan contra una invasión extraterrestre.

Peele ya había demostrado su talento en películas como Get Out (2017) y Us (2019). Pero me parece que Nope marca un momento de madurez en el director por su complejidad metatextual y la manera en la que cuestiona el género con el elemento de identidad racial. Corran hacia la pantalla más grande para ver cómo el sacrificio de los obreros del cine en este Western minimiza el heroísmo cuestionable del Edwards de John Wayne.

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