Especial para En Rojo
Bien se sabe cuán falaz es el carácter solitario que suele atribuírsele al acto y a la práctica de escribir. Se escribe “sola” entre multitudes. La escritura es un arte de asamblea porque debemos su mecánica a la larguísima historia evolutiva del cuerpo de nuestra especie. También lo es porque escribimos acompañadas, sepámoslo o no, por la literatura mundial en su inagotable diversidad; escribimos porque leemos. Por si fuera poco, escribir es, además, un ejercicio de transmutación del lenguaje mismo y de nosotras, que lo atravesamos y a quienes nos atraviesa. En otras palabras, la escritura es edición. Pienso que escribir es saber —e incluso desear— abrirse con inquietud confiada a que, además de nosotras mismas, otras lectoras con criterio nos recorten, peguen, reorganicen, desafíen, amplíen, profundicen. Sin ese acompañamiento, la escritura —sobre todo cuando su voluntad es al arte— no sería tal cosa. Escribir, leer y editar conforman, pues, un continuum de creación que no se agota nunca.
Desde hace muchos años, edito, formal e informalmente. El oficio como editora, me parece, ha sido esencial para mi pasión y disciplina como escritora. Por definición, la editora, quien ha de ser navaja, esparadrapo y agua oxigenada, debe pasar inadvertida. Solo si no se notan sus manos de costurera, de alfarera, de cirujana; si la escritura —tono, ritmo, imágenes, léxico, estructura, sintaxis, ortografía— parece haber emergido exactamente así, como la leemos cuando lo hacemos, la editora habrá hecho bien su trabajo.
En este año 2024, Editora Educación Emergente, el proyecto independiente en el que trabajo como editora junto a Lissette Rolón Collazo, cumple quince años de labor en el Puerto Rico nuestro, con su cordillera de herida y su litoral de cicatriz. Falto a la bienvenida invisibilidad de la editora escribiendo esta nota en reconocimiento y celebración del oficio, que tampoco es solitario. Reconozco y agradezco a todas las editoras que seguimos comprometidas con la palabra certera y la cadencia precisa; con la vital necesidad de la lectura, el estudio y la investigación; con la apuesta por publicar los mejores libros que seamos capaces de producir, véndase lo que se venda; con el enorme sentido de responsabilidad que supone, en un mundo en llamas, asumir una voz en público y decir, tomen este objeto, humanos desconocidos, y léanlo, que será bueno. Celebro también la fantástica compañía de tantas personas que nos asisten día tras día en las muchas tareas, gestiones, diálogos, fatigas y escollos que supone la aparición de un libro, sobre todo en un país como el nuestro y en un presente histórico como el que nos acontece.
Es la tercera semana de noviembre. Han pasado las elecciones de 2024. Seguimos haciendo libros. Seguimos creando arte de incontables maneras. Seguimos laborando en comunidades y colectivos de base. Seguimos organizándonos políticamente y oponiéndonos al expolio. Lo hacemos de Cabo Rojo a Fajardo, de Aguadilla a Vieques. Estamos aquí y de aquí no nos vamos. Sabemos querernos y comprometernos, a la vez, con el mar y con el cielo, como los manglares que somos. Entrelazamos rizomas y protegemos la orilla. Nos sabemos juntas aun cuando no se nos vea. Acá abajo, junto a numerosos proyectos hermanos en los que cada día cultivamos la política de rigurosa ternura que caracteriza a las mejores editoras, continuaremos apalabrando con acciones y accionando con palabras el país anhelado, inadvertidas combatientes.