En Rojo
Tuve el privilegio a mediados de febrero de ver dos filmes dirigidos por mujeres sobre precisamente mujeres en movimiento. Son seres heridos por una sociedad que supuestamente las protege y le ofrece las oportunidades de crecer y servir a su colectivo. Por eso, tanto Fern en Nomadland y Edee en Land, escogen apartarse de todo lo que signifique familia—por percibirlos como asfixiante—o seccionales políticas o religiosas. Sólo la naturaleza y los espacios abiertos brindan a estas mujeres una vida validada en la humanidad de cada ser.
Nomadland:Directora, guionista y editora: Chloé Zhao; autora: Jessica Bruder; cinematografía: Joshua James Richards.
La particularidad de una mujer actora como Frances McDormand es que nunca estamos segurxs si ficcionaliza a un personaje o comparte escena con personas normales y comunes que habitan su universo. Esa es Marge en Fargo (1996), Glory en North Country (2005), Linda en Burn After Reading (2008), la protagonista de la serie “Olive Kitteridge” (2014), C.C. Calhoun en Hail, Caesar! (2016) y Mildred en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2017). En Nomadland, conocemos a Fern en su interacción con otras mujeres y hombres que han hecho un hogar de su van de carga y esto les permite moverse de un lugar a otro, sin ninguna atadura, estableciendo lazos temporeros—algunos muy intensos por momentos—sin tener un ingreso fijo para cubrir gastos de vivienda y proveer por familias. Fern y Gay, Patricia, Linda, Angela, Carl, Douglas, Ryan, Teresa, Karie, Brandy, Makenzie, Bob, Annette, Rachel, Swankie, Bryce, Deni, Merie, Forrest, Suanne y tantos otros son seres de carne y hueso que habitan estos espacios ignorados por esa población que vive la ilusión de ser dueños de su casa y tierra cuando en verdad lo pueden perder todo a manos de los bancos, la pérdida de un empleo, enfermedades y tratamientos casi imposible de costear. Ellxs también, como Edee en Land, buscarán en los espacios abiertos la felicidad temporera de pasar tiempo en carreteras que lxs llevan a hermosos bosques, ríos y montañas, libres del control de los que quieren ponerle precio a todo. Todxs saben que es una felicidad temporera, pero precisamente eso es la vida individual y colectiva: la permanencia nunca ha existido.
Aunque en Nomadland todo lo que sucede tienen un flujo que imita la normalidad, desde el principio se nos informa que en Empire, un pequeño pueblo de Nevada, la compañía que había empleado a casi toda su población cerró y dejó a todos sus habitantes a la deriva, hasta el punto que el sistema postal borró su zip code. Fern no tiene ataduras, pero tampoco se considera pobre o marginada, como tampoco lo sienten los hombres y mujeres con quien comparte durante su travesía. Ella decide trabajar cuando necesita algún dinero para subsistir con lo básico y está dispuesta a hacerlo por el salario risible de Amazon o de pequeños negocios que necesitan trabajadores de limpieza. Son empleos por hora y siempre están disponibles porque quién quiere estar limpiando inodoros, pisos de cocinas mugrientos, recoger y disponer de basura. Al lado de esto, trabajar par de horas por tiempo limitado en un almacén de Amazon es una promoción. En ese movimiento continuo, Fern conoce y se encariña con Dave, interpretado por el excelente actor David Strathairn (Good Night, and Good Luck, 2005), pero siempre está clara que su deseo en la vida es siempre estar en movimiento, ir en busca de lo inalcanzable que como su imaginación no tiene límite.
Land Directora: Robin Wright; guionistas: Jesse Chatham y Erin Dignam; cinematografía: Bobby Bukowski
Desde el momento que pierde a su marido (Warren Christie) y a su hijo (Finlay Wojtak-Hissong), Edee (Robin Wright) se propone alejarse lo más posible de todo contacto humano. Ha perdido la fe en las personas que componen su sociedad y no está dispuesta a crear nuevos grupos que sean afines a ella. Apartarse significa cero contacto con “la civilización” y por eso escoge mudarse a un pedazo de “tierra salvaje” (así se traduce el título del filme) donde ella sea la única persona que habite el lugar, sin transporte, celular, electricidad. Tendrá que aprender a preparar su propia calefacción, cazar, pescar, establecer su acueducto, reparar la abandonada vivienda y sobrevivir de día a día. Todo parece posible al principio cuando es verano en las montañas, pero una vez comienza el otoño y el invierno se intensifica, todo esto parece imposible. Sobrevivir no parece una opción, algo que ya Edee había pensado cuando tomó la decisión de mudarse aquí, en medio de la nada. Aunque esto no es totalmente correcto, porque sí se puede sobrevivir como lo hacen miles de personas que han optado apartarse de la sociedad en que se formaron y ver la vida desde otra perspectiva.
Edee puede tener el instinto que todxs tenemos de sobrevivir, pero desde que toma su decisión está dispuesta a abandonar esta vida bajo sus condiciones. Nadie la atenderá si se enferma o se hiere; lo tendrá que hacer ella o dejar que la naturaleza disponga. En esta historia, aparecen dos extraños que sí ven el humo de su chimenea y cuando ya no lo hacen, deciden ir al lugar para asegurar que está vacío. Lo que Alawa, enfermera, y Miguel, otro solitario, encuentran es una mujer casi muerta por exposición al frío y al hambre. Será un proceso de recuperación bajo los términos de Edee, que pudiera implicar abandonarse nuevamente a su suerte natural, o volver a apreciar la vida natural que le rodea en las próximas estaciones. Este es un filme muy callado y pausado donde los personajes apenas hablan, pero respetan sus deseos de cómo vivir o morir rodeado de la naturaleza. Robin Wright como directora y protagonista crea un ambiente e historia tan humano que nos transporta al interior y exterior de estas vidas que incluyen a un minimalista Demián Bichir (Miguel) y la casi espiritual y práctica presencia de Sarah Dawn Pledge (Alawa).