Cuerpa, Cuerpe, Cuerpo: Sobre la impronta de la afrodescendencia

Foto suministrada por la autora
Imna

Especial para En Rojo

La organización sin fines de lucro Jornadas de Grabado Puertorriqueño presentó, a lo largo del mes de agosto, hasta el pasado 6 de septiembre, una exposición sobre figuras afrodescendientes ilustres de Puerto Rico. La acogió el Espacio Betsy Padín en la Liga de Arte de San Juan y allí se exhibieron un total de trece obras gráficas que resaltaron no solo la corporalidad e impronta física de cada uno de los personajes, como sugiere el título de la exposición, pero también que homenajearon los talentos creativos e intelectuales de cada uno. La propuesta principal de esta muestra era destacar la importancia histórica de figuras afrodescendientes de la Isla. Cada uno de los artistas participantes escogió, de manera individual o en pares, a quien hacerle oda. El espacio Betsy Padín, que habita entre paredes y arcos completamente blancos, no fue improvisto de color este pasado agosto; Cuerpa, cuerpe, cuerpo contó con grabados tanto tradicionales como experimentales que dotaron el lugar de una dominante presencia cromática a través de una valiosa interpretación sobre lo que compone el grabado en la contemporaneidad isleña. Lo que se sigue en las próximas líneas es un recuerdo descriptivo y crítico de las cuatro obras que citaron mis ojos por más tiempo; cuatro de aquellas que trabajaron el grabado de manera más experimental.

“Imna” por Marta María Rivera era una de las dos obras que daba la bienvenida en la pared introductoria de esta exposición y uno de los únicos dos grabados en esta muestra que le rendía tributo a una figura aun viva. Se trataba de Imna Arroyo, una artista plástica que se desempeña en el grabado, la pintura y la instalación trabajando, sobre todo, aspectos de la herencia afrodescendiente y las conexiones entre África y el Caribe con especial énfasis conceptual en la cultura yoruba. Arroyo suele hacer extensas referencias al mar y al relato que este narra sobre la historia colonial y esclavista, por lo que la presencia protagonista del azul y la iconografía marítima en esta pieza no fue una casualidad. El pedazo de mar que se escapaba de la pared al suelo provocaba la sensación de estar a la orilla de la playa mientras, físicamente, nos encontrábamos a la orilla de esta pieza. Aquí Rivera emuló el concepto práctico y temático de Arroyo, pero le arrojó su lente único al retratarla. Flotando al centro de un marco que parecía hacer referencia a las corrientes oceánicas, la artista retrató a la homenajeada en el núcleo metafórico de una fuerza marítima que viene y va con cultura, historia, dolor y sanación.

 

Una pieza más adelante convocó una especial pausa y mi detenida observación. Hablo de “Nilita Vientos Gastón: intelectual de muchos sombreros” por Ana Emmanuelli y Poli Marichal. Al tratarse tanto de un grabado como de un collage, la heterogeneidad de texturas, relieves y colores me casusó la sensación de estar frente a un rompecabezas poético que presentaba cada una de sus piezas como símbolo de la plétora actividad intelectual de esta homenajeada. Nilita Vientos Gastón fue abogada, profesora, crítica literaria, promotora de la cultura… una pieza a su nombre requería, sin duda, el efecto de pluralidad que las artistas supieron emplear. Las distintas Nilita Vientos que desplazaban por la obra, partían de la reinterpretación de fotografías reales, pero Emanuelli y Marichal se tomaron justas licencias creativas para proveerle al grabado un sentido simbólico y original. Para la Nilita en primer plano, por ejemplo, efectuaron un cambio de la estructura en la que esta descansa su codo izquierdo; en la foto original Vientos Gastón se recuesta de una enigmática pieza curvada, mientras que en el grabado se apoya sobre unos libros, reconocidos íconos del conocimiento, que a su vez le sirven de remate a una columna jónica, asociada en ocasiones a la fuerza y la sofisticación. Elementos como la ceiba, el viento, las olas y los tonos anaranjados de la composición, en una interpretación libre, podían recordarnos a los cuatro elementos de la naturaleza y a la entereza intelectual de esta ilustre figura de la historia puertorriqueña.

La pieza de Rubildo López y Víctor Oliver, “Gramófono gráfico de Rafael Hernández” fue una de las dos instalaciones presentes. Hernández, insigne compositor puertorriqueño conocido como “El Jibarito” es aquí celebrado por medio de una simulación del instrumento más utilizado para la reproducción de sonido hasta mediados del siglo XX, dando la impresión de que se había viajado a la temporalidad del propio homenajeado. La parte interior de la corneta fue grabada con algunos títulos de las más famosas composiciones de Hernández junto a una serie de gandules en vaina como una posible referencia a la labor agricultora de la que se origina su apodo. El gramófono podía interpretarse, en el contexto de esta exposición, como un retrato escultórico de Rafael Hernández; como el cuerpo simbólico del propio compositor puertorriqueño. Por ello, su fotografía en la cartela informativa pudo haber sido suficiente para hacer memoria de su apariencia física, pero los artistas decidieron incluir un grabado de su rostro en el disco simulado logrando metaforizar aun más la fisicalidad de su tiempo en vida y la materialidad de su legado. Otro aspecto peculiar de esta pieza, y quizá el que más me conmovió, fue el enchufe colgante junto a una toma de corriente. Ya hubiese sido sugerido por los artistas o el curador, me pareció un efecto jocoso que me generó la sensación (como quizá a muchos otros espectadores) de que lo único que se necesitaba para escuchar las históricas melodías de el Jibarito era perder la suficiente vergüenza para conectar el enchufe.

“Siempre subversiva Anjelamaría” por Lizzete Lugo y Sergio Arocho también ameritó una contemplación concentrada y calmada, y merece una especial mención. La homenajeada aquí fue la influyente poeta Anjelamaría Dávila, que dedicó buena parte de su arte literario a temas de la experiencia femenina en intersección con la experiencia afrodescendiente. Lugo expresó para los medios sociales de las Jornadas de Grabado Puertorriqueño como en su proceso investigativo para esta pieza, se enteró de que la poeta había padecido de Alzheimer y como esto impactó orgánicamente el proceso artístico ya que Sergio Arocho, la otra dotada mitad creativa de esta producción, padece la misma enfermedad. Se percibía una señalada importancia en el plano superior de este experimental grabado; un aparente llamado a prestarle atención a lo que liberaba su mente a modo de invitación para entrar en ella. De su cabeza se escapaban muchos de los versos que llegó a publicar, un torso (¿quizá el propio?), algunas figuras antropomorfas y un corazón que bombeaba sangre a lo largo de todo su cabello, presentándolo así como potencial símbolo de vida. Su rostro, construido por medio de un meticuloso collage, podía leerse como una representación tanto de las distintas capas creativas de la poeta como del complejo deterioro físico que causa el Alzheimer. Un leve e inconsciente acercamiento al dilema filosófico sobre la relación entre la mente y el cuerpo podía entreverse en esta exposición, y esta obra me resultó el reflejo máximo de ello. El talento intelectual de Anjelamaría, representado en sus versos, quedaba grabado como huésped de la mente y del cuerpo simultáneamente; como producto que surgía de su cabeza/mente, pero que a la vez quedaba manifestado en el torso/cuerpo. Aunque ello no se presentaba como un posicionamiento consciente sobre la discusión filosófica, pero quizá como una muestra triunfal del legado material sobre el olvido; de la memoria histórica sobre la muerte.

Al final quedé con una duda: ¿Por qué se llamó Cuerpa, cuerpe, cuerpo si todo apuntaba a la celebración del intelecto, la creatividad y el talento de estas figuras? Resolví que se trataba de una exposición reinvindicativa y que no se buscó únicamente conmemorar su ingenio, sino que se propuso, sobre todo, recuperar la dignidad sobre sus cuerpos. Todos estos líderes fueron recibidos en un injusto encuadre temporal que afectó tanto la experiencia vivencial de sus cuerpos como la evidencia de sus pasos por el mundo. La escacez de reconocimiento de estos líderes no es sino un síntoma del racismo institucional que rige aun (se admita o no) la construcción de nuestro archivo histórico. En atención a lo cual, el curador de la exposición expresó: “Comprendiendo que el arte ha jugado un papel importante en la invisibilización de las aportaciones africanas a nuestra cultura, este grupo de artistas busca crear una contraofensiva desde la gráfica”1. Y de la contraofensiva, una valeorsa inclusión al archivo de estos trece líderes, al de la afrodescendencia y al de nuestra Isla.

Las páginas de instagram y facebook de las Jornadas de Grabado Puertorriqueño continúan reseñando las piezas de esta exposición y compartiendo citas de sus autores. Quien no haya tenido la oportunidad de visitar Cuerpa, cuerpe, cuerpo puede seguir las páginas de la organización2 para conocer más de las obras que no tuve la dicha de reseñar en esta ocasión y para estar al tanto de los espacios que acogen y acogerán la jornada de estos talentosos artistas. En definitiva, aunque solo dos de las 15 figuras homenajeadas permanecen vivas en cuerpo, todas dejaron una impronta física, inmortal y corpórea, como la hiciera el mismo grabado y los artistas de esta exposición.

1Carlos Ortiz Burgos (curador), “Interseccionalidades al relieve”, Cuerpa, cuerpe, cuerpo (catálogo).

2@jornadas_del_grabado_pr en Instagram y @Las Jornadas del Grabado Puertorriqueño, Inc. en Facebook

 

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