Marcelo Barros/Especial para En Rojo
Esta es el aniversario de los 70 años de la Declaración de los Derechos Humanos, proclamada por la Organización de Naciones Unidas. Hoy, el problema no es que ése o aquel derecho no sea respetado. Es que la sociedad dominante y los gobiernos niegan a la mayoría de las personas, como expresaba la filósofa Hannah Arendt, hasta el derecho a tener derechos.
Cada día, en el mundo, más de 4000 niños mueren por enfermedades debidas a la falta de acceso al agua potable. Millones de labradores sin tierra pasan hambre. Un millón 300 de personas no tienen trabajo. 60 millones de refugiados atraviesan mares y desiertos en busca de un lugar para vivir. En ese modo de organizar el mundo, no hay lugar para derechos humanos, ni derechos de la naturaleza y de la Tierra. Los seres vivos, las personas y la propia vida se convierten en mercancía. En la naturaleza, cada año, más de 15 mil especies vivas desaparecen, debido a nuestros modos de producción y de consumo predadores.
Para reaccionar a eso, movimientos sociales de todo el mundo se han unido para proponer otras formas de organización. Además de los foros sociales, encuentros continentales y de organizaciones de trabajadores, como también de pueblos indígenas y otros segmentos, esta semana, en Verona, Italia, se ensaya una propuesta nueva de diálogo y acción común que busca fortalecer una Alianza de la humanidad por la Vida. En diversos continentes, intelectuales y militantes sociales se organizan en lo que ha sido llamado “Ágora de los Habitantes de la Tierra”. (En el mundo antiguo, en las ciudades griegas, Ágora era el lugar de encuentro y decisiones democráticas).
El bien vivir juntos y la seguridad de la existencia son cuestiones colectivas, comunes y planetarias. A partir de las bases, se intenta garantizarlo. La fe en un plan divino para el mundo debería llevar a religiones e Iglesias a ser las primeras a interesarse por ese tipo de iniciativa. Para quien es cristiano, el término griego “católico” significa ser llamado a la universalidad, eso es, abierto a todo lo que es humano. Es un escándalo que Iglesias y religiones estén tan poco insertadas en ese camino.
En los evangelios, Jesús proclamó benditas de Dios (bienaventuradas) a las personas que, en cualquier religión, o fuera de ellas, vivan la simplicidad (pobreza de corazón), se consagren a la construcción de la paz, sean solidarios (misericordiosos) y vivan el hambre y sed de justicia (Mt 5, 1-12). Es lo que se busca en ese encuentro de la Ágora para crear bases nuevas y revolucionarias para una alianza de la humanidad por la Vida.
El autor es monge benedictino y ha escrito más de 40 libros