Por Manuel de J. González/CLARIDAD
El nombre de Julia Keleher seguirá en las primeras planas durante las próximas semanas y tal vez meses asociado con la corrupción mientras se desarrolla la investigación criminal que está en proceso. Pero más que el traqueteo de fondos públicos, lo más importante es que señora representa el retorno de aquellos personajes que, tras la invasión militar, pretendieron “civilizar” a los puertorriqueños controlando el sistema educativo. Entre Keleher y Martin Brumbaugh, el primero de aquellos enviados imperiales, hay un lapso de 117 años, pero la visión es la misma.
“Someone had to be the adult in the room.” Esta frase la soltó Keleher apenas unos días después de haber abandonado nuestro país a la carrera, luego de su “renuncia” como Secretaria de Educación. Hablaba en un simposio de una importante universidad estadounidense (Yale) y, tras alabar su desempeño y lamentar haber tomado decisiones difíciles, quiso justificarse.
La frase es bastante común en el idioma inglés. Se refiere a la persona débil o indecisa que no se atreve a tomar decisiones importantes. Es necesario, entonces, que otro las tome en su lugar. Ante los pusilánimes que ocupan el salón, incapaces de actuar, aparece el “adulto” listo para guiarlos hacia el cambio.
El mensaje de Keleher destila prepotencia y un enorme desprecio hacia a los puertorriqueños, pero, sobre todo, mucho racismo. En el ambiente sonrosado de una universidad de la Ivy League – que de ordinario produce las figuras que dirigen la economía y la política de Estados Unidos – la exsecretaria habla como aquellos oficiales británicos enviados a la India o a África a llevar la “civilización” a fuerza de latigazos. Dado que los puertorriqueños somos incapaces de comportarnos como adultos, tuvo que venir ella desde Pennsylvania a tomar las decisiones difíciles.
¿Cómo es posible que el gobierno de Puerto Rico haya colocado el sistema educativo puertorriqueño en las manos de alguien que porta esa mentalidad? Según señalé antes, gringos como ella, que venían a “educarnos” inundándonos con su racismo, tuvimos de sobra en el pasado. A Brumbaugh, quien llegó en 1900 a montar un sistema educativo a la medida de ellos, en inglés y jurando la bandera todas las mañanas, le siguieron Lindsay, Falkner, Dexter, Bainter y Miller. Este último llegó al extremo de pretender reescribir nuestra historia preparando el libro de texto con el que debíamos aprenderla. Pero todos esos “salvadores” que, como los británicos en África llegaban con la pluma y el látigo, fueron enviados por distintos presidentes de Estados Unidos. A pesar del título de ‘Comisionado de Educación” no eran otra cosa que el típico funcionario imperial enviado a la colonia a abrirle camino al capital. En el caso de Keleher, quien la seleccionó fue un gobernador electo por los puertorriqueños.
Esa selección dramatiza cuán enraizado está en nuestro país el sentimiento de inferioridad del colonizado que tan bien describieron Franz Fanon y Albert Memi. Para modernizarnos teníamos que encomendarnos a esta “experta” traída Pennsylvania que, curiosamente, es el mismo lugar desde donde vino Brumbaugh. Como su antecesor, Keleher quiso comenzar en cero, desmantelando el sistema que con tanto esfuerzo se había levantado a lo largo de décadas. Hasta el programa de escuelas Montessori, alabado por padres y estudiantes, estuvo a punto de caer bajo el machete de esta “educadora” llegada del norte.
Según las investigaciones de periodistas puertorriqueños, además de pretender desmantelar a porrazos el sistema educativo que teníamos, la gestión de Keleher chapoteó en medio de un festín de contratos que benefició a un grupo de protegidos, pero ese no es el principal daño que esta señora ha provocado. Los cambios positivos en Educación no fueron tales, limitándose a impulsar las desprestigiadas “chárter” y los “vales educativos”, que llevan décadas en el tintero de la familia Rosselló. En el proceso cerró decenas de escuelas y dejó a múltiples comunidades sin la institución más importante para su desarrollo.
Tal vez dentro de un año la veamos desfilar hacia alguna institución carcelaria o convertida en testigo de cargos contra Elías Sánchez Sifonte y los contratistas que benefició, pero ese desenlace no servirá para recomponer el vital sistema educativo que esta señora agredió durante dos años, mientras su empleador tocaba el arpa en Fortaleza. Ninguna de las acciones de esta señora, ya fuere desmantelando el sistema educativo o engordando sus cuentas de banco a fuerza de contratos fatulos, fue tímidamente investigado a lo largo de sus dos años en el cargo. Todo lo contrario, se le proyectaba como la estrella de una administración de gobierno absolutamente carente de brillo.
Para colmo, luego de anunciarse su salida de Educación pretendieron dejarla cobrando los $20 mil mensuales manteniéndola como “asesora”. Hasta se habló de enviarla a Culebra en una especie de vacaciones permanentes súper bien pagas en una isla que apenas tiene una escuela. Afortunadamente el buen trabajo de algunos periodistas sacó a flote la corrupción, forzando su renuncia total. Este esfuerzo por mantenerla cobrando una vez sale de Educación huele a encubrimiento o a un intento por mantenerla amarrada mientras la investigación criminal se desarrolla.
Falta mucho por conocer en torno a nuestra más reciente “Comisionada”. Mientras tanto ella se fue a Yale a lanzar desde allá el insulto que aprendió de sus antepasados en el cargo. Ahora la conocemos mejor.