Vieques: La imagen de un pueblo en pie de lucha

Desobedientes en Vieques. Foto Archivo CLARIDAD

 

CLARIDAD

 

Claridad publicó este escrito poco después de cuando pudimos reaccionar a lo que había sucedido en Vieques. Este año se conmemora los 20 años de la salida de la marina y tres años de la violencia perpetrada contra el pueblo que se unió para terminar con la violación de nuestros derechos humanos y comenzar con otras estrategias y confrontaciones que pondría fin a 40 años de ocupación y bombardeo.   

Roberto Rabin Foto Alina Luciano

Despertar en la madrugada para ser testigo de las imágenes de un pueblo asediado y violentado fue el comienzo del día 4 de mayo de 2000. Periodistas y camarógrafos de todos los canales locales, pero especialmente TeleOnce, nos presentaban a viejos, jóvenes, mujeres, hombres, religiosos con su vestimenta, figuras de la estatura de Lolita Lebrón, legisladores como Velda González, Vizcarrondo, Faz Alzamora, el alcalde de Carolina José Aponte, luchadores de toda una vida como Luisa Guadalupe, individuos que han crecido con el tiempo, madurado con la experiencia y desarrollado tenacidad y paciencia ante el atropello como Roberto Rabín, todos con ojos soñolientos y con la tranquilidad del que sabe que defiende la verdad, la paz y la justicia.

El despertar se produjo frente a la entrada del campamento militar García, por más de un año espacio rescatado por la comunidad viequense, renombrado como la Plaza de Justicia y Paz y convertido en un lugar de encuentro, de fraternización, de juego y tertulia. La entrada de la fuerza de choque, mujeres y hombres con vestimenta de agresión, el bloqueo de todos los caminos conducentes a Camp García, la salida/entrada de militares con vestimenta de combate para anunciar con megáfono que los que habían transformado un espacio de guerra en una esperanza para la paz, eran unos transgresores que por más de un año habían estado violando la ley, y que tenían que abandonar los predios inmediatamente o serían removidos a la fuerza, introdujeron el elemento disidente en este espacio.

Hubo mediadores con los militares que instaron a los pacifistas a irse del lugar sin más consecuencias. Vimos cómo una agente intentaba con mucha calma convencerlos de la conveniencia de escoger esta alternativa. Pero lo que nunca entendieron los militares, los mediadores y especialmente la policía de Puerto Rico, es que esta decisión no se tomó el día anterior, ni siquiera el año pasado después de la muerte de David Sanes Rodríguez. Este pueblo ha resistido silenciosamente, y a veces airadamente, el desalojo de sus tierras y la migración de sus familias desde hace cuarenta años. Por eso tener la oportunidad de rescatar por más de un año parte de esas tierras que le fueron arrebatadas en el pasado, transformar ese suelo en espacio de paz y tranquilidad, comenzar así la recuperación de lo perdido, fue un proceso de fortalecimiento que los llevó a resistir amenazas, daño físico, traiciones de políticos, y cualquier miedo a enfrentarse a las fuerzas armadas estadounidenses.

Respondieron a las palabras claras y precisas de los militares–están violando el acuerdo que el Presidente Clinton y su gobernador Pedro Rosselló firmaron–con rezos y cánticos, con abrazos y lágrimas entre ellos. Y así, rodeados por armas y vestimenta de violencia, desfilaron esposados hacia los camiones dentro de Camp García para ser transportados en barcazas a la otra base militar, ese otro espacio invadido, Roosevelt Roads en Ceiba. Pero no estaban solos. Al cruzar la carretera y la muralla formada por la fuerza de choques y los carros de la policía de Puerto Rico, familiares, compañeros de la lucha, amigos y conocidos los saludaban para darles fuerza a resistir este atropello.

Pero la violencia no cesaba ahí. De inmediato comenzaron a destruir todo lo que por un año sirvió para dar la bienvenida a todos los que transitaban por este lugar, todo lo que constituía ir a la vigilia los sábados en la noche, todas las facilidades-construidas con materiales donados por personas anónimas de la comunidad-que sirvieron para cobijar y alimentar a las miles de personas que pernoctaron, pasaron horas o minutos dando testimonio y defendiendo la transformación de unos portones que significan muerte a un mar de cintas que simbolizan la paz. Y para asegurarse de no volver a perder un espacio que reclaman como suyo, construyeron una barricada con tubos y alambre de púa para luego edificar una verja que sólo los militares controlen, y que esa población ni se le ocurra acercarse nuevamente a una instalación militar.

Estas fueron las imágenes captadas por la televisión ese 4 de mayo en la mañana. Mientras tanto se daba el otro operativo, el más peligroso por la cantidad de personas, la amplitud del terreno, el difícil acceso, y las manifestaciones de todos los ocupantes de no abandonar el espacio rescatado voluntariamente. Aquí no habría fuerza de choque, sólo militares, agentes del F.B.I. y U.S. marshalls. Todo el despliegue de las fuerzas del «orden» de los Estados Unidos. Pero no se nos permitió ver estas imágenes en vivo. Lo primero que hicieron las fuerzas represivas al llegar a la Yayí fue tumbarle la señal a todos los canales haciendo su labor de cubrir la noticia más importante en Puerto Rico y los Estados Unidos prácticamente imposible. Escuchábamos los intentos de los periodistas, que por días habían estado viviendo en los campamentos, de por lo menos describir las imágenes que no podían salir al aire. Pero aún eso les fue intermitentemente imposibilitado. Tuvimos que esperar hasta después que ocurrió el desalojo, para ver cómo líderes religiosos-sacerdotes, ministros, monjas, seminaristas-, y ocupantes de todos los campamentos de desobediencia civil eran alineados, rebuscados sus pertenencias y transportados en camiones hacia un destino desconocido en ese momento. Bajo los estatutos democráticos de los Estados Unidos, la prensa tiene la libertad de cubrir cualquier noticia-excepto cuando las fuerzas armadas deciden que su «seguridad nacional» está en peligro. Entonces la censura y la represión son admisibles.

Y aunque no había imágenes en Yayí ni en Monte David, Cyd Marie Fleming de TeleOnce nos transmitió la voz via celular de Tito Kayak. Escuchar a este joven tan valiente, que nunca ha dudado de poner su cuerpo sobre la línea para defender su posición vertical sobre la defensa del ambiente, fue una experiencia tan emotiva que ninguna imagen visual pudiera captarla. Su voz firme explicándole al marshall por qué estaba allí, por qué no podía moverse del lugar, y su actitud tranquila al no saber cuán violenta pudiera ser su remoción, fue un testimonio único ese día 4 de mayo que nunca este pueblo podrá borrar de su memoria.

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